Luego diréis que somos cinco o seis

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Fotografía facilitada por Lynce de la manifestación de ayer martes, 7 de septiembre, a su paso por la confluencia de las calles de Sevilla y de Alcalá. Según esta empresa, a la convocatoria asistieron entre 4.526 y 4.843 personas. / Efe

A falta de grandes masas –que se reservan para los clásicos de la Liga o el inicio de las rebajas-, las manifestaciones se han convertido en actos sociales restringidísimos al estilo de las recepciones del embajador pero sin Ferrero Rocher. La de ayer en Madrid, convocada por sindicatos y organizaciones sociales contra esa reforma al descuido de la Constitución perpetrada por socialistas y populares, se suponía que iba a congregar a un número ingente de ciudadanos para exigir que la soberanía nacional siga residiendo en el pueblo y no se mude a vivir a Berlín, donde los alquileres son más baratos. No me pidan cifras de participación pero si quieren hacerse una idea aproximada de la concurrencia imaginen un cifra comprendida entre pocos y muy pocos. Acertarán.

Éramos, en definitiva cuatro y el del tambor, aunque éste último fuera tan discreto con el instrumento de percusión que en algunos momentos la manifestación se asemejó mucho a una procesión del silencio de Semana Santa. Cuando los organizadores aseguraron que allí en la Puerta del Sol estábamos 25.000 personas, algunos nos miramos desconcertados. Y como a un paso mío estaba el secretario de Acción Sindical de la UGT, Toni Ferrer, me acerqué a él tratando de descubrir el porqué de la escasa afluencia: “¿Sigue el sindicato de vacaciones?”, le dije. “Bueno, es que no hemos querido ir de sobrados”, me contestó con idéntica ironía.

Ya puestos le pregunté por las conversaciones con la patronal, con la que tenían previsto reunirse mañana jueves para una reunión técnica. Que nadie espere un pacto de rentas ni que el desbloqueo de la negociación colectiva antes de las elecciones. ¿La razón? “Éstos de la CEOE son muy peperos en sus diversas facciones”. El que más o el que menos hace tiempo que lo había intuido.

Pero volvamos a la manifestación, que tenía previsto arrancar a las siete de la tarde y que demoró su inicio cerca de una hora. Hacía sol, la temperatura era agradable, y las terrazas invitaban al solaz entre cañas de cerveza y tapas de aceitunas. Comprenderán que así no hay quien proteste por muy justificado que esté el cabreo. Todo lo más se escuchaba algún silbato y el lema ya conocido de “hasta las pelotas de flores y gaviotas”, pero sin mucha convicción.

Cerca de la cabecera estaban los chicos de Equo, con López de Uralde al frente de su pancarta particular. Fui a su encuentro y hablamos de esa hipotética coalición con IU, que la plataforma ecologista ha descartado. “No es cierto que estuvieran realmente interesados en hacer algo con nosotros. Nos vimos con ellos casi por compromiso porque no tenían ningún interés y la prueba es que no han dejado de zurrarnos desde que aparecimos”, insistió.

Es cierto que desde algunos sectores de la izquierda tradicional se mira a Equo con displicencia. La prueba estaba unos metros más allá. “Nos han pedido el salón de actos del sindicato para una reunión del partido”, refería un dirigente de CCOO de Madrid. “¿Y qué les habéis dicho”, inquirí. “Creo que se lo alquilaremos aunque no sé para qué quieren el salón si con una salita tendrían bastante”, concluyó.

Poco antes de las ocho, la minimarea humana se puso en movimiento. Como si se quisiera compensar el retraso o pasar el trago lo antes posible, se caminó a todo trapo hacia la Puerta del Sol. Vi desfilar a buen paso a Izquierda Socialista al completo, desde Manuel de la Rocha a Antonio García Santesmases, que escoltaba al histórico Luis Gómez Llorente.  Con su traje negro cruzado, tenía el profesor un cierto aire machadiano. Siendo sinceros, ya no está para tanto trote.

Se corrió tanto que la manifestación dejó atrás los edificios de un buen puñado de bancos y la propia sede del Ministerio de Economía sin que se profiriera un solo murmullo contra la constitucionalización del déficit cero, que de eso se trataba. Ya en Sol, dos actores leyeron a lo Pimpinela un extenso manifiesto. Su conclusión fue una bendición para los bares cercanos.

Estaba acodado en uno de ellos cuando hizo su entrada Rosa Díez.

-Hola diputada. ¿Vienes de la manifestación?, -le pregunté.

-¿Qué manifestación?, -contestó.

No supe si su ignorancia era sincera o sólo mala leche.

1 Comment
  1. inteligibilidad says

    Gracias por el artículo. Vas leyendo por aquí y por ahí y nunca sabes cómo fueron realmente las manifestaciones (si estuviera en España, lo sabría de primera mano, pero no es el caso 🙁 )

    Una lástima que no haya sido más numerosa, con todo lo que está en juego… ¿habrá sido precisamente el hecho de que lo convocaran los sindicatos un obstáculo? ¿Se trata de que se está desinflando el frente social del 15M?

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