Cartones, más cartones. Los antidisturbios acechaban en la calle de Alcalá y en la Carrera de San Jerónimo. Los jóvenes siguen acarreando cartones. El adoquín es duro y se quieren sentar. La noche será larga. Los antidisturbios acechan. Cartones, más cartones. Los acarreadores buscan en las basuras y pasan delante de los guripas como Pedro por su casa. No hay nada malo en la sentada. Son cientos, varios miles, y los antidisturbios son pocos para tanta gente. La Puerta del Sol, kilómetro cero de las Españas, ha sido inundada por unos tipos pacíficos, cívicos, de quince a treinta años, que no tienen nada que perder, ni siquiera las cadenas.
“Yo no espero nada de esta protesta”, me dice Julia Bermeo. “Yo me quiero ir de España”. A su lado, Pelayo la anima: “Vamos a cambiar las cosas”. Ella niega con la cabeza. Un grupo de músicos afina los clarinetes. “Soy músico, estoy en paro”, dice Moisés. “Estamos aquí para que se nos oiga”, dice Ramón, que reparte pizzas los fines de semana para sobrevivir. Lucas Rodríguez no se anda por las ramas: “Yo estoy aquí para cambiar el mundo”.
Cartones, más cartones. Los cientos de jóvenes son ya dos mil, y siguen llegando por los cuatro puntos cardinales. Los antidisturbios lo ven negro. “Estos son indisolubles”, confiesa el jefe de la compañía, un madero de pelo blanco, más facha que don Pelayo. “Lo tienen todo y no han dado un palo al agua”, me dice. Los jóvenes siguen llegando, ocupan ya el centro de la Puerta del Sol. Son las diez de la noche y los antidisturbios se desaniman. La céntrica plaza es un hervidero: dos mil, tres mil, cinco mil jóvenes. “Que nos cuente la policía, que para eso está”, dice Guillermo.
Cartones, más cartones. Siguen alfombrando de celulosa marrón los ásperos adoquines. Izan un parapeto de plástico por si llueve. Hay aplausos y algunos gritan la consigna histórica: “¡No pasarán!” Los antidisturbios se retiran sigilosamente. Los jóvenes se van sentando y forman corros. Platican y beben cerveza. Depositan los botes en bolsas de plástico. Los fumadores apagan con cuidado las colillas para no quemar a nadie. Algunos fueron desalojados la madrugada anterior por orden del excelentísimo alcalde don Alberto Ruiz Gallardón, de consuno con la delegada del Gobierno, María Dolores Carrión.
“En Granada hay cinco mil”, informa alguien provisto de un altavoz. “En Barcelona quieren hacer algo”, dice otro. “Y en Sevilla se están concentrando”, informa un tercero. La onda expansiva sigue creciendo. “Desde el kilómetro cero vamos a llegar muy lejos", dice Víctor Sánchez, que se ha apropiado del teléfono del reportero.
Este Víctor llama al presidente José Luis Rodríguez Zapatero. Pero el presidente no descuelga el teléfono. Entonces llama al secretario de Estado de Comunicación, Félix Monteira. “Oiga, don Félix, dígale al presidente que se pase por aquí y escuche nuestras demandas”. Monteira reponde: “De acuerdo, se lo diré”. “Y dígale que somos cinco mil y esperamos su mensaje”. “Muy bien, muy bien”, responde Félix.
Víctor sigue llamando. Manuel Arroyo filma. La secretaria general del PP, María Dolores de Cospedal, no contesta; el portavoz Esteban González Pons, tampoco. El ministro de la presidencia, Ramón Jáuregui, se pone al aparato y dice comprender la protesta, aunque no son horas para parlamentar. Las manecillas del reloj de la Puerta del Sol están a punto de dar las uvas de la ira y la indignación. Rosa Díez contesta: “Estoy cenando en Alicante”. El manifestante le dice: “Pues deje usted de cenar, suba a un avión y véngase aquí”. La dirigente de UPyD le cuelga el teléfono. “¿Lo habéis oído?, ¡Me ha colgado!” Le dicen de todo, menos bonita. Boris, Manuel, Alfonso…, siguen llamando. José Blanco no contesta, Joaquín Leguina no está, Alfredo Pérez Rubalcaba no responde. Chacón, tampoco. Son las doce de la noche. Cartones, siguen trayendo cartones.
por favor informaros un poco antes de escribir, Amparo Valcarce ya no es la delegada del gobierno, dimitió al empezar la campaña.
Tienes razón, Marieta. Imperdonable error. Ya está corregido. Gracias.
¿La Díez colgó el teléfono, sin más? Acabas de perder un voto, bonita.
Rosa Díez está haciendo dos mitines diarios en ciudades distintas para difundir un programa que contiene practicamente todas las reivindicaciones de los acampados. Es decir, se está currando muy duro transformar esta democracia cerrada y bipartidista. No está «pasando de na» ni de nadie.
Aunque colgar el teléfono no haya sido su gesto más audaz, Rosa Díez denuncia el bipartidismo y pide la reforma de la Ley electoral. Su programa se parece mucho al de Democracia Real Ya.
A rosa díez le tomaron el pelo, nada de una invitacion, ademas que fue a las 12 de la mañana. No cuela
yo hize la llamada y rosa diez no mostro ni un minimo de interes por lo que le comunicabamos,no solo eso,sino que resulto ser muy desagradable al no tener argumentos a las peticiones y dudas que le transmitimos…. seriamos pocos los que lo escuchamos y muchos que al leer esto nisiquiera se lo crean , xo si pretende cambiar algo lo primero que tienes que hacer es aprender ha escuchar.
En UPyD llevan años defendiendo en el Congreso el 80% de las reivindicaciones de DRY, entonces desde el PPSOE les llamaban demagogo-populistas.
Si es que no es eso: «nosotros votamos cada 4 años y el poder financiero vta todos los días». Como si fueramos necios, quieren que confundamos valor y precio. Ellos ponen el precio y nosotros nada valemos. ¡Que venga Antonio Machado!