Antisemitas que molan

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John Galliano, el pasado lunes, al llegar a la comisaría de París donde mantuvo un careo con la pareja de querellantes que le le ha acusado de insultos antisemitas y agresiones leves. / Ian Langsdon (Efe)

Parece una epidemia. Desde que John Galliano, el niño malo y bonito de Dior, fue pillado de marrón hitleriano en un garito del Marais, parece que vuelve a salir un antisemita de debajo de cada piedra. Tenemos al actor Charlie Sheen mentándole el nombre judío (Chaim Levine) a Chuck Lorre, el creador de la serie Dos hombres y medio de la cadena CBS. Tenemos a Julian Assange quejándose de que se siente víctima de un complot judeo-periodístico, según The New York Times. Tenemos hasta a Glenn Beck, el Losantos del Tea Party, quien compara a los judíos reformistas con el islam radical. No nos olvidemos de Helen Thomas, la decana del cuerpo de prensa de la Casa Blanca que tuvo que dimitir no hace tanto tras sugerir que los judíos salgan de Palestina y se vayan a Polonia. Por supuesto siempre nos quedará Mel Gibson. O Louis Ferdinand Céline, el clásico de la literatura francesa al que Francia ha decidido no conmemorar en el cincuenta aniversario de su muerte precisamente por los horrores que escribió contra los judíos, como nos recordaba aquí mismo, hace muy poco, la compañera Elvira Huelbes.

Me meto en este jardín con la autoridad que espero que me dé haberme retratado a menudo como algo más que amiga del pueblo judío. Lo he sido y lo soy cuando eso no es ninguna ganga. Cuando lo que vende es liarse el pañuelo palestino a la cabeza y dar caña a Israel siempre y en cualquier circunstancia, que si tú no sabes por qué, ellos sí; algo malo habrán hecho. A mí todo esto me entristece e indigna, en ocasiones hasta me aterra, pero no siempre lo consideraría antisemitismo. A menudo considero más preciso calificarlo simplemente de estupidez.

Demos por favor un repaso a la cosecha de antisemitas con que habríamos el artículo. Galliano: un provocador nato, el Salvador Sostres de la moda, sólo que con más pelo y más talento. ¿De verdad alguien se cree que semejante narciso amoral tiene tiempo de ser un antisemita serio? Las últimas noticias son que va a ingresar en un centro de rehabilitación. ¿Desde cuándo el odio racial se cura en una clínica?

Charlie Sheen: otro que tal. De profesión golfo de lujo, ya no sabía qué hacer para que le echaran de la CBS, pero dándole pasta en lugar de reclamársela por dejarles tirados y largarse a cobrar el doble a la HBO. Además ha tenido los reflejos de contestar a la poderosa Liga (judía) Anti-Difamación que el antisemita no es él por llamar por su nombre judío a un judío que no lo usa, que si acaso lo será este mismo judío, por cambiarse el nombre. Sheen será un macarra, pero desde luego no tiene un pelo de tonto.

Julian Assange jura que miente la fuente de The New York Times que le acusa de haber dicho que se sentía víctima de un contubernio judío contra WikiLeaks. Es posible que en realidad no lo dijera (yo siempre estoy con la presunción de inocencia a muerte), pero lo cierto es que nadie ha tenido ninguna dificultad en creérselo. Lo cual, sintiéndolo en el alma, me obliga a insistir en que este hombre es un irresponsable y un inmaduro notorio cuya personalidad supone una amenaza mucho más seria para WikiLeaks que ningún ataque de la CIA. O del Mossad. Si todos los antisemitas tuviesen este nivelazo el estado de Israel ocuparía en los mapas una extensión comparable a la de la antigua Unión Soviética.

De Glenn Beck prefiero no hablar porque me aburro y de Helen Thomas tampoco porque me deprimo. Además el tema del día y del artículo no eran ellos sino los presuntos antisemitas guays, la gente que “parece mentira” que le haya podido dar por ahí, desarrollar ese súbito lado monstruoso.

Volvamos por ejemplo a Mel Gibson. Ahora que ya está más acabado que las maracas de Machín parece fácil reírse de él y hacer comentarios crueles sobre el modelo de calzoncillos que exhibía en Arma Letal. Pero en su día la majestuosa Sigourney Weaver dijo de él que era el hombre más sexy con el que había trabajado nunca, y estábamos de acuerdo todas, feministas paramilitares incluidas. Aún recuerdo los gritos de dolorido desencanto de mis amigas cuando Gibson proclamó que la mujer con la pata quebrada y en casa, cuidando de los niños, etc. Y lo siguiente que se supo fue que había rodado La Pasión de Cristo.

¿Va quedando claro que a veces un presunto antisemita no pasa de ser un friqui? Tan peligroso como minimizar los verdaderos focos de odio étnico es no percibir a tiempo lo triviales que pueden llegar a ser estas cosas. El profundo elemento grotesco que encierran: llega un momento que hay quien alaba a Hitler o se caga en los judíos, hablando en plata, porque le parece lo más provocador y transgresor. El caca-culo-pedo-pis supremo.

Personalmente me choca el contraste entre la hiperreacción ante estas chorradas y la falta de ella cuando el asunto realmente es serio. Ergo, desconcertante. El caso Céline pone los pelos de punta por lo que tiene de negación de las posibilidades de la inhumanidad. Es como cuando uno se niega a admitir que tiene cáncer. Céline tenía estas ideas podridas y a la vez es uno de los mayores escritores que en el mundo han sido. Francia podría conmemorarle perfecta y fríamente separando el grano de la paja, la alta literatura de la sinrazón, ¿por qué no lo hace? ¿Tendrá algo que ver con que en realidad los miembros de la mítica Resistencia Francesa frente a los nazis cabían todos dentro de un taxi, aunque eso nunca se haya querido admitir?

He linkado antes el artículo de Elvira Huelbes porque me parece de lectura obligada, sobre todo el siguiente párrafo: “Cuando se estrenó El hundimiento, la película  de Oliver Hirschbiegel sobre los últimos días de Adolf Hitler basada en la obra del historiador alemán Joachim Fest, mi profesor de alemán se enfadó muchísimo: consideraba que el director trataba al genocida con benevolencia, como si fuera humano. La mala noticia es que era humano. Y es mejor no cerrar los ojos a esa humanidad que todos compartimos y que nos puede devolver una imagen terrorífica de nosotros mismos en según qué circunstancias”.

Ese es el problema, no el pedo de Galliano.

8 Comments
  1. inteligibilidad says

    Comparto aquí la opinión de la señora Grau, aunque en cuanto a los primeros párrafos del artículo hay que insistir en que antisioismo no es lo mismo que antisemitismo.

  2. Hipocresía e ignorancia says

    ¿Qué es Gaza sino un gigantesco campo de concentración? ¿Qué es Israel sino un Estado dirigido por fanáticos? ¿Hay diferencia entre Irán e Israel más allá del libro que respectivamente adoran? ¿Qué sería Israel sin las armas y los dólares? ¿No hubo también homosexuales y gitanos en Auschwitz y demás campos? ¿Por qué nunca se hace referencia al Holocausto gitano? ¿Alguien se ha parado a pensar en el síndrome del judío, que hace a los demás lo que antes le hicieron a él? ¿Hay motivos para ser antijudío? ¿Escribirá alguien alguna vez sobre estos temas sabiendo que los árabes (musulmanes o no) también son semitas? Desde luego que hay mucho friqui suelto

  3. anick says

    «¿Tendrá algo que ver con que en realidad los miembros de la mítica Resistencia Francesa frente a los nazis cabían todos dentro de un taxi, aunque eso nunca se haya querido admitir?»

    Solamente los que se identifican con los gobiernos colaboracionistas de Vichy, pueden decir este tipo de chorradas.

    Algunos se empeñan en olvidar los miles de asesinados por la gestapo y los colaboracionistas en Francia por pertenecer a la resistencia, o por no colaborar con el régimen filonazi. Entre ellos muchos republicanos españoles.

    Confunde la acomodada clase media española su propia experiencia de colaboración con el nunca derrotado franquismo y el patético papel del antifranquismo de salón que prácticaron muchos, con la oposición al fascismo en el que se jugaron la vida muchos.
    Mucho aprendiz de Mayor Oreja y plácido colaboracionismo se respira en España por desgracia.
    Del resto de propaganda sionista ni me molesto en comentar.

  4. sam says

    Le recomiendo que se vaya a tomar un café con Pilar Rahola, otra que cojea de la misma pierna

  5. joseba says

    Pues a mí lo que me había llamado la atención, en los casos de Mel Gibson y Charlie Sheen, era cómo el éxito económico (oye, que sí que te puede dar tranquilidad…) y tener «la vida resuelta» era compatible con estar a hostias con todo el mundo, es decir no aguantarse a uno mismo. Y en el caso de Galliano pensé:otra vez lo mismo. Pero claro, no debe ser este el tema…

  6. alegret says

    Que pena que no le hubieran gaseado por maricón plumífero. Qué gentuza.

  7. Jonatan says

    No compare, Anick: Franco ganó la guerra y a ver qué se va a hacer. Los maquis lo intentaron. Por cierto: Sarkozy tampoco este año ha honrado a los españoles que liberaron París. Don’t worry, be happy.

  8. Aguila says

    Ya sale todo el virus anti semita como en los mejores tiempos del franquismo.Israel es exitoso mientras el mundo árabe se debate entre dictadores y reyes feudales.

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