Con 26 años a su espalda Izquierda Unida (IU) aborda desde el próximo viernes hasta el domingo su X Asamblea Federal con una coincidencia básica sobre el liderazgo de Cayo Lara como coordinador federal y con la voluntad de acuerdo entre las distintas familias y organizaciones bajo sus siglas, desde el PCE a la CUT de Ignacio Sánchez Gordillo y Diego Cañamero, la Izquierda Abierta de Gaspar Llamazares y Luis García Montero, pasando por la organización en Cataluña, la EUiA de Jordi Miralles y Josep Joan Nuet.
La coincidencia básica en el liderazgo de Lara permite augurar un cónclave sin grandes tensiones en la lucha por el poder, lo que no significa que el reparto de puestos en el Consejo (180 representantes) y la Presidencia Federal vaya a ser pacífico ni que, según las distintas fuentes consultadas, se pueda lograr una lista unitaria. Sin embargo, de los tres elementos clásicos de toda formación política –líder, organización y programa–, al menos el primero y el tercero –un programa político y social progresista para la mayoría de los ciudadanos– parecen encarrilados.
Uno de los debates más excitantes será entonces el referido a la organización, con la confrontación entre una concepción clásica y continuista con estructura democrática, plural y piramidal y otra abierta a la pluralidad de distintas formaciones con identidad de izquierda en la que la dirección de IU se limite a llevar la gestión. Esta última fórmula, por la que apuestan Llamazares y sus seguidores de Izquierda Abierta, persigue el objetivo de crear un frente de izquierdas para frenar primero y derrotar después a la derecha neoliberal.
Los seguidores de Llamazares están convencidos de que la unión de la izquierda dispersa, la Syriza española, es el camino que ha funcionado y permitido crecer a IU en las últimas elecciones en Cataluña y Galicia. Sin embargo, también desde Euskadi responsabilizan a Llamazares de haber propiciado una división interna que ha dejado a la IU vasca fuera del Parlamento de Vitoria. No obstante, según José Francisco Mendi y Rubén Fernández, cuando se ha aplicado la política de “frente común” que defendió Llamazares en la dirección, se han logrado avances importantes. “Por tanto, ni es cierto ni justo decir que la mejora electoral de IU sea mérito exclusivo de la actual dirección”.
La cultura política clásica del PCE, siempre mayoritario en IU, queda patente en los dos artículos estatutarios que mayor debate van a suscitar.
El primero trata de “atar corto” a las federaciones mediante la reducción del 50 al 30% de los miembros del Consejo Político Federal a elegir por las distintas federaciones tras la Asamblea Federal. Para los partidarios de la autonomía federal, este artículo 69 del proyecto de estatutos supone un reflejo del centralismo democrático y tal vez sea la consecuencia más evidente de la incapacidad de la dirección de obligar a los dirigentes de la federación extremeña a rectificar su acuerdo con el PP.
El segundo precepto polémico es “el deber” de los afiliados a los partidos que forman parte de IU de afiliarse a la organización correspondiente de la propia IU en cada lugar. Esta obligación recogida en el artículo 12 del proyecto de estatutos es interpretada por los dirigentes de Izquierda Abierta como una limitación o auténtico cortacircuito a las nuevas formas de participación política abierta a los electores, simpatizantes y colectivos.
Aparte los equilibrios que deberá hacer Cayo Lara, quien ha optado por el silencio antes de presentar su gestión y avanzar sus propuestas la tarde del viernes ante los mil delegados y los invitados al congreso, el de Argamasilla de Alba llega a esta X Asamblea satisfecho del resultado del Llamamiento al debate que lanzó antes del verano y que permitirá demostrar a la sociedad que existe una alternativa capaz de dar respuesta a la triple crisis económica, política e institucional en la que estamos inmersos. El objetivo esencial del debate será la respuesta “contundente y efectiva” a una crisis económica provocada por el capital y que está siendo utilizada por los gobernantes al servicio del propio capital para “retrotraer al país décadas atrás y cegar el futuro de las nuevas generaciones”.
También la Asamblea deberá lanzar alternativas a “la crisis del bipartidismo”, que los dirigentes de IU interpretan como la expresión profunda del agotamiento, no sólo del modelo neoliberal sino del impulso regeneracionista de la Transición política. Y finalmente tendrá que responder al reto de la “crisis institucional y de las propias organizaciones políticas, como instrumentos útiles para cambiar las condiciones de vida de la ciudadanía”. Del acierto y la coincidencia en las directrices para lo que Lara denomina “organizar la rebelión democrática frente al golpe de Estado del capital y los mercados” dependerá el futuro de la izquierda que viene.