En Cebreros con el “gobierno de emergencia” del 23-F para evocar a Suárez

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El alcalde de Cebreros (Ávila), Ángel Luis Alonso (tercero por la izqda.) posa junto a varios de los miembros del 'gobierno del 23-F', ayer, a la entrada del Museo Adolfo Suárez y la Transición, de la localidad abulense. / R. Sanchidrián (Efe)

Fueron los primeros en tomar las riendas del Gobierno cuando Adolfo Suárez y su sucesor Leopoldo Calvo Sotelo, que iba a ser investido presidente, todos los ministros, dirigentes políticos y diputados quedaron secuestrados por los golpistas en el Congreso. Sabían que eran perfectamente fusilables al amanecer si el Golpe de Estado triunfaba. Aún así y todo cumplieron con su deber de defender la democracia. Y los golpistas Tejero, Armada, Milans y sus seguidores no consiguieron su objetivo.

Treinta años después, a la misma hora que Tejero y doscientos guardias civiles asaltaban el tempo de la democracia y la emprendían a tiros contra la cúpula y las paredes del hemiciclo para intimidar a los representantes de la soberanía popular, una decena de supervivientes de aquel “gobierno de emergencia” ha llegado a Cebreros (Ávila), el pueblo natal de Suárez, a rendir homenaje al ex presidente.

En la puerta del Museo Adolfo Suárez y la Transición, pregunto a José María cómo esta su hermano Adolfo y se le humedecen los ojos. “Bien, ¿cómo va a estar el hombre?” Su respuesta es circunstancial. Él y su cuñado Aurelio Delgado, Lito para los amigos, saben que está mal. Le visitaron el lunes en su casa de La Florida, en Madrid, y prefieren el recuerdo a la realidad. “Yo tengo mi imagen imborrable de él –dice José María–, y es la que quiero conservar, aunque me corregía y me reprendía bastante, no creas”.

Los recién llegados saludan a los familiares y posan para la foto ante el pórtico románico (siglo XIV) de la vieja iglesia de San Francisco, que ha sido rehabilitada para albergar el Museo. En el patio que bordea el recinto hay dieciséis olivos y siete bustos de los ponentes de la Constitución. “Esto estaba en ruina, las paredes llenas de pintadas; los chavales venían a hacer botellón”, me explica la esposa del alcalde, Ángel Luis Alonso, que muestra el museo a los ilustres visitantes. Un centenar de vecinos les siguen con la mirada y van ocupando el salón de actos.

El jefe de la Casa Real, Alberto Aza (izqda.) y Francisco Laína, que actuó de presidente en funciones durante el 23-F, ayer, en Cebreros. / R. S. (Efe)

Han venido doce de los 22 que formaron aquel “gobierno de subsecretarios”. Están Alberto Aza, que era el jefe del gabinete de Suárez; Francisco Laina, que actuó de presidente del Gobierno en funciones durante las 18 horas que duró el golpe; José Ramón Álvarez Rendueles, que fue gobernador del Banco de España; Rosa Posada, portavoz del Gobierno; Carlos Robles Piquer, cuñado de Fraga y número dos de Exteriores; Eugenio Nasarre, subsecretario de Cultura; Arturo Romaní, de Justicia; Juan Díez Nicolás, de Ordenación Territorial y Medio Ambiente, así como los también altos cargos Fernando Viña, Gabriel Ferrando, José María Fernández Cuevas, Rafael Ansón y el jefe de la segunda sección de la Guardia Civil entonces, general Andrés Cassinello, que ahora preside la Asociación para la defensa de la Transición.

Díez Nicolás entrega al Museo la constitución que a las 2:30 de la madrugada del 23-F firmaron todos los reunidos en aquella sala de la calle Amador de los Ríos, 7, sede de la secretaría general de la Seguridad del Estado. Fue el testimonio de su lealtad a la democracia. Acto seguido, Emilio Contreras abre el acto con una frase: “Nuestro recuerdo emocionado a Adolfo Suárez, que está pero ya no es. Él fue la auténtica estampa del valor aquella noche”. Francisco Laina añade: “Las emociones nos llenan el alma como homenaje a su persona; si no estuviese atrapado en un mar de tinieblas estoy seguro de que estaría aquí con nosotros”.

Aunque el alzheimer haya borrado la memoria de Suárez, Laina no necesita recordar nada porque no ha olvidado nada. Le molestan “las falsedades e inexactitudes” sobre el 23-F. “Estoy aburrido de explicar que no fue Sabino Fernández Campos ni el Rey, no, quienes propusieron la formación de la comisión de gobierno; la idea partió de José Terceiro Lombao, secretario del ministro de la Presidencia, Pío Cabanillas. Se la expuso al subsecretario de Interior, Luis Sánchez Arguindey, quien me la consultó a mí y la pusimos en marcha”.

Laina llamó a Fernández Campos para comunicarle la creación de la comisión gubernamental. “A él le pareció bien y me dijo que iba a consultar al Rey. A los pocos minutos recibí la llamada del Rey, que me dijo que constituyera la comisión cuanto antes y que nos pusiéramos de acuerdo con la Junta de Jefes de Estado Mayor, que estaba reunida, y que trabajásemos en coordinación con ella”.

El entonces secretario de Seguridad del Estado llamó a todos los altos cargos ministeriales. Los primeros en llegar a Interior fueron Robles Piquer y Díez Nicolás. “Hubo alguno que tomó sus precauciones: el profesor Barea, que era secretario general de la Seguridad Social pensó que era una trampa de los golpistas y pidió hablar conmigo”. Después se sumó a la reunión. “Hubo dos, ya fallecidos, que se mostraron renuentes y no acudieron”.

El letrado Joaquín Argote, Arguindey y el propio Laina elaboraron un comunicado con el que intentaron tranquilizar a la gente diciendo que el golpe sólo afectaba al Congreso, a la Capitanía General de Valencia y a la División Acorazada Brunete, y que el resto de las unidades militares en toda España estaban tranquilas. También daban a conocer la creación de la comisión, de modo que los españoles supieran que aunque el presidente y los ministros estaban secuestrados, seguía habiendo un gobierno compuesto por civiles. “Es un buen comunicado que puede valernos el fusilamiento”, exclamó Manuel Pérez Olea, que era subsecretario de Obras Publicas.

Aquel mensaje de tranquilidad se emitió a las 21:30 horas por televisión, “muy tarde”, en opinión de Laina, que hubiera deseado mayor celeridad del director de TVE, Fernando Castedo. Laina se retiró a su despacho, donde tenía los teléfonos Malla-O a prueba de escuchas para hablar con el Rey, el jefe del Gobierno y los ministros. Después se reunió con la Jujen, en la calle Vitruvio y acudió al “puesto de mando” en el hotel Palace, donde debidamente informado por el general Gabeiras de los propósitos de Alfonso Armada, ordenó su detención en cuanto saliera del Congreso, a donde había entrado para autoproclamarse jefe de Gobierno. Su negociación con Tejero fue mal. A la 1:13 horas, cuando TVE emitió el mensaje del Rey “el golpe comenzó a desinflarse”, explicó Laína.

Cae la noche y estos “fusilables” al amanecer si el golpe hubiese triunfado siguen contrastando sus recuerdos en un hotel cercano donde se disponen a cenar. Su alegría por la rendición de los golpistas y el triunfo de la democracia sólo se ve empañada por el velo de nostalgia de no poder brindar con Suárez en fecha tan señalada. ¿Cómo crees que le gustaría que le recordaran?, le preguntó a su hermano José María: “Como lo que fue, nada más y nada menos”.

3 Comments
  1. Ramón says

    Es lamentable que se siga ocultando el nombre de los que no estuvieron a la altura de las circunstancias y se tilde de demócratas a los jaleaban el «golpe de timón» para llegar al poder al margen de las urnas.

  2. Polo says

    Agradezco el homenaje y el recuerdo que le tributáis. Gracias por este artículo que refleja muy bien el acto.

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