Mañana, trece y martes, a partir de las 10:00 horas, Mariano Rajoy se verá obligado a poner sobre la mesa de las Cortes, cuando se constituyan, el modo en que está dispuesto a ejercer el poder absoluto que le otorgaron las urnas. Y la elección de las Mesas de Congreso y Senado, sobre todo la de la Cámara Baja, y la de los Grupos Parlamentarios (por UPyD y Amaiur) supondrá una auténtica prueba del algodón.
De momento, el PP considera que la mayoría absoluta conseguida el 20-N debe trasladarse a las Mesas de las dos cámaras, incluso si ello pasa por arrinconar al PSOE, lo que sólo podría hacer intencionadamente dado el modo en que se elijen. Porque los 185 diputados del PP y el de UPN le pueden otorgar 7 puestos en la Mesa del Congreso y sólo los populares pueden dar juego a los demás.
El PP tiene asegurada la presidencia, que es lo primero que se vota. Y, además, está decidido a conseguir dos vicepresidencias y dos secretarías. Es decir, la mayoría absoluta, 5 de los 9 miembros de la Mesa que dirige el Congreso. En esto, el PP lo tiene claro. Cuando Felipe González y José María Aznar consiguieron mayorías absolutas hicieron lo mismo. Es la forma de garantizarse la capacidad de veto sobre las iniciativas que se planteen en ambas Cámaras.
Mañana martes sólo quedarán libres cuatro puestos a repartir en la Cámara Baja: dos vicepresidencias y dos secretarías. El PSOE los reclama todos. Pero, conforme a su número de diputados, sólo le corresponden tres representantes. Su idea es que, si él cede uno a IU, el PP haga lo mismo con CiU. Los populares lo descartan por completo y se mofan de la exigencia socialista porque si ellos ceden votos a otros grupos pueden quitarle puestos de vicepresidentes y secretarios al PSOE y dárselo a CIU, PNV o IU. Aunque lo más seguro es que, al final, se consume la apuesta de los conservadores de que haya cinco puestos del PP, dos del PSOE, uno de IU y otro de CiU.
Todo depende de lo que el PP esté decidido a contar con el PSOE en el futuro. Uno de sus más altos representantes confesaba hace unos días en privado que Rajoy quiere dar juego a un Grupo Socialista que se convierta en una auténtica alternativa parlamentaria, de manera que plantee dentro de las instituciones las reivindicaciones que está seguro que se llevarán a la calle cuando lleve a cabo los recortes y ajustes previstos. Para Alfredo Pérez Rubalcaba darles cuatro puestos a ellos y quitárselo a CiU e IU sería una muestra de buena voluntad por parte del PP. O cuando menos, tres. En eso, su portavoz José Antonio Alonso señala que, con 110 escaños, no tendría sentido que el segundo partido de España tuviera los mismo puestos que dos minoritarios que sólo tienen, juntos, 27 escaños (IU y CiU).
El PP también piensa imponer su mayoría en las Comisiones. Sólo cederá las presidencias de las que, tradicionalmente, corresponden a la oposición: la de Radiotelevisión Española y la de Presupuestos. El resto serán del PP.
Pero donde se hará evidente si la estrategia de Rajoy es la de la generosidad y no la del rodillo será a la hora de permitir o no que UPyD y los independentistas de Amaiur tengan grupo parlamentario propio aunque no cumplan estrictamente los requisitos que establece el Reglamento del Congreso.
A Rajoy, dicen en Génova, le gustaría permitirles que tengan grupo parlamentario por más que el caso de Amaiur le lleven los demonios por tener que hacerlo. Pero la presión del ala ultra de su partido es enorme para que se busque una salida a UPyD y se nieguen el pan y la sal a los 7 diputados independentistas vascos. La dirección del Grupo Popular, aunque se escuda en que los populares siempre estuvieron en contra de las componendas de legislaturas anteriores (eso sí, con la boca chica y sabiendo que la solución iría para adelante sin su voto), no se ha pronunciado porque espera que se encuentre una alternativa que otorgue el grupo a ambas organizaciones. Una solución que, al tiempo, les permita decir a ellos que no han podido impedirlo por razones reglamentarias, de manera que pudieran excusarse de ese modo ante su ala radical.
En el caso de Amaiur, la salida podría ofrecerla una experiencia previa en la que se concedió el grupo a IU y ERC con el apoyo de BNG y Nabai y, luego, los diputados gallegos y la navarra Uxue Barkos se pasaron al Grupo Mixto. En esta ocasión, ERC, BNG y Nabai apoyarían a Amaiur y después se irían al Mixto dejándoles solos.
Sea cual fuese la solución, en cualquier caso todo dependerá de lo que haga el PP con su mayoría absoluta. De si la ejerce con generosidad para que el Parlamento siga siendo el eje de la vida política española o si se apuesta por un rodillo que aplaste todo tipo de iniciativas y obligue a la oposición a salir a la calle.
Con lo que se confirma lo que hemos venido dciciendo: La PPecracia no es democracia. La PPecracia es autocracia. ¿Permite nuestra constitución un régimen autocrático?