Oriana Fallaci fue una periodista y escritora italiana que en los últimos años de su vida se hizo muy famosa por lo contrario de lo que se lo había hecho en los primeros…aparentemente. Empezó combatiendo al fascismo como ser humano (fue miembro de la resistencia contra los nazis en la Toscana, donde nació) y lo siguió combatiendo con una obra periodística de gran contundencia y prestigio que persiguió, entrevistó y retrató la dictadura allá donde se encontrara. Son míticas sus entrevistas a Henry Kissinger, el coronel Gadafi, el ayatollah Jomeini, Yasir Arafat, Mao Tse Tung, Santiago Carrillo, etc, así como sus valientes coberturas de la guerra de Vietnam, de las revueltas en México del 1968, donde fue herida de bala, etc.
Durante años fue musa del periodismo comprometido y de izquierdas. De mayor y enferma de cáncer de pulmón se retiró a Nueva York, donde una mañana la sorprendieron los atentados del 11-S y le cambiaron la vida. Ella que ya no quería escribir de actualidad, que buscaba derroteros más literarios, se vio de pronto catapultada al centro de una emoción que la llevó a escribir ensayos como “La rabia y el orgullo”, donde clamaba contra la amenaza del fundamentalismo islámico, a su juicio subestimada y favorecida por una serie de buenismos, cegueras y dejadeces por parte de quienes deberían defender mejor la civilización occidental. La única, en su opinión, que hasta el presente ha conseguido garantizar algo parecido a la libertad individual.
Sus ideas y su tono final fueron muy polémicos. Por un lado sus libros se vendieron por millones, por otro parte de sus anteriores admiradores, incómodos con su discurso, llegaron a la conclusión de que chocheaba por la edad o porque el cáncer la había trastornado. Y es verdad que la Fallaci siempre tuvo muy mal carácter. Poco después de llegar yo a Nueva York (cuando ella todavía vivía, y todavía vivía en la ciudad), conocí a un conocido suyo que me contó una anécdota que según él así lo atestiguaba. Parece ser que la veterana periodista era aficionada a las subastas. Le gustaba ir y pujar por pequeños objetos preciosos, pongamos un juego de café antiguo, una porcelana, una bandeja. Era una de las pocas alegrías de su solitaria vejez. Cuando su salud empezó a impedirle acudir le rogó a un amigo que acudiera en su lugar. El amigo se comprometió efusivamente a hacerlo, y luego se olvidó. Cuando ella lo supo se disgustó mucho. Y le echó una bronca que el señor que yo acababa de conocer me relataba con asombro, como quien da cuenta de un brote psicótico. A mí en mi inocencia se me ocurrió decir: “Pero para ella tuvo que ser una decepción muy grande…”. Y el otro, mirándome como si yo también me hubiera vuelto loca: “¡Pero si era un cuenquito de mierda, una cosita de nada!”
¿Cómo le explicas el valor de la confianza, la importancia de la lealtad, a quién no los conoce por instinto? ¿Cómo traduces una mente y un corazón como la de Oriana Fallaci a una cabeza hueca de empatía?
Empezaba yo este artículo diciendo que para muchos hay un desfase entre la primera Oriana y la última. No para mí. No digo que haya acertado siempre y en todo. Digo que siempre hizo todo lo que estaba en su mano por tener razón, y un concepto muy alto de la humanidad y de la dignidad. Entrevistando a Jomeini ella no hizo como que se le caía el velo islámico y no se daba cuenta, ella directamente y valientemente se lo arrancó. Plantó cara como muy pocos la han plantado. Yo creo que al final no chocheaba ella, chocheaba el mundo. Porque uno puede acertar o se puede equivocar, pero lo que no se puede nunca, nunca, nunca, es perdonarse demasiado la vida. Es rebajar expectativas de humanidad.
Yo supe del huracán Fallaci por primera vez a través de un libro autobiográfico, “Un hombre”, dedicado a Alekos Panagulis, héroe de la resistencia griega contra la dictadura de los coroneles. Intentó atentar contra el tirano Papadopoulos casi en solitario, fue apresado, monstruosamente torturado y condenado a muerte en un proceso tan plagado de irregularidades que el régimen se vio obligado a conmutarle la pena. Cuando salió de la cárcel conoció a Oriana y saltó la chispa de una historia de amor muy compleja que acabó con la muerte de Panagulis en Atenas, en circunstancias muy extrañas, el 1 de mayo de 1976. Ya en democracia, el hombre había amenazado con tirar de unas cuantas mantas. No le dieron ocasión.
Yo me acuerdo siempre mucho de Oriana Fallaci y de su libro sobre Panagulis, que es un verdadero canto al héroe solitario, en teoría inútil, que no puede ganar. Y que sin embargo hace de su derrota una especie de semilla invencible, un tesoro de esperanza, un motivo, sí señor, de gran rabia y gran orgullo. A lo mejor Panagulis no vivió para ganar sino para inspirar a ese Virgilio femenino que fue Fallaci, para dar aliento a esa Ilíada que yo sé que muchos, no solo yo, llevamos irremediablemente dentro. Sé que en muchos momentos de mi vida que he estado a la altura, que me he cuadrado, que he tenido dignidad aún teniendo miedo, es porque este libro leído a los trece años de edad, que en cierto modo dio forma a mi corazón, me empujaba. Y no me dejaba retroceder.
Me he vuelto a acordar leyendo las noticias de esta rueda de prensa de Amanecer Dorado donde los periodistas aceptaron pasivamente la orden de recibir en pie a los payasos filonazis. Me escribe un fiel amigo catalán, Jaume Ortí, y me conecta con este blog que hace comentarios sobre el tema como los que aquí traduzco:
“El papel de la prensa europea en la crisis de los últimos años, en general, no ha sido ejemplar. La mansedumbre ante los gobiernos y las corporaciones que les aseguraban ingresos y privilegios ha contribuido a enmascarar el desastre que finalmente ha estallado. La prensa ha caído en el descrédito y rehuido la responsabilidad indisociable de su función en una sociedad democrática. Llegados a este punto, la prensa no puede permitirse dar ni un solo paso más hacia la ignominia”
(…)
“Lo que pasó en Grecia el domingo pasado, cuando unos matones del partido nazi Amanecer Dorado conminaron a gritos a los periodistas a ponerse de pie cuando entraba su líder indecente, no se había visto nunca. Que se levantaran todos los presentes menos una periodista que se negó y fue expulsada, es estremecedor. Todos los periodistas reunidos en esa sala tendrían que haberse marchado gritando más alto que los retrasados que les habían humillado y pegando los empujones que hiciese falta. Ante el fascismo las cámaras de vídeo también pueden valer para partirle la cara a cualquier gángster nazi”
(…)
“Cuando un periodista, públicamente, se arrodilla ante el fascismo, no lo hace a título personal. Con él se arrodilla toda la sociedad, porque por más insignificante y miserable que sea, representa uno de los hitos democráticos más irrenunciables: la libertad. Libertad de expresión, libertad de prensa, derecho a la información, derecho a disentir. Nadie tiene derecho a sacrificar siglos de luchas y sacrificios por una cobardía pasajera”
Pensaba escribir un artículo yo diciendo tres cuartos de lo mismo, pero, ¿para qué redundar si alguien lo ha hecho ya, y tan bien? Mejor me voy a la cama a releer a la Fallaci. Estoy segura de que esa periodista que en la rueda de prensa de Atenas no se puso en pie, la única que no se levantó, también la conoce y la lee.
Mientras te queda a quien admirar, hay esperanza.
La secuencia de los periodistas levantándose ante ese señor nazi produce gran tristeza e inquietud. Quiero creer que lo obedecieron por la sorpresa de que en estos tiempos un calvo se comporte como un calvo nazi. Pero ocurre. Ha ocurrido. Supongo que la próxima rueda de prensa con los nazis será más guerra de símbolos que comunicación. Esperémoslo.
Muy buen articulo. Hoy en dia cuantos que se llaman periodistas lo unico que hacen es hacerse eco de lo que dicen las agencias de noticias? Donde esta el compromiso? Cuando este aparece ya te «encasillan» en eso que por aqui llamamos «capelletes» con sus «patums» indiscutibles que se pelean infantilmente entre ellos (Desconozco los términos en castellano de esta jerga pero seguro que los hay pues este mal es cosa universal).
Y mientras, hay paises en los que los periodistas se juegans la vida por decir lo que pasa. Y no muy lejos de aquí. Recordemos a Anna Polikòvskaya, Natalia Estemírova,…i otras victimas en Rusia. Mujeres en su mayoria. Igual que la Fallaci. Y que la única periodista que no se doblegó en Atenas. A ver si va a resultar que tener cojones es cosa de mujeres.
¿Cojones? Ovarios llenos de huevos. Y dignidad. Mucha. Bravo por ellas.
Bonito articulo, Grau. Yo también soy una tocada por Fallaci. Eso no tiene remedio.
Gràcies, Anna. Bona relectura i endavant!
No, no estoy de acuerdo. Comerse la mentira del «buenismo» occidental ante el fundamentalismo musulmán (mentira propagada, por supuesto, por los poderes fácticos del imperio en descenso), creer que dentro de poco todas las occidentales tendremos que llevar el velo que ella se quitó «valientemente» es, en verdad, una muestra de senilidad. Es un análisis de la realidad geopolítica, cuando menos, facilista. Y es, quizás, sucumbir ante los propios fantasmas (¿Panagulis?). La admiro por lo que fue en sus inicios, pero hubiera esperado de sus últimos años la riqueza de la complejidad, no la pobreza de la simplificación estéril.
A Beaver: chico, qué nivel…!
Beso, Anna!!
¿Sabe a donde se podria ir El PAIS y el GRUPO PRISA si el gobierno, ahora propietario de BANKIA le apretase las tuercas con sus creditos?
Gracias, Anna, y tambien a tu colega Jaume, me he atrevido tomar de las traducciones de sus comentarios que en tu articulo refieres, y pegarlo en mi muro de Facebook, a la myor parte de mis amigos les ha de gustar, a otros les levantara ronchas pero aprendi como y mucho con la Fallaci que aunque algunos piensen diferente tenemos en comun una escala de valores que nos compromete, cosa que antes no me permitia. Justo en este momento me leo su Apocalipsis. Soy de las que la abandon cuando de repente senti que cambio de bando,la conoci hace muchos anos, me conquisto con «Carta a un nino que nunca nacio», desde entonces me sentia ella, la sentia yo. Ahora la retome, me costo un bastante la Rabia y el Orgullo que debo releer porque cuando lo hice tenia un poco de Arabia con ella, como si me hubiera enganado. Ahora me sirve de linterna. Siempre necesitamos una luz que nos guie. Me fio de su ira, tenemos ese misma manera de andar sin miedos llamando a cada cosa por su nombre. Hoy pensaba que entre las diferencias entre su vida y la mia estaba que ella habia puesto una lapida para Alekos en la Toscana donde ella descansaria, aun cuando el estaba enterrado en la Grecia a la que ella nunca regreso. A mi me falto el amor de pareja que mereciera esa deferencia.
Te saludo y te buscare por las parrafadas.
ojala ahora existieran mujeres como ella
donde estes con tu pluma estaras exigendo justicia grande oriana
Tuve la suerte de leer Entrevista con la historia, me fascinó la manea en que realzaba sus entrevistas, era, en la forma, n magisterio; me asombra leer el cambio brusco de la Falacci, ¿es que los seres humanos estamos condenados a convertirnos en Gregorio Sansa?
Leí ese libro con 19 años, tengo 54. Solo me acuerdo de mi sensación cuando lo terminé. Amor eterno para Alekos Panagulis e indiferencia total sobre Oriana Fallaci. Hay escritores que cuando has leído algo de ellos sabes que nunca volverás a buscarlos. No tienen nada mas que decirte.Eso me pasó con Oriana. Se terminó para mí. Hace 35 años.
Leí «Entrevista con al Historia» hace muchos años. lo estoy leyendo ahora y descubro una Oriana muy diferente, madura, valiente y para nada insipida. Discrepo de la primera entrada y confirmo que gracias a ella descubrí a Panagulis en toda su dimensión. Creo que fue una periodista de su momento y que dejó una huella indeleble en el buen hacer. Necesitamos mas Orianas y menos periodismo del corazón.