Y Mas echó el cerrojo…

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Marta Lasalas *

Artur Mas, a su llegada, ayer, al Palacio de la Generalitat, ante el que se concentraron cerca de 4.000 personas que le aclamaron entre gritos de "Independencia". / Andreu Dalmau (Efe)

BARCELONA.– El portazo que Mariano Rajoy propinó ayer al pacto fiscal que reclama Cataluña ha concentrado todos los focos sobre Artur Mas. El president de la Generalitat era consciente de que en el preciso instante en que atravesara la puerta de La Moncloa para sentenciar el final de la negociación con el Gobierno español penetraría en lo que desde CiU se ha calificado durante los últimos meses como “terreno desconocido”. Una cierta sensación de vértigo domina ahora el entorno de Mas, pero también el convencimiento de que no hay marcha atrás y que los pasos que se han iniciado pueden llevar a un cambio histórico en el denominado encaje de Cataluña en España.

Ningún partido había previsto que los acontecimientos se precipitarían como lo han hecho desde la celebración de la Diada. Sin embargo, el clamor independentista que desbordó las calles de Barcelona el pasado 11 de septiembre obligó a todas las formaciones a actuar. El president Mas decidió recoger la reivindicación de un estado propio, lo hizo enlazándola estrechamente a su exigencia de un pacto fiscal pero consciente de que los manifestantes pedían mucho más. El compromiso con esta reivindicación quedó definitivamente sellado con su intervención pública en Madrid dos días después de la Diada.

Pero ayer, al salir de la Moncloa, el president no se limitó a meras declaraciones. El no de Rajoy a su propuesta rompió el último cable que mantenía aún abierta una posible –aunque difícil– vía de negociación con el Gobierno español. A pesar de que Mas rechazó hablar de rupturas, la exigencia fue clara. “No hay ningún marco legal que pueda utilizarse eternamente para anular la voluntad mayoritaria, pacífica y democrática de un pueblo”, advirtió para sortear la constante apelación del Gobierno y del PSOE a la Constitución.

De nuevo, el posicionamiento de Mas, contundente aunque con escasas concreciones, enlazó con la reivindicación de la calle y fue acogido con satisfacción en una sociedad catalana dolida tanto por el trato recibido los últimos años por parte del Gobierno español como por la falta de una respuesta clara desde Cataluña.

Pero el camino continúa incierto. El jefe del ejecutivo catalán no desveló cuales serán los próximos pasos y emplazó a los partidos catalanes a una reflexión en el marco del debate de política general que comienza el martes en el Parlament. En Barcelona se da por descontado que la legislatura ha terminado. No se descarta que el Govern aproveche el debate de política general para anunciar la convocatoria de elecciones. La cita podría quedar fijada para el mes de noviembre y no para la primavera como se había especulado las últimas semanas. Este calendario permitiría a CiU aprovechar el impulso que Mas ha conseguido abanderando la reivindicación de un estado propio y al mismo tiempo le evitaría continuar expuesta al desgaste que conlleva la crisis que, sin duda, obligará a nuevos recortes.

Con convocatoria o sin ella, a partir de ahora llega el momento de fijar objetivos. Cada formación tendrá que posicionarse ante el transcendental debate que ha decidido abrir sin ambages la sociedad catalana. La disyuntiva está resultando especialmente dolorosa para las dos grandes partidos catalanes. El PSC, que durante años ha paseado sobre un delicado alambre de indefinición, basculando entre su vocación catalanista y la vinculación al PSOE, es quien vive con mayor desasosiego el debate. Los socialistas, sin un liderazgo sólido y heridos por múltiples divisiones, se ven abocados a unas elecciones que pueden resultarles dramáticas.

Pero también Convergència, una formación nacionalista que hasta ahora había mantenido cierta distancia con el independentismo, deberá despejar incógnitas y abordar un auténtico encaje de bolillos para proteger los lazos con Unió, que no esconde el abismo que le separan de cualquier veleidad separatista. La apuesta de Mas por dotar a Cataluña de estructuras de estado le ha servido para evitar hablar de independencia. Sin embargo cada día que pasa le emplaza a una mayor definición y a perfilar la propuesta que piensa plantear en su programa electoral.

Cuando Mas regresó ayer a Barcelona tras la reunión con Rajoy, unas 4.000 personas le esperaban a las puertas del Palau de la Generalitat. Banderas esteladas y proclamas independentistas le recordaron el complejo sendero por el que ha comenzado a transitar, pero también que la apuesta por recoger la reivindicación independentista de la Diada ha desbordado los límites de su propia formación y lo han situado en el centro de un anhelo que hunde sus raíces en la sociedad y no en los partidos.

(*) Marta Lasalas es periodista.
2 Comments
  1. Dante says

    Lo mejor del artículo con diferencia, la foto.

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