Hoy sábado se entrega un premio significativo en Nueva York. Lo conceden a medias los Archivos de la Brigada Abraham Lincoln (ALBA) y la Fundación Puffin. ALBA es una entidad sin afán de lucro que desde 1979 gestiona la memoria documental que se conserva de los 2.800 voluntarios norteamericanos que durante la guerra civil española se unieron a las Brigadas Internacionales en defensa de la República. Puffin en inglés significa frailecillo, un ave amenazada que pudo recuperarse gracias al activismo, y por eso se llama así esta fundación que desde 1983 concede toda clase de becas y ayudas a expresiones sociales y artísticas con pocas posibilidades de prosperar abandonadas a su suerte y a la del mercado. La Fundación Puffin pone los 100.000 dólares con que anualmente se dotará el nuevo Premio ALBA/Puffin al activismo en pro de los derechos humanos. El premio se entrega por primera vez el 14 de mayo de este año, y la primera persona que lo recibe es el juez español Baltasar Garzón.
Hasta aquí la noticia. A partir de aquí, las valoraciones. Sebastiaan Faber, presidente de ALBA, trata de hacernos entender el impacto de este premio para Estados Unidos y para el jurado norteamericano que ha fallado a favor de Garzón: “por supuesto desde ALBA valoramos positivamente que el premiado sea español y que se haya ocupado de la guerra civil española, pero nada de esto era un requisito indispensable para obtener el premio ALBA/Puffin, creado para reconocer la labor a favor de los derechos humanos por encima de países, verdaderamente sin fronteras; ese y no otro era el espíritu de las Brigadas Internacionales”
Garzón es muy popular entre la progresía americana desde mucho antes de ponerse a investigar los desaparecidos de la guerra civil y el franquismo. Su audaz instrucción del caso Pinochet causó un verdadero terremoto en la Administración Clinton –que heredaría la de George W. Bush, y que en cierto modo aún colea en plena era Obama-, al forzar a la Casa Blanca a confrontar un período de su pasado del que el mismísimo Colin Powell ha reconocido que “no podemos estar orgullosos”. A raíz del caso Pinochet el peligro de una detención internacional ha planeado sobre la cabeza del mismísimo Henry Kissinger. Y más recientemente, Garzón tampoco se ha “cortado” de amenazar con procesar a Bush y a media docena de sus asesores para responder de eventuales casos de tortura en Abu Ghraib y en Guantánamo.
Se comprende que el juez español sea un ídolo en determinados círculos norteamericanos. Pero Sebastiaan Faber matiza: “no nos gusta meramente porque se mete con el gobierno de Estados Unidos y ya está”, sino por su acción “a favor de la jurisdicción universal y de la justicia transicional, es decir, porque los delitos y crímenes contra la Humanidad puedan ser perseguidos en todas partes, al margen de quién gobierna y de si hay o no hay acuerdo político”. Menos leyes de punto final o de punto y seguido, y más automatismo jurídico. Que uno pueda denunciar los asesinatos de una dictadura como se denuncia al que te roba la cartera en el metro.
En Estados Unidos hay hambre de este tipo de planteamientos, toda vez que el país vive inmerso en notables paradojas como ser uno de los primeros impulsores del Tribunal Penal Internacional… sin someterse a él. En casa del herrero justiciero mundial, ¿cuchillo de palo? El tema tiene enjundia si se debate a fondo, pues no faltan expertos (incluso de izquierdas) que advierten de que la jurisdicción universal estropea más de lo que remedia porque está en su naturaleza ser vivida como una imposición por los países que la “sufren”. Que son los que no tienen más remedio. Por eso raramente sirve para que no se vuelvan a cometer los crímenes que castiga, opinan algunos. Sin olvidar a los que creen que los jueces que se apuntan a este tipo de causas buscan más el autobombo que la verdadera justicia.
Pero obviamente esa no es la opinión de Faber, ni de ALBA, ni de la Fundación Puffin, que le entregan este premio a Garzón en la confianza de impulsar un mundo mejor y sin ánimo ninguno, atención, de provocar o de tomar partido. Saben que en España Garzón está pendiente de posible procesamiento por prevaricación, pero ellos, en esto, no se meten. Desde su punto de vista el juez español “ha investigado lo mismo a la derecha que a la izquierda; vamos, que no se puede ser más apolítico”.
Desde mi admiración hacia una insigne personalidad, en este caso un juez, y nada menos que a Don Baltasar Garzón, mi admiración, digo, y mi enhorabuena por la concesión de ese merecidísimo galardón.