El ‘gobierno de subsecretarios’ del 23-F rinde homenaje a Suárez en Cebreros

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Foto de familia del presidente del Gobierno junto a los miembros de la comisión de secretarios de Estado y subsecretarios del 23-F que ayer fueron condecorados en un acto celebrado en el Palacio de La Moncloa. / Kote Rodrigo Efe)

El alzheimer ha borrado los recuerdos del ex presidente Adolfo Suárez, de 76 años, y no es probable que hoy, treinta años después del golpe del 23-F, se acuerde de todos los que le traicionaron, que fueron bastantes. Suárez dimitió de la presidencia del Gobierno el 29 de enero de 1981 porque no quería que la democracia fuera otro “paréntesis” de la historia de España. Pero los golpistas y quienes varios meses antes del 23-F propugnaban el “golpe de timón” eran insaciables. Ya tenían lo que querían: la cabeza de Suárez, pero les pareció poco.

Suárez no podrá acudir hoy a brindar por el triunfo de la democracia sobre los golpistas y los felones tras el almuerzo que ha organizado José Bono en el Congreso con el rey Juan Carlos y los principales dirigentes políticos de hace treinta años –Santiago Carrillo, Felipe González, Manuel Fraga, Miquel Roca, Marcos Vizcaya, Landelino Lavilla…--, pero recibirá la visita privada de algunos fieles y luego aquel Gobierno de subsecretarios que se formó la noche de autos le rendirá público homenaje en su pueblo, Cebreros (Ávila).

El alcalde de la localidad, Ángel Luis Alonso, y el cuñado del ex presidente, Aurelio Delgado, han promovido la excursión en microbús y allí estarán sus hermanos  Ricardo, de gran parecido físico con Adolfo, Hipólito, José María y Carmen. La directora del museo de Suárez y la Transición, Cristina Blanco, ha organizado un coloquio con los ilustres visitantes. Francisco Laína, que era secretario general de Seguridad el 23-F podrá contar cómo ordenó la detención del elefante blanco, Alfonso Armada, y otros detalles.

Al general Armada lo acompañó a presencia de Laína el gobernador civil de Madrid, Mariano Nicolás. Y las palabras del golpista: “el Rey se ha equivocado”, resonaron por muchos años en sus oídos. Es probable que surjan detalles desconocidos de aquella noche de labios de los reunidos, entre los que estará el general Andrés Cassinello, persona de máxima confianza de Suárez y del fallecido Manuel Gutiérrez Mellado.

Si viviera el general José Antonio Sáenz de Santamaría, inspector general de la Policía, hablaría de la sorpresa que se llevó cuando apareció Armada en el hotel Palace –donde sopesaba con Félix Alcalá Galiano y José Aramburu Topete, director general de la Guardia Civil, la intervención de los geos para liberar a los rehenes– y le comunicó que iba a entrar al Congreso para proponerse como jefe del gobierno y le entregó un papel con la lista de ministros, en cuya penúltima línea figuraba él como titular para las regiones. Sáenz de Santamaría se lo devolvió diciendo: “Toma, esto es una pijada”.

Ya entrada la mañana del 24 de febrero de 1981, cuando los golpistas fueron arrestados, los miembros de aquel gobierno de subsecretarios estamparon su firma sobre un folleto amarillo, uno de los cientos de miles de ejemplares de la Constitución que se habían hecho para el referéndum de 1978; fue su manera de reflejar la defensa de la Carta Magna. El folleto se lo guardó Juan Díez Nicolás, que era subsecretario de Ordenación Territorial, y hoy se entregará a la familia de Suárez para el Museo de la Transición. Será un dato más sobre aquel 23-F, cuya trama civil y financiera ni se desveló ni se investigó ni se castigó en aras de la convivencia.

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