Las Autonomías desbocadas, un fallo de la Transición, según Guerra

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Guerra conversa con Antón Saracíbar (de espaldas) poco antes del almuerzo al que asistieron ayer miércoles. / Luis Díez

Los partidos políticos necesitaban afiliados y nosotros se los enviábamos; se dio el caso de un guardia civil al que le dijeron “hazte notar” y pidió la palabra en una asamblea de liberales y lo hizo tan bien que querían nombrarle secretario”. Es una de las cientos de anécdotas que el teniente general Andrés Casinello guarda entre sus recuerdos de la Transición.

A cien metros del lugar donde el comando Txikia de ETA voló por los aires el 20 de diciembre de 1973 al supuesto sucesor de Franco, almirante Luis Carrero Blanco, el general Casinello y otros colaboradores históricos de Adolfo Suárez celebraron este miércoles, 2 de febrero, el almuerzo anual de la Asociación para la Defensa de la Transición. La “estrella invitada” fue en esta ocasión el ex vicepresidente Alfonso Guerra, el político que con el desaparecido Fernando Abril Martorell resolvió los principales escollos en la elaboración de la Constitución.

En la entrada del hotel Los Galgos de la madrileña calle de Claudio Coello, esquina con Diego de León, un pequeño grupo de periodistas esperaba la llegada de los convocados. La mayoría eran señores desconocidos para los más jóvenes. Cuando llegó Guerra, presidente de la Comisión Constitucional, le preguntaron sobre la sucesión de Zapatero. “Yo no estoy en eso; es un tema que no me emociona, estimula ni excita; yo estoy sobre la tierra y ese tema pertenece a una órbita celestial por la que no camino”. Después le preguntaron si estaba de acuerdo con la propuesta de Juan Carlos Rodríguez Ibarra de suprimir las diputaciones provinciales. “¿El ex presidente de Extremadura ha dicho eso?”, se extrañó. Felipe González también lo ha dicho, le informaron. “Yo no estoy de acuerdo con que se supriman las diputaciones”, respondió.

Iban llegando los invitados: el ex ministro de UCD Rafael Arias Salgado, los socialistas Javier Sáenz de Cosculluela, Julián García Vargas, Enrique Múgica, el sindicalista de la UGT Antón Saracibar, el periodista José Antonio Martínez Soler... En la puerta del salón, Aurelio Delgado, el hombre que desde 1973 acompañó a Adolfo Suárez en su carrera política y, sin duda, el mejor conocedor de las dificultades del tránsito de la dictadura a la democracia, les saludaba con afecto.

Se sucedían los abrazos. El salón comenzaba a llenarse. Al final eran más de cincuenta, pero faltaba Santiago Carrillo, uno de los autores esenciales de la Transición con Suárez. También faltaba su amigo y valedor Teodulfo Lagunero, Teo y Fufo para los amigos, “uno de nuestros rojos”, dijo Casinello, presidente de la Asociación, que se sentó entre Guerra y Múgica, junto a José María Pérez, Peridis.

– Ya está descolorido –aventuró alguien, en referencia a Lagunero.

– ¡Qué va! Está más rojo que nunca –opuso Casinello.

– Y más republicano –añadió otro.

– Nos ha dicho que está indispuesto –informó Aurelio Delgado.

– ¡Vaya, hombre! –lamentó el general, que tiene 83 años, uno más que Teo.

El teniente general Andrés Casinello, ayer. / L. D.

Resultaba curioso observar a Casinello en animada plática con Guerra. El hombre que como responsable de los servicios secretos del SECED se ocupaba de infiltrar espías en los partidos democráticos (también en ETA) y ya, con Suárez de presidente, se encargó de tender puentes con González, Carrillo, Jaime Ballesteros, de traer de regreso a Josep Tarradellas…, recordaba el día que conoció a Guerra y a González. Les citó de parte de Suárez para hablar con ellos. Guerra también se acordaba. Quedaron en la habitación del hotel Meliá Princesa de Madrid. Él y González entraron por el garaje. No querían que nadie supiera que se reunían con unos militares de los servicios secretos de Presidencia. Iban acojonados. Cuando llamaron a la puerta se encontraron con dos individuos armados que dejaron sus pistolas sobre la mesa. Así empezó el diálogo que hizo posible el pacto de la transición.

Casinello presentó al conferenciante o ponente del almuerzo. Y Guerra evocó en primer lugar la capacidad de diálogo y consenso de aquellos políticos que hicieron posible la Transición, en contraste con la incapacidad de entenderse de las generaciones posteriores. Con José María Aznar era imposible el diálogo –salvo en materia antiterrorista, cabría añadir– y con Mariano Rajoy es difícil, dijo Guerra a su manera.

La principal decepción del ponente, como si añorara la famosa LOAPA que impulsó desde el Gobierno de González tras el 23-F, ha sido el desarrollo desequilibrado de las autonomías. Guerra cree que estamos “en un momento excelente” para que todas las fuerzas políticas digan: “A partir de aquí, lo que tenemos que hacer es cooperación y colaboración entre el Estado y las comunidades”, y acabar con “las peticiones infinitas”.

Guerra reconoció su incapacidad para prever que en las autonomías iban a nacer unas “elites políticas que sólo se afirman negando al Estado” y encajó los reproches sobre el nuevo Estatuto de Cataluña recordando que gracias al trámite parlamentario se ajustaron a la Constitución muchos artículos que la rebasaban. A Guerra no le pareció “acertada” la idea de Zapatero de promover la revisión de los Estatutos, pero no pudo hacer nada porque ya no mandaba. En todo caso, aunque la obra de la Transición no fue tan perfecta como sus autores hubiesen deseado, el edificio se conserva bien y es cómodo y habitable. Ese era el mensaje.

4 Comments
  1. Ramón says

    Es una pena que todavía hablen como si la transición la hubieran hecho ellos y no el pueblo español que reclamaba los derechos sociales y democráticos. Además, se equivocaron bastante y hurtaron decisiones decisivas a los ciudadanos.

  2. Zaratustra says

    Guerra habla con razón, su razón y su gran inteligencia, de inter-legere, leer por dentro.

  3. Andujar says

    Me gustó la transición porque cuando murió el enanano asesino del Pardo todos sabían lo que había que hacer, es decir, la decepción.

  4. Juana says

    Me agrada saber que existe una asociación de la defensa de la Transición. La concordia entre los políticos de signo distinto hizo mucho por este país, más de lo que nunca han hecho los terratenientes, los capitalistas qe se llevaron el dinero a Suiza, los banqueros chupasangre que provocaron la crisis insdustrial, los militares golpistas, los gremios, las cúpu8las judiciales fascistas, el clero reaccionario y hasta el monarca repuesto sin la voluntad explicita del pueblo que luego, en pago porque le votaron al refrendar la Constitución, echó a Suárez lanzándole a Armada y a los militares y se erigió en salvador de la democracia. Toda la farsa baquero-borbónica y todo el cinismo traidor aliado-norteamericano resumido en el 23 de febrero…

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