Llamazares apuesta por una coalición con Equo para las generales de 2012

No sé si lo recordarán, pero llevaba tiempo buscando a Gaspar Llamazares, y finalmente, después de un breve encontronazo con la ex ministra Ana Pastor, recién aterrizada de Vigo, donde había atendido a un señor al que le había dado un síncope escuchando a Rajoy en un mitin, sin que forzosamente fuera por ello, le encontré el martes en el Congreso de los Diputados sentado en el poyete del patio. Para quienes no conozcan al diputado de IU les diré que no se distingue ni por su humor desternillante ni por su optimismo. Así que pueden imaginarse su respuesta cuando inicié la conversación con una pregunta tan neutra como ésta: ¿Cómo lo ves?

Como habrán adivinado, Llamazares lo veía muy malamente, y eso que la última encuesta del CIS da a su formación la llave de algunos territorios como Extremadura, Aragón y quizás Asturias, además de ayuntamientos como los de Sevilla o Zaragoza. Será porque ha visto ya demasiados sondeos en los que las expectativas de IU nunca terminan de cumplirse o porque está escarmentado de que siempre haya 800.000 de sus potenciales votantes que acaban eligiendo la papeleta del PSOE tras atender la llamada del voto útil. En resumidas cuentas, que no reventaba de contento.

Tampoco me extrañó que a Llamazares no le pareciera ni siquiera una idea a considerar exigir a los socialistas como condición previa a cualquier pacto la modificación de la ley electoral, esa norma tan democrática por la que los votos de IU valen la décima parte que los del PSOE o los del PP. El de Logroño (sí, es de Logroño) no es que lo viera malamente; es que no lo veía. Argumentaba, no sin falta de razón, que si los suyos no se avenían a pactar con el PSOE, los de Zapatero harían lo propio en aquellos casos en los que la lista de IU fuera la más votada, lo que implicaría de entrada la pérdida del Ayuntamiento de Córdoba, la joya de la corona, aunque sea ésta una corona con menos pedrería que una barra de cortina.

Decididamente, Llamazares no estaba para ver gran cosa.  No hará falta que les cuente su respuesta cuando le pedí que me dijera dónde se veía a sí mismo en las generales de 2012. No es que no se viera en las candidaturas de IU, pero se veía con mucha dificultad. Me contó que estaba ya mayor para la pelea partidaria, lo que traducido al castellano significa que sólo en el caso de que se le ofreciera un puesto con opciones de salida  aceptaría el envite.

La cosa, por tanto, es extraordinariamente complicada. En primer lugar porque siendo Cayo Lara el cabeza de lista por Madrid, el lugar idóneo para Llamazares sería el segundo lugar de la candidatura, y conociendo las maneras en las que la organización madrileña se las gastó con Inés Sabanés, una de sus partidarias, la misión se antoja imposible. ¿Y el tres?, dije yo. Al tres, según parece, no se le espera. En su opinión, sería más factible sacar un diputado por Valencia, Sevilla o Málaga que obtener el tercero por Madrid.

A esas alturas me percaté de que pintaba en bastos. Si con la que estaba cayendo para el PSOE, IU presumía más que complicado asegurar tres diputados por Madrid, ¿qué tendría que ocurrir para que las próximas elecciones generales no fueran un nuevo capítulo de Supervivientes? Les sorprenderá saber que, llegados a ese punto, Llamazares sí que veía una salida: una coalición con Equo, el movimiento impulsado por el ex director de Greenpeace España, Juan López de Uralde. Junto a Equo, IU sí podría darse por refundada, plantearse los tres diputados por Madrid y contar nuevamente con Supergaspi en el Congreso. ¿Qué quién sería el tercero? Pues López de Uralde, lógicamente. ¿El problema? Que para una cosa que Llamazares ve diáfana, es el sector mayoritario de IU el que no lo ve tan claro. Veremos, que diría Miguel Ángel Aguilar.