El hombre que no temía a las balas

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Carrilo, flanqueado por Ignacio Gallego y 'Pasionaria', durante una intervención en el Congreso el 26 de julio de 1977. / Efe

Si una imagen vale más que mil palabras, conviene recordar que cuando el botarate Antonio Tejero irrumpió en el Congreso pistola en mano y vociferó “¡Todos al suelo!”, seguido de una balacera contra la cúpula del hemiciclo por parte de los guardias que le acompañaban en el asalto, hubo dos personas que ni se inclinaron ni se acojonaron. Una era Adolfo Suárez González y la otra, Santiago Carrillo Solares. Vale añadir que el vicepresidente y teniente general Manuel Gutiérrez Mellado tampoco se amedrentó. Quedó claro en la intentona golpista del 23-F de 1981 que los dos autores de la Transición estaban dispuestos a defender con su vida el camino democrático recorrido hasta aquel momento. Aquella noche, además, el rey Juan Carlos, ya todo un monarca constitucional, se ganó la Corona. Ayer por la tarde acudió a casa de Carrillo, en la plaza de los Reyes Magos de Madrid, apenas cuatro horas después de recibir la noticia de que había fallecido. La capilla ardiente quedó instalada anoche en la sede de CCOO, en la calle Lope de Vega, donde los madrileños podrán darle el último adiós a partir de las 10 de la mañana.

Se ha dicho que la Transición fue obra del Rey, de Suárez y de Carrillo. Mas con la desaparición física de éste parece llegado el momento de colocar a cada cuál en su lugar, pues como bien saben los monárquicos, los Borbones jugaron con dos barajas. El secretario general del PCE residía en París en 1974 cuando una mañana de enero envió a su amigo Teodulfo Lagunero a exponer a don Juan los planteamientos del partido y de Comisiones Obreras sobre la reconciliación nacional y el modo de resolver la forma de Estado entre monarquía y república, que no era otro que la decisión del pueblo español en las urnas. Don Juan tomó buena nota, elogió el patriotismo de los comunistas y se dejó querer por la entonces llamada Junta Democrática, cuya principal y casi única fuerza real era el PCE, con sus decenas de miles de activistas en los tajos, las cárceles y la universidad.

Pero don Juan no hizo nada que pudiera soliviantar al dictador y perjudicar a su hijo. Ni siquiera acudió a la cita con Carrillo que el propio Lagunero y Rafael Calvo Serer habían concertado en Villa Comète, un palacete de la Costa Azul, propiedad del abogado y empresario Lagunero; don Juan llegó a Cannes a bordo del Giralda, pero enseguida le evacuaron en avión diciéndole que un comando de ETA le iba a secuestrar. Falso: el “comando” eran Lagunero y Calvo Serer. El resumen de aquella relación fue que si don Juan deseaba hablar con la oposición democrática real, alguien de su entorno no quería dejarle hablar. De aquel y de otros episodios coligieron muchos comunistas que a los Borbones les importaba menos la democracia que la Corona y la familia. Los que pensaban que don Juan era demócrata acabarían descubriendo que el padre y el hijo jugaban con dos barajas: el padre en París y Estoril con la Junta Democrática, y el hijo en Madrid con Franco. Si triunfaba la Junta, el padre era el héroe, y si fracasaba, el hijo sería el rey designado por Franco.

Santiago Carrillo durante la rueda de prensa clandestina que dio en Madrid el 10 de diciembre de 1976, tras su regreso del exilio. / Efe

Dos años después, el 7 de febrero de 1976, Carrillo cruzaba la Junquera con Lagunero y se instalaba en Madrid. No habían pasado tres meses de la desaparición del dictador y el secretario general de la principal fuerza política en la clandestinidad, el hombre más buscado por la policía franquista, ocupaba un chalé de la calle Leizarán de Madrid que nunca fue descubierto. Recorrió la geografía, se reunió con los camaradas, entró y salió de España en el Mercedes de Lagunero, siempre con su famosa peluca. Una vez lo hizo para dar una rueda de prensa en París el 2 de abril de 1976 y contestar a un mensaje que el ya rey Juan Carlos por la gracia de Franco le había enviado a través de Nicolás Ceacescu. El Rey le pedía que fuera “paciente” y no tratara de “precipitar” los acontecimientos, y le hacía saber que “en las condiciones de España, el PCE no podrá ser legalizado antes de algunos años y cualquier precipitación será perjudicial para el proceso de cambio”. El mensaje regio equivalía a dejar fuera de la democracia a la fuerza política que más había luchado por la democracia. La respuesta de Carrillo en aquella rueda de prensa fue inequívoca. A la pregunta de Joan Casanelles: “¿Cree usted posible la instauración de la democracia en España con la monarquía?”, respondió: “No tengo gran esperanza de que el rey pueda abrir el camino de la democracia en España. Diré incluso que no tengo ninguna esperanza”.

De ese modo sentó las bases de una negociación que pasaría por la aceptación de la monarquía a cambio de la legalización del PCE. Aquel secretario general, indeseable para la jerarquía del PCUS tras su formulación de las tesis eurocomunistas, sabía que si la frontera de lo admisible en España era una semidemocracia con el límite en el PSOE, a la vuelta de unos años el PCE desaparecía. Incluso, antes de que Suárez, por mediación de Carmen Díez de Rivera, se sentara con él un día y una noche en casa de José Mario Armero y se comprometiera a legalizar el PCE, el Rey había hecho un último intento para que los comunistas concurrieran a las primeras elecciones democráticas del 15 de junio de 1977 como “independientes”. La respuesta fue no. Suárez cumplió su palabra y el PCE fue legalizado aquel “Sábado Santo Rojo” de 1977. Carrillo convocó el Comité Central el 14 de abril, 46 aniversario de la República, para aprobar el programa y las listas. Y como gesto de apoyo a Suárez, acosado por los franquistas y el propio Fraga Iribane, arrió la bandera republicana y colocó la monárquica. Su política de apoyo a Suárez fue ya inquebrantable, llegandole a proponer un Gobierno de concentración contra la amenaza golpista que cristalizó aquel 23-F en las ráfagas y el secuestro durante catorce horas de los representantes de la soberanía popular.

3 Comments
  1. ainoa says

    Tanto luchar para morirse uno. Que la tierra te sea leve, Santiago.

  2. vincent amsterdam says

    Muy bien, el articulo. He aprendido algo mas hoy, gracias. DEP SANTIAGO CARRILLO!

  3. @moneyshotsays says

    Carrillo fue de los pocos que se mantuvo en su escaño el 23-F. Treinta y un años después, puede estar orgulloso de haber contraprogramado por un momento la dimisión de Esperanza Aguirre.

    http://bit.ly/FRolQs

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