¿A quién le importa quién manda aquí?

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Obama observa desde el helicóptero presidencial los destrozos del huracán Sandy en las costa de Nueva Jersey, durante su visita al Estado, el pasado 31 de octubre. / Pete Souza (whitehouse.gov)

¿Qué pasará la noche del 6 de noviembre en EEUU? Los últimos pronósticos apuntan que Barack Obama aguanta su maltrecho tipo gracias a los estragos de Sandy en su país pero sobre todo en las expectativas de su rival, Mitt Romney. No sólo la tormenta obligó a parar el reloj de la campaña en un momento favorable al republicano, sino que ha decantado el viento a favor del candidato que defiende una mayor intervención del Estado en la vida de la gente. Y ese, mal que bien, es Obama.

Romney será republicano y mormón, lo que a los ojos de mucha gente de este lado del charco le convierte automáticamente en un freak… Pero a los ojos de un observador imparcial en serio que no hay tanta diferencia entre él y Obama. Entre otras cosas porque para ser conservador Romney es bastante moderado (se le nota incómodo con las posturas más drásticas de algunos de su partido en contra del aborto) y porque para ser demócrata, Obama es bastante puritano (se le nota incómodo con las posturas más drásticas de algunos de su partido a favor del aborto). El único abismo que les separa es emocional y simbólico, más de piel (también del color de ella, sí), más de que nadie quiera admitir que se ha equivocado... Ni los que en 2008 votaron por Obama pensando que hacían presidente a Dios, ni los que ese mismo día se llevaron las manos a la cabeza creyendo que en la Casa Blanca entraba el Anticristo.

Ni lo uno ni lo otro, una vez más. Obama no era el antisistema temido por algunos por lo mismo que tampoco fue el genio salvador esperado por otros. Odio decir que yo ya lo dije: que el hombre no aportaba nada excepto su labia y su indudable carisma, que era un novato comparado con Hillary Clinton, que su experiencia ejecutiva era inferior incluso a la de Sarah Palin, que ganaba en alas de la brutal crisis económica que acababa de estallar pero sin tener ni idea de cómo resolverla, o teniendo incluso ideas bastante conservadoras sobre cómo intentarlo. ¿Hay que recordar aquí que Obama fue uno de los más encendidos valedores de la operación en virtud de la cual el Congreso de Estados Unidos aprobó el infame y multimillonario rescate de los mismos bancos que habían llevado al país y al mundo a la ruina, sin penalizarles lo más mínimo, y sin que a día de hoy eso se haya traducido en mejoras tangibles de la economía real que es la que mide cuán canutas las pasa la gente? En honor a la verdad hay que decir que a aquello se opuso con más energía el pobre y despreciado John McCain que el mitificado Obama.

Que conste que gente que se oponía a ello no se oponía por la razón más noble para hacerlo, sino por otra ligeramente más espuria: hay quien no quiere que el gobierno meta sus “sucias” manos en nada, así sea la recuperación de ciudades enteras después del paso del huracán. Es por eso por lo que Sandy le ha venido tan bien a Obama, porque ha atizado el miedo al desgobierno indeseado, a la anarquía por arriba. A que los que mandan te dejen tirado en mitad del páramo de la calamidad, la injusticia y la desgracia.

Dicho lo cual, y sin olvidar que tanto el infierno como la Casa Blanca están empedrados de buenas intenciones…¿qué más da quién gana el día 6? Obama es más majo, de acuerdo. ¿Y qué? ¿De qué ha valido eso a la hora de crear una verdadera sanidad pública, de cerrar Guantánamo, de renunciar a hacer la guerra con aviones que matan sin ni siquiera necesidad de piloto? ¿Alguien se imagina qué habría pasado de ser George W. Bush el que se cepilló a Osama Bin Laden sin mayores contemplaciones que las que se usan para aplastar una cucaracha según te la encuentras en el suelo de la cocina?

Chris Hedges. / Wikipedia

Está bien que el huracán haga reflexionar a la gente, pero, ya puestos, ¿por qué quedarse a medias? ¿Por qué no reflexionar del todo? Recomiendo encarecidamente la lectura del siguiente artículo de Chris Hedges, un señor tan creíble a la hora de dar puñetazos encima de la mesa (su firma fue una de las que prendieron la mecha de The Occupied Wall Street Journal¸ la gaceta de los Indignados yanquis que ocuparon Wall Street) como de respaldar toda la posible radicalidad de sus argumentos con razones de hierro. Que para algo ha sido durante dos décadas ilustre corresponsal de guerra y especialista en terrorismo para medios tan exigentes como The New York Times y National Public Radio y está en posesión de un Premio Pulitzer, que, créanme, no se lo dan a cualquiera.

Para los que no puedan o no quieran leer inglés, viene a decir Chris Hedges que él no piensa votar ni a Obama ni a Romney, ni a Isabel ni a Fernando, ni a Pixie ni a Dixie, porque en esencia le parecen perros muy parecidos con distintos collares, firmemente sujetos a la correa que nos sujeta a todos a una monstruosa pseudodemocracia corporativa, gangrenada por una economía en alarmante estado de putrefacción. Para entendernos, esto ha sido siempre una barbaridad, pero mientras había para colmar la avaricia de los de arriba y el consumismo de los de abajo, pues vale, como cuando a Fidel Castro le subvencionaba la Unión Soviética. En el momento en que todo se va visible y tangiblemente al carajo se impone reaccionar ante lo que además de estar muy mal, ya resulta inverosímil. Ante modelos políticos y económicos caducos a los que los mandatarios actualmente electos dan ciegas vueltas en círculo, incapaces de acometer y de imaginar nada más.

¿Qué el huracán Sandy es un recordatorio de que necesitamos gobiernos? Puede, pero sobre todo de que necesitamos gobiernos completamente distintos, con prioridades completamente distintas, de los que ahora tenemos. Y eso exige también una ciudadanía completamente distinta, me temo.

Lo del calentamiento global no es una broma. Sandy será cada vez menos la excepción y cada vez más la norma. ¿Qué pasará cuando ciudades como Nueva York o Barcelona sean sistemáticamente inundadas cada dos por tres o directamente borradas del mapa? ¿Cuántas veces habrá que sacar el espíritu de los distintos 11-S? ¿No sería mejor evolucionar a escenarios menos heroicos y más inteligentes?

¿Y si lo único bueno de esta crisis fuera que está poniendo entre la espada y la pared, entre el descrédito y el abismo, el axioma de que el progreso y la felicidad humana radican en crecer sin parar, en crecer a toda costa? Da la impresión de que pronto eso va a ser imposible ni queriendo, ni insistiendo en vender el alma al peor de los diablos, porque este no tendrá con qué comprarla. ¿Y si hiciera falta toda esta desolación para vislumbrar un futuro distinto, menos competitivo y más cooperativo, sin miedo a producir menos, gastar menos, etc? Lo propone hasta Jordi Sevilla en su nuevo libro La economía en dos tardes, ese que nos enseña lo que no aprendió Zapatero.

Grandes fuerzas desatadas recorren el planeta, riéndose de tanta macroeconomía y micropolítica. De esas impotentes amebas llamadas Obama, Romney, Rajoy, Rubalcaba, Hollande, Merkel

Hace falta otra raza, otra especie, otra humanidad.

4 Comments
  1. sabijondo says

    Estos son los que mandan y los que mantienen a los ladrones.

    http://prostivaricacion.blogspot.com.es/

  2. celine says

    Hace falta, Grau, y hay que ponerse al tajo inmediatamente. Muy bueno ese Hedges. hay que lee, por lo pronto, a gente que sabe contarlo. Contribuir con lo que se sepa en foros o en medios como http://www.decrecimiento.info/2012/11/revolucion-del-lat-revolutio-onis-f.html o más que habrá en la red. Nada de dejar crecer las barriguitas en la poltrona. A moverse tocan.

  3. Beaver says

    Andá, pero si ahora se ha vuelto de izquierdas.

  4. Josefa says

    Me ha gustado mucho este escrito, como puedo leer los artículos de Crhis Hedhes?
    I

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