
Los resultados obligan a Alfredo Pérez Rubalcaba y Carme Chacón a ser humildes, pero me cuentan que el temor al desastroso ejemplo de José Bono en el 35 Congreso del PSOE, cuando triunfó José Luís Rodríguez Zapatero inesperadamente, marcaba las estrategias de ambos en el caso de haber salido de sobrados, lo que no ha ocurrido. Sobre todo, la de Rubalcaba, quien había avisado a su equipo de que contuviese su euforia si ganaban los “congresillos” para no parecer soberbios ni por asomo.
El ejemplo de Bono lo conoce especialmente bien Rubalcaba porque en aquel Congreso apoyaba al entonces presidente de Castilla-La Mancha. Bono contaba con tantos apoyos (sólo se le oponían los guerristas e Izquierda Socialista) que calculó que iba a ganar con el 80% de los votos de los delegados y el ir de sobrado le perdió. Primero porque hasta Felipe González promovió una Nueva Vía de jóvenes parlamentarios para que redujeran su éxito amparándose en que el manchego no tenía escaño y no podía ser portavoz del Congreso. Esa Nueva Vía la capitaneó un Zapatero que pertenecía a la misma mayoría del partido que Bono pero que pensaba obligarle a pactar con ellos.
El candidato que se creía vencedor los despreció y se subió a la parra. En varias reuniones con periodistas, de esas que son off de record para que se cuenten hasta fuera de España, Bono se dedicó a decir que sería el líder fuerte que necesitaba el partido, que Guerra y sus seguidores ya podían atarse los machos y hasta que González dejara de meterse donde no debía. Su soberbia alimentó su derrota. La cagó, que diría el castizo.
Por eso, en esta ocasión los dos equipos de campaña estaban avisados y siguen estándolo. Estamos en empate técnico, dicen. Cualquiera puede ganar. Debemos ser humildes incluso donde hemos ganado de barrida, lo que es un decir, porque cualquiera se fía de la versatilidad de los delegados.
El mensaje de Rubalcaba en Canal Sur, el domingo, fue consecuente con esa actitud al mostrarse especialmente comprensivo con la “neutralidad activa” de José Antonio Griñán aun a sabiendas de que apoya a Chacón, entre otras cosas porque él se apoya en Manuel Chaves, Zarrías y Pizarro, los grandes rivales del presidente andaluz, y se ha extendido la idea de que, arrastrado por ellos, asume tácitamente la derrota en las elecciones autonómicas del 25 de marzo. Es más, destacó que, aunque apoye a Chacón y él salga derrotado, seguirá dándole su apoyo, como hizo tras la derrota de Bono con Zapatero. “Soy el vivo ejemplo –dijo- de que no pasa nada, de que puedes votar una cosa y luego sumarte al proyecto de todos”.
Habrá que ver hasta cuándo, a dos semanas del Congreso en que ambos tienen que convencer a un centenar de indecisos, se mantiene el “fair play”. Quizás el juego sucio aflore con el debate sobre las ponencias, especialmente con las referencias al españolismo o el catalanismo de Chacón y su pertenencia al PSC, un partido que se considera independiente del PSOE pero que puede decidir sobre su futuro tanto en líderes como en propuestas programáticas.