Españoles: Zapatero ha muerto

Se requiere cierta guasa para convocar elecciones anticipadas el 20-N y pretender que esa es “una fecha cualquiera”. Un Zapatero de luto riguroso, casi en blanco y negro, compareció después del último consejo de ministros antes de las ¿vacaciones? para hacer no lo que se dice balance –ayer no tocaba, advirtió- sino para dar “certidumbre, que es estabilidad”. Elecciones el 20 de noviembre, presupuestos prorrogados de memoria y nuevo gobierno plenamente responsable de sus actos económicos a partir del 1 de enero de 2012. Y cada palo que aguante su vela.

La noticia se filtró a media mañana con una estrategia casi calcada a la de la Casa Blanca para dar a conocer la captura y muerte de Bin Laden en Paquistán. No se sabe si a Zapatero le costó tanto como a Obama dar con el discurso y con el tono. Mucho peor lo tenía, desde luego. No era tarea fácil salir a vender medio llena la botella que todo el mundo ve insoportablemente vacía: presumir de que la recuperación económica “está en marcha” aunque siga siendo “muy difícil” lo que queda por hacer. ZP presumió (con más arrojo que precisión) de que la economía española lleva siete trimestres consecutivos de crecimiento, se aferró a las cifras que justamente ayer desdibujaban levemente el cuadro goyesco del paro, presumió de reformas ya encarriladas y de las que espera encarrilar por decreto después del consejo de ministros del 19 de agosto y aseguró que todo lo hace pensando en el interés general, no en el de su partido.

Era poca Moncloa para contener tanta pasión institucional, tanto dar cuenta de la propia muerte anunciada, casi enterrarse a sí mismo. El presidente que fue amado y babeado hasta el delirio (recuerdo artículos comparando a su abuelo fusilado con el coronel Aureliano Buendía de “Cien años de soledad”) encajó con flema encomiable y casi inmutable que el enviado especial de El País al frente le preguntara, con exquisitas formas y acerado fondo, si se considera un fracasado.

Sus cejas eran su castillo. Su soledad, su capital. No será diputado, afirmó orgulloso. Tampoco estará en Rodiezmo. No citó a Rubalcaba por su nombre ni cuando aseguró que este estaba informado de su decisión. No le deseó suerte. No puso de su parte nada para la campaña en la que el otro insiste en decir que cuenta con él. ¿Un hombre solo frente a la crisis? ¿Un juguete roto y tirado? Horas después Rubalcaba aseguraría no haberle pedido “nunca” a Zapatero que adelante y respetar su decisión –y la de Griñán de NO adelantar en Andalucía- como se acatan las sentencias judiciales. Y sin embargo cierta procesión parecía ir por dentro. Si se quiere huir de la bomba-lapa presupuestaria y tener gobierno nuevo en enero, para que inventen ellos los recortes y se coman el desgaste con su pan, había que ir a las urnas en noviembre, vale. Pero, ¿tenía que ser en fecha tan señalada como el 20-N? “¿Creen que apelar a las dos Españas es su única oportunidad de ganar?”, preguntó una asistente a la rueda de prensa del candidato socialista. Él no lo confirmó ni lo desmintió.

"A mí me parece irrelevante”, había declarado Mariano Rajoy cuando un periodista extranjero le preguntó por lo mismo. Hay que tener en cuenta que en este momento hay países enteros donde la gente se pregunta si, con tanto 15-M, no estamos volviendo a la España del “no pasarán”. Hay quien cree que es cuestión de tiempo que vuelvan a poner bombas los anarquistas mientras pistoleros de la patronal les cazan por las calles. Y sin embargo tanto Rajoy como Rubalcaba apelaron ayer a la concordia y a la moderación.

Sobre todo el candidato popular, que quiere ser presidente ocho años, y que según dicen tiene inteligentemente clarísimo que eso no lo va a conseguir a base de pegar gritos en plan Martínez el Facha. “España ya no es de centro-izquierda sino de centro-derecha”, razonan en Génova, “el problema es que al PSOE siempre lo ven más cerca del centro que a nosotros”. De ahí que Rajoy haya preferido aguantar que le llamaran maricomplejines y otras lindezas antes que apuntarse personalmente al bombardeo. Ayer prometió que con él llegarán “no sólo otras políticas, sino otra actitud”. Con una mano pidió un “mandato claro” –eufemismo gallego para la mayoría absoluta- para salir “todos juntos de la crisis”, incluso aquellos que no hayan votado al PP. En una línea parecida se significó Rubalcaba, esforzándose por adoptar un tono constructivo y profesional, a años luz de tanto de los defectos de la happy pandi de ZP, como de sus excesos.

¿Por qué hurga entonces Zapatero en la herida del 20-N? ¿Trata de despedirse envuelto en un halo de rojerío histórico, romántico y mártir, inmune a la vileza de los mercados? ¿Pensaba en su abuelo? ¿O en la tenaz necesidad de matar al padre (Felipe, la Transición) que ha sido uno de los leit-motiv de su reinado? Con Zapatero la izquierda, más que ser una opción política, ha pasado a ser una droga. Un mecanismo de subidón y de inhibición de la realidad…para aquel que se pueda seguir pagando la dosis, claro.

Pocas veces se habrá vivido un contraste más sangrante entre el discurso y la realidad ejecutiva. El nivel de contradicción ya sería grande en época de prosperidad, pero en plena crisis ha excedido el insulto. Que les pregunten a los Indignados. “En España la derecha siempre viene a arreglar lo que la izquierda ha estropeado…mágicamente”, decía hace años, pocos, un demiurgo de andar por casa del PP. Y es verdad que ayer a Rajoy parecía bastarle con existir para tener razón e inspirar confianza. Técnica, por lo menos.

¿Y política? “No haré recortes sociales”, prometió, enfático. Claro que está por ver qué se considera un recorte social y un recorte…¿antisocial? En otro momento también se las arregló para prometer que impondrá un techo de gasto tanto para el Estado como para las autonomías, a las que permitirá devolver el dinero estatal que recibieron de más en diez años, no en cinco, “porque esto no afecta a la deuda ni al déficit”. Hombre, tanto como no afectar, le afeó el malabarismo Rubalcaba. Claro que lo que propone este tampoco está mal: que el gobierno nacional, si no recupera a tiempo de los autonómicos lo que les dio de más, simplemente en la próxima entrega les dé de menos. Hala.

Todo indica que salir de este lío y de toda la crisis exigirá mucho arte, mucha imaginación y tanta sangre fría para hacer trampas como en su día requirió la entrada en el euro. O en la OTAN. O en la mismísima democracia. Probablemente en un momento así hacen falta líderes capaces de hilar mucho más fino de lo que se venía hilando hasta ahora, y de desempolvar ese acrobático espíritu de la Transición tan denostado y dado por superado en los últimos años, como una especie de caspilla ridícula. Pues va a resultar que al final nadie ha inventado nada mejor. Que ande, se entiende.