Un Congreso para tapar la derrota y salvar Andalucía

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Zapatero, ayer lunes, en la sede del PSOE, durante la rueda de prensa en la que anunció la convocatoria del Congreso Federal del partido para el próximo mes de febrero. / Juan Carlos Hidalgo (Efe)

La moneda, como siempre, tiene dos caras. Aunque todo el mundo sabe que el futuro Congreso ordinario del PSOE, que era obligado antes de julio, se celebraría con mayor libertad pasadas las elecciones andaluzas de marzo o abril, el objetivo de salvar el último reducto del socialismo español, Andalucía, ha acelerado los planes. Ayer, José Luís Rodríguez Zapatero anunció que el Comité Federal del partido que se celebrará el sábado próximo servirá para convocar a primeros de febrero el Congreso que zanje su etapa de dirigente político después de que Mariano Rajoy, el 20-N, enterrase la otra de responsable gubernamental.

La excusa extraoficial de las prisas es retorcida, pero comprensible. El presidente socialista andaluz, José Antonio Griñán, quiere abordar sus comicios autonómicos vendiendo el fin previo del zapaterismo. “Se acabó”, dirá. “Ya estamos en una nueva etapa y hay que mirar al futuro”.

Lo importante es pregonar que el apestado se ha retirado a las brumas leonesas de Bavia y ya no hay peligro. Y, de ese modo, intentar mantener el poder autonómico apoyándose en Izquierda Unida. Poder decir, como en los “comics” de Astérix y Obélix que los romanos del PP no han ocupado toda la Galia, que queda un pequeño reducto de la izquierda que resiste, el andaluz.

La idea no es mala si no fuese porque detrás se oculta un plan dibujado antes de conocer la catástrofe del 20-N con el que los perdedores pretenden diluir el efecto del sunami electoral. Ferraz tenía reservado el Palacio de Congresos de Madrid, el de Ifema, mucho antes de las elecciones del pasado domingo. En concreto, para el fin de semana del 11, 12 y 13 de febrero.

Está claro. El Congreso debe ser el pantano donde se diluyan los penosos regatos de los resultados y, con el pretexto de que hay que pensar en Andalucía y en el futuro, no se haga sangre, no haya peleas internas y, como consecuencia, se mantengan en la cúpula los responsables políticos y organizativos de la catástrofe. Que muera Zapatero pero no el zapaterismo o, para ser más exactos, el sector rancio del socialismo que volvió a subirse al último carro, en este caso el zapaterismo, y que quiere seguir controlando el carro que venga.

La historia se repite en tan breve tiempo que es difícil no fijarse. Tras haber sufrido el 22-M la mayor derrota histórica en autonómicas y municipales, ningún responsable socialista, de ningún nivel, dimitió o fue cesado. Rompiendo una profunda tradición democrática que va más allá del propio PSOE, pareció que no había pasado nada. Todo el mundo echó la culpa a Zapatero y santas Pascuas. Se celebró un Comité Federal urgente y las responsabilidades se diluyeron. Los pocos que pudieron mantenerlo se aferraron al sillón y los que no pudieron sacaron la recortada y se fueron a por un puesto en el Congreso o en el Senado cayese quien cayese, aunque fuesen los mejores parlamentarios, como Francisco Fernández Marugán, Jesús Cuadrado y tantos otros experimentados portavoces. A la vista están los resultados.

Ahora se oyen voces críticas que afirman que la ciudadanía ha pasado su factura y que si no se atiende su denuncia, si no hay renovación en la cúpula, colocando a jóvenes con experiencia pero casi desconocidos, esta vez no va a valer eso de pensar que así es la democracia, que ahora les toca a ellos y ya nos volverá a tocar a nosotros cuando toque. Y que, en consecuencia, el que se mantenga en el cargo, el que sepa flotar, volverá a tener otra oportunidad.

Algunos afirman que Rubalcaba sabe perfectamente que no puede ser ya secretario general, pero que aspira a ser el portavoz de un grupo parlamentario que controla a medias con José Blanco, aunque no de manera uniforme. Incluso no descartan que Blanco aspire a la secretaría general aunque el 'caso Campeón' le haya desgastado políticamente al margen de su inocencia. Pero la gran mayoría piensa que no va a ser posible, que sería demasiado. Aunque pudieran conseguirlo ejerciendo su poder y pasando las facturas a quienes les deben el puesto, sería, dicen, impresentable. Y además retrasaría la inevitable regeneración del PSOE y la recuperación del voto de castigo recibido.

Ahora resulta que Zapatero, que se va a casa como el presidente más votado de la historia democrática española con más de 11 millones de votos, era quien, cuando se retiró, tenía las más pequeñas altas miras entre todos los grandilocuentes dirigentes del PSOE que han sobrevivido y quieren seguir sobreviviendo a cualquier precio.

1 Comment
  1. lancaradeluna says

    y el primero en dimitir Rubalcaba,y luego los demás empezando por Griñan si es que quieren mantener el «pequeño reducto» andaluz.
    Una mujer,please.
    Las elecciones las perdió el psoe más que ganarlas Mariano.
    En el mitin psoeourense estaba el ministro de fomento y faltaba el alcalde y accesorios.
    Si miras algunas listas electorales socialistas,se te cae el alma a los pies(o algo asi)cuando ves personas que ni socialistas son,empezando por el número 1.
    Viva Babia y Luna.

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