¡Indignaos!, un mediocre panfleto en el mejor sentido

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Stéphane Hessel, en el mitin de final de campaña de Los Verdes, en las regionales francesas de 2010. / Wikimedia Commons

Me suele suceder con los grandes éxitos editoriales internacionales y me ha vuelto a ocurrir con ¡Indignaos!, de Stéphane Hessel. Me decepcionan, probablemente por las altas expectativas que los preceden.

El librito ha provocado un tsunami comercial en Francia, donde se han vendido más de un millón y medio de ejemplares. Su incitación a la rebeldía pacífica contra el despotismo de los mercados y la liquidación del estado del Bienestar quiebra el discurso dominante inoculado sin miramientos los grandes medios de comunicación. Merece toda nuestra indignación la paradoja señalada por el autor contra los recortes del Estado del bienestar: “¿Cómo puede ser que actualmente no haya suficiente dinero para mantener estas conquistas cuando la producción de riqueza ha aumentado considerablemente desde la Liberación, un periodo en que Europa estaba en la ruina?”.

Resulta imposible no reconocer que el éxito de ¡Indignaos! se debe a la biografía del autor, lo que introduce en el ámbito de la no ficción una tendencia cada vez más asentada en la narrativa: la primacía del yo del autor frente al contenido. A sus 93 años, Hessel cuenta con méritos vitales indiscutibles: perteneció a la Resistencia francesa, sobrevivió a Buchenwald y fue uno de los redactores de la Declaración Universal de Derechos Humanos, el único vivo en la actualidad.

No le falta lucidez para señalar los grandes problemas: la tiranía de los mercados, cuyo carácter invisible dificulta la reacción contra su poder omnímodo; el individualismo de los que creen posible encontrar un rincón apacible donde no les salpique la miseria del mundo; la desigualdad creciente; el poder de los medios de comunicación como transmisores de ideología. Sin embargo, se equivoca al introducir la cuestión palestina. Es una digresión impertinente en el género. ¡Indignaos! es un panfleto, en el sentido más noble del término, y si por algo se caracterizan los panfletos es por no divagar. Un panfleto ahorra razonamientos para dar fuerza a la mera persuasión, la agitación, la militancia, la conmoción. Ser un buen redactor de panfletos requiere de una exquisita puntería e introducir una digresión equivale a disparar al aire.

Aunque aboga por la rebeldía pacífica, su censura de la violencia por cuestiones meramente estratégicas y no morales resulta, directamente, repugnante. Por último, es imposible no percibir en sus palabras un tufillo de izquierda conservadora. Hessel propone medidas como las tomadas por el Consejo de la Resistencia, cuando no vivíamos en la sociedad red global y la economía real tenía más peso que la virtual. La postguerra mundial no es el mundo de hoy. Tiene razón en que la primera década del siglo XXI ha significado retrocesos en todos los ámbitos. Pero contrarrestarlos con políticas de la década de los 40 del siglo pasado implica un retroceso aún mayor. Las ideas de progreso, los principios de la Ilustración están ahí desde hace más de 300 años, y ellas serán la inspiración de la próxima rebelión izquierdista, sin duda. Necesitarán un buen panfletista que las sepa adaptar al mundo de hoy. Y ése no es Hessel.

11 Comments
  1. Arturo says

    Gracias Irene.
    Tras leer el «panfleto» no entendí cómo había tenido tanto éxito, pero yo no sabía explicar qué es lo que no me gustaba del texto, probablemente sea esa digresión lo que yo no sabía detectar.
    Completamente de acuerdo en cuanto a la importancia de censurar la violencia por cuestiones morales.

  2. red10 says

    He pasado por aquí a raíz de que un amigo me ha recomendado tu libro.
    Es un placer compartir estas tus reflexiones.
    Aquí un amigo.

  3. ignatius says

    Es cierto Irene, que se necesitan adaptar esas ideas… pero también es cierto que la incitación a la indignación, genera un caldo de cultivo bipolar, donde según se azucen las aguas el espíritu terremoto de Hessel) puede encender algo la mecha, y no sólo en militantes… lo que es más que necesario para que la acción ciudadana consciente haga algo… y ese espíritu (aún arropado en la entrañable figura del personaje Hessel) ojalá se contagie un poco… ese panfleto suma, si a alguien le hace identificar un poco más a los invisibles enemigos… todo esfuerzo es poco, por eso es más mediocre no hacer nada, ¿verdad? Por que al fin y al cabo: facta non verba…

  4. Marco Delapuerta says

    Estimada Irene, gracias por tu opinión y valoración.
    A mi el texto no me pareció tan «light» y menos con «tufillo de izquierda conservadora»… ojalá la facción conservadora de izquierda tuviese ese olor. Eso no creo… me parece más bien, que la mayoría «no sabe no contesta», asume no sabe muy bien el qué, pero continúa bajo el yugo multiforme economicista y financiero de este momento.

    A propósito del texto en cuestión, como dice Ignacio Ramonet de Le Monde Diplomatique:
    «(…) Finalmente, se declara partidario de una “insurrección pacífica”. En particular contra los medios masivos de comunicación en manos del poder del dinero, y que “sólo proponen a los ciudadanos el consumo de masas, el desprecio hacia los humildes y hacia la cultura, la amnesia generalizada y una competición a ultranza de todos contra todos”. Stéphane Hessel ha sabido expresar con palabras, lo que tantos ciudadanos golpeados por la crisis y por las medidas de regresión social sienten en el fondo de sí mismos. Ese sentimiento de que les están arrebatando sus derechos, esos anhelos punzantes de desobedecer, esos deseos de gritar hasta perder el aliento, esas ganas en fin de protestar sin saber cómo…
    Todos esperan ahora la segunda entrega. Cuyo título, lógicamente, sólo puede ser: ¡Sublevaos! »

    …y para los que quieran emitir su propio juicio, les invito a leer el pequeño texto en este link:
    http://es.scribd.com/doc/48835800/Indignense-de-Stephane-Hessel

    Gracias Irene, salud

  5. Aleve Sicofante says

    Yo no encuentro tan fuera de lugar la «digresión palestina». Es posible que en un panfleto se necesite la contundencia y ausencia de argumentación que usted indica (lo que ya es discutible), pero esa digresión sólo es el prólogo necesario para declarar la ineficacia de la violencia. Que en una situación tan angustiosa como la que vive Palestina, la respuesta violenta sea tan comprensible como inútil sirve al autor para ilustrar por qué las opciones no-violentas son preferibles.

    Tampoco creo que el autor desprecie el aspecto moral de la violencia. En una llamada a la acción simplemente no hay espacio para esa clase de análisis moral. Ni siquiera el enemigo a batir es considerado en términos morales. Si la violencia es legítima y moral o no sí que está fuera del ámbito de un panfleto que llama a la acción. Sin embargo, la violencia sucede casi de forma instintiva a la indignación, así que no está de más indicar que, por comprensible que resulte (como en el caso de los palestinos asediados), es una vía muerta y hay que evitarla.

    Por último, tampoco percibo ese «tufillo de izquierda conservadora» o, mejor dicho, dudo que un escrito de este tipo tenga mucho que ver con una época concreta, modernidad o antigüedad. No hay nada esencialmente distinto entre enfrentarse a una Alemania nazi invadiendo el mundo y hacerlo contra la economía financiera empobreciendo nuestras vidas y carcomiendo nuestras sociedades. Sí, puede que el enemigo de los años 40 tuviera cara y ojos (Hitler) y que este sea un ente sin forma física concreta (los «mercados»), pero el problema es preocupantemente similar: en ambos casos el pueblo se enfrente a la pérdida de su soberanía a manos de una tiranía.

    No deja de tener su gracia que tan pocos años después de que algunos declarasen el final de la Historia, nos encontremos en la urgente situación de iniciar una batalla histórica. El asalto de los mercados a nuestra soberanía (que está prácticamente consumado) se está viviendo en todo el mundo con una indolencia asombrosa, como si las clases medias creyeran que esto sólo es un mal sueño, una crisis más que ya se pasará. Van a hacer falta muchos de estos panfletos y la ayuda de los propios tiranos (cuya avaricia acabará por romper el saco) para despertar a la gente de una vez.

    Por último, un panfleto es una pieza mediocre casi por definición. No entiendo qué espera usted de uno, o qué cosa sería un «panfleto brillante».

  6. MAO says

    Solamente algunas dudas sobre «censura moral» de utilización de la violencia. No lo entiendo, mejor dicho, creo entenderlo, pero sería interesante «hablarlo» más. Lo que está siendo una tremenda evidencia es que la indignación se traduce en muchos casos y países en «manifestación violenta» debido a la desesperación. Y así «desesperados» podemos comenzar a sentirnos en la situación a la que los gobiernos llevan a gran parte de sus ciudadanos ante el retroceso de derechos. Ahora reformar es volver a situaciones laborales, sociales, fiscales, sanitarias, etc de hace 40-50 años.Lo que yo tengo claro es que serán, seremos los pensionistas los que irán en primera fila en las revueltas, cuando supongan-supongamos el 30-35-40% de personas viviendo por debajo del umbral de la pobreza, en la siempre rica y avanzada Europa.

  7. Robespierre says

    Desde luego, Sra. Lozano, lo suyo requiere aclaración. «Izquierdista», «izquierda conservadora».¿De dónde saca usted ese lenguaje? ¿Cree que la reivindicaciòn del liberalismo democrático del que usted hace gala pasa por utilizar los términos de Intereconomía o Libertad Digital? Siendo usted lingüista debería tener más cuidado. Hágaselo mirar, Sra. Lozano, o acabará usted, sin pretenderlo, en la caverna. Si no ha entrado ya.

  8. Michel Henric-Coll says

    ¡Así que el autor ha acertado! Cuando no se encuentra más a criticar que algo en la forma, y se usan calificativos vacíos pero despreciativos, es la indudable prueba que el contenido ha acertado.
    Y además, los que tienen razón siempre molestan al ‘establishment’. Es uno de los síntomas más fiables del acierto.

  9. celine says

    Parec que irene también ha acertado en este escrito, a juzgar por los sustanciosos comentarios. Gracias por este debate tan rico, especialmente a Aleve Sicofante: sí que se vislumbra apenas un largo y tortuoso camino por delante si se quiere combatir al enemigo auténtico: la inercia humana. La inclinación por no saber, no padecer. Como si tal cosa fuera posible.

  10. anónimo says

    Mi niña, me parece que perteneces a los lobbies de los ricos, me parece que estás con la derecha…

  11. César says

    Irene, totalmente de acuerdo en que el éxito del libro se basa únicamente en la trayectoria vital del autor, puesto que el contenido que denuncia es cuando menos, poco informado en base a los progresos logrados del programa Objetivos del Milenio de la misma ONU. Pero es que aparte de la simpatía que despierta el haber luchado contra los nazis y haber padecido internamiento en campos de concentración, la real autoridad moral de lo que denuncia le viene investida por su papel como redactor de la Declaración Universal de Derechos Humanos. Y este es el problema que los medios no aventan por desconocimiento o por interés (yo pienso que por «interesado desconocimiento»): Stephane Hessel NO ha sido redactor, ni co-redactor de la Declaración, ni siquiera de ninguno de los borradores previos… Es cuando menos una exageración interesada y como tal, deshonesta (para los interesados puedo adjuntar documentos y links de la misma ONU y hasta del mismo Hessel). Espero que no llegue al escándalo de Enric Marco con lo de su falsa estancia en Mauthausen. Hay muchas cosas de las que indignarse, pero no son las del panfleto, y soy como tu de la opinión de que la izquierda debe reinventarse a sí misma con un discurso realmente honesto que defienda la relación más adecuada entre libertad y justicia social, que permitan una vida digna a los habitantes de nuestro planeta y nuestros descencientes.

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