Sigo con interés la sangrante polémica desarrollada en estas páginas entre nuestro querido Javier Pérez de Albéniz y Montserrat Domínguez a raíz de la aparición de El Huffington Post. Me gustaría meterme, no a favor del uno ni de la otra, sino todo lo contrario. ¿Se pueden entender dos puntos de vista tan diametralmente opuestos a la vez y no estar loca? Vamos a intentar explicarlo.
Cuando socialmente me presento como periodista, suelo añadir: “lo siento, era joven y necesitaba el trabajo”. ¿Lo digo en broma? No del todo. Hace unos veinte años elegí esta carrera para ganarme la vida siendo consciente de que no me estaba labrando una jubilación de oro, aunque sí debo admitir que esperaba muchas más satisfacciones de otro tipo. No me quejo. Pero tampoco estoy dando saltos de alegría. Y a la vista del panorama actual, pues mucho menos. Tengo la convicción de que esto se hunde como profesión dignamente remunerada, como modus vivendi más o menos racional.
Desde este punto de vista estrictamente gremial, la aparición de algo como The Huffington Post, en inglés como en español, es como que te echen vinagre en la herida. ¿Quién da más en esta gran feria del recochineo? Lo de que te paguen lo que escribes con visibilidad no suena tanto a cinismo como a sadismo. En un momento en que las empresas son agudamente conscientes del terror de muchos periodistas al paro crónico, han descubierto que se pueden permitir imponer usos y costumbres laborales propios del Siglo de Oro. Mucho moderno informador o tertuliano hace como aquel hidalgo del Lazarillo de Tormes que salía de paseo con el estómago vacío pero haciendo como que eructaba y hurgándose los dientes con un palillo; aceptan trabajar o aparecer en algunos sitios sin cobrar, o casi, para no dejar de estar en el candelero y en la pomada, para que no se evidencie lo colgados que están y no les dejen de llamar en los sitios donde todavía pagan algo. Las empresas son conscientes de ello.
Mención aparte merece que una de las más conscientes sea el grupo Prisa, que a poco que se aplicara el cuento de su propia línea editorial tendría que preguntarse por qué muchos empleados de El País, la cadena SER, etc, se refieren a sus cotidianos centros de trabajo como “la Plantación”. Lo de pagar más con “prestigio” que con dinero, por lo menos a los curritos –la norma no es de aplicación a personas como el consejero delegado Cebrián, claro-, no es nueva ni se les ha ocurrido en plena crisis. Hace décadas que funcionan en este plan. Así es de izquierdas hasta Margaret Thatcher, oye.
Dicho lo cual: ser una víctima del bullying empresarial no convierte tu drama corporativo en un drama social, o no del todo. Es normal que los profesionales del periodismo se angustien mucho por su futuro, como se angustian los profesores públicos interinos por si definitivamente les dejan de contratar de año en año. Detrás de todo contrato basura o que simplemente toca a su fin hay un drama humano de primera magnitud. Y en algunos casos, puede haber hasta el canto del cisne de todo un gremio.
Y eso me lleva al otro platillo de la balanza, allí donde, de verdad que sin ninguna gana de tirar piedras contra mi tejado, me siento más cerca de Domínguez que de Albéniz. Vale, agregar no es exactamente informar de primera mano. Vale, un producto como el HuffPost se acerca más al entretenimiento que al periodismo clásico. A la sustitución de la portada por el vídeojuego, donde uno busca antes distraerse o reafirmarse en sus opiniones previas y prejuicios que asomarse a una realidad contrastada y diferente. Vale que un blog de Felipe González o de un escritor que busca promoción pero se gana las habichuelas por otro lado, y por eso no le importa bloguear gratis, puede ser visto como una amenaza para la tropa periodística como la hemos conocido hasta ahora. Es una putada, sí. Pero, ¿es el fin del mundo?
Lo siento pero yo no suscribo en absoluto la idea de que iniciativas como el HuffPost van a ser la muerte del periodismo…por la sencilla razón de que a mi juicio ya hace años que el periodismo palmó y empezó a oler. Seamos serios y autocríticos por una vez: ¿los males y miserias de este mundillo han nacido con Arianna Huffington, o vienen de mucho antes y de muy lejos? ¿En qué momento los periodistas profesionales y convencionales empezamos –no me importa incluirme- a padecer un descrédito sólo superado, y no siempre, por el de la clase política? ¿En qué momento el periodismo de calle y de fuentes fue sustituido por el mero repicar de teletipos, o por el refrito de otras informaciones sin citar, como Domínguez atinadamente apunta que no sucede en su medio? Cuando se permitió que periódicos de toda la vida devinieran voceros partidistas sin una sola fisura de independencia, seriedad o credibilidad, ¿qué se esperaba? ¿En qué momento se empezó a cortar el cordón umbilical entre el periodista y el lector? ¿Podrían los empresarios pagar tan barato el quilo de periodismo si no se hubiera devaluado, y cómo, el género?
El HuffPost es el fruto de las nuevas tecnologías combinadas con cierto nuevo descaro empresarial, pero no sólo. Es también el cartesiano y perfectamente predecible resultado de la evolución del periodismo hacia la vagancia, el sectarismo y la autoindulgencia. Agregar no será informar, pero hoy en día resulta que hay mucha gente que prefiere que la agreguen a que la informen. Que prefiere picotear de blog en blog a deglutir noticias o reportajes de los de antes que, por otro lado, en otros medios no abundan. Ser más coñazos no les convierte en mejores. Ni en más serios.
Resumiendo, que yo también tengo el culín estrechín de miedo por el futuro, el mío y el de toda la Galaxia Gütenberg. Y también tengo mis críticas al HuffPost, que personalmente y de momento me parece una ensaladilla rusa escasa de chicha y pasada de mayonesa. Pero, quizás por lo que quede en mí de periodista a pesar de todas las adversidades, no dejo de sentir curiosidad por cómo evoluciona el “engendro”, como lo llama Albéniz, y sobre qué lecciones tenemos todos que sacar de eso. Si el HuffPost triunfa a lo mejor es que el lector –muchos de ellos- nos están mandando un mensaje. ¿Lo entenderemos?
Ah, se me olvidaba: suerte, Montse.
A mí, como lector, no me acaba de convencer el HP: huele mucho a sensacionalismo y amarillismo. Ahora bien, otra cosa son los blogs agregados, cada uno de su padre y de su madre, con autores que escriben artículos serios y rigurosos y otros pura basofia. Nos corresponde al lector con criterio seleccionar.
Yo por mi parte busco INFORMACIÓN y análisis y reportajes de calidad, no manipulación y propaganda. Por eso paso de la mayoría de los medios (ABC, La Razón, El Mundo, La Gaceta…) en radio sólo sintonizo RNE, la SER y las musicales y en televisión sólo tengo memorizadas TVE1, TVE2 y TVE 24horas, aunque con la inminente toma de la televisión por parte del gobierno, y hacer de la televisión pública el órgano de propaganda y manipulación al servicio del PP, me temo que terminaré vendiendo el aparato en el rastrillo.
En internet también tengo que ser selectivo porque hay mucha morralla. Elijo antes Jot Down o Cuarto Poder antes que HPost, 20minutos, Público o El Plural. Hasta mi diario de referencia, El País, desde que Prisa entró capital americano, ya no es lo que era. Cada vez va a peor y se parece a H post. Requiem por el periodismo independiente, riguroso y de calidad.
Las profesiones las matan los profesionales. El pan de hoy, la falta de rigor profesional, la desidia, la falta de ética, el buche amplio para comer de todo, la renuncia a responsabilidades por comodidad, la codicia, el dinero fácil, el mirar para otro lado y tantas otras cosas acaban matando un oficio por noble que haya sido. El mío está muerto también. Murió el día en que los arquitectos cedimos el lápiz, el casco, los libros de órdenes y el rigor profesional a esa legión de ignorantes, indocumentados, maleducados listillos autoproclamados «promotores inmobiliarios» que lo único que han promovido es la fealdad, la bazofia urbana, la codicia, la estafa, eso sí, con la necesaria colaboración de nuestro gremio y el de los políticos cortos de miras, ignorantes y codiciosos en una asquerosa ensalada aderezada desde las alturas con leyes del suelo, préstamos a tutiplén y aplausos con las orejas ante tanta maravilla. Descanse en Paz.
Estimada Anna, lo más grave de la situación de vuestra profesión es que sois los propios periodistas los que os la estáis cargando por dentro. Como también se dice de la monarquía, por cierto. Existen otros elementos que os están haciendo también un flaco favor, pero no dependen de vosotros. Vuestra ética profesional, sin embargo, sí. Yo, como lector, jamás había visto en tan poco tiempo en la prensa semejante acumulación de disparates y falta de profesionalidad como estoy viendo en los últimos tiempos. He llegado a ver en el periódico generalista más vendido de este país: una portada dedicada a un conocido personaje televisivo que no destaca precisamente por su aportación científica a la humanidad; encuestas autonómicas de intención de voto sin mencionar el nombre de la empresa de sondeos (sé el nombre del pecador, cuyo apellido tiene sólo tres letras, pero no lo voy a decir); portadas dedicadas a los traseros de dos conocidas damas, etc. También he visto cómo el único periódico generalista que mantiene al mismo director desde su fundación defiende una cosa y la contraria en sus editoriales en función de sus conveniencias políticas o personales. También hay directivos que se llevan un montón de dinero en sueldos y bonus mientras han llevado su empresa a la ruina, etc. En fin, un panorama desolador que debéis evitar en la parte que depende de vosotros.
Las profesiones y los profesionales nacen, se desarrollan y mueren en una compleja interrelación con la sociedad. Del suicidio profesional al que os referís, no sé que opinar porque me falta información. Tiendo a creer que es posible entre profesionales y medios, pero ajeno a la profesión. Mientras alguien desee o necesite estar informado, el Periodismo seguirá teniendo su espacio. Con qué tecnología, tipo de usuario, medio o perfil profesional… eso es lo cambiante y a mí no me huele a muerto sino a renovación.
Personalmente no creo que la profesión periodística en pleno tenga la culpa de su descrédito. Algunos periodistas y algunos periódicos mucho más que la tropa. Y sobre todo la generación de los Cebrián y los Felipe González, que vendieron el país por un lugar al sol de la Historia.
La publicidad creó también durante muchos años una imagen paralela de la realidad y no solo la española. Un conocido editor de suplemento explicaba cómo las agencias publicitarias determinaban los reportajes que se publicaban, pues amenazaban con retirar su dinero si los artículos escocían políticamente. Vamos, que la culpa no la tiene Belén Esteban ni el becario que no fue a clase cuando explicaban gramática española. La culpa la sigue teniendo el director y sus directivos y el precio que está dispuesto a pagar por continuar embolsándose millones de euros al año.
Un texto bastante original e incisivo..Felicidades Anna porque haces que uno se quede pensando tras su lectura (Por cierto, ¿Aparecias en «moros y cristianos» o esa era otra tía?),ya que planteas muchas preguntas..Sin embargo, falta radicalidad,apuntar a la raiz y sobra relativismo vago,que apuntala siempre por omisión el statuts quo mortal..Los trabajadores no tienen la culpa,ellos no negocian los contratos ni producen las condiciones laborales y menos en un sector tan precarizado a posta para anular la crítica..Tener que recordar esto,da un poco de verguenza,Anna..»Ser más coñazos no les convierte en mejores. Ni en más serios» Esto no lo entiendo muy bien, ¿la verdad?,parece el colmo del relativismo.. ¿Es mejor el sensacionalismo,la cutrez,lo anecdótico,el tratamiento superficial del periodico gratuito del metro ó del telediario de sucesos?¿Es lo mismo?..Por lo demás,un buen artículo
Perdón cuando digo «no negocian los contratos» queiro decir «no redactan los contratos»
Grande Flamarion!A gente je1 tinha conversado sobre aulmgas destas questf5es, certo? =PEu penso que a revise3o de pares e9 uma coisa extremamente ve1lida e necesse1ria. Para quem e9 mais antigo de GNOME, lembra quando o Vertimus, antes de se juntar ao DL tinha um recurso que enviava um diff para a lista sempre que algum arquivo era subido , todos comentavam, era bem legal. Ne3o sei ainda de que forma, mas pretendo mudar aulmgas coisas na forma como as tradue7f5es do GNOME se3o organizadas para o nosso time.Abrae7e3o