En cierto sentido, ser de izquierdas es no tener dudas sobre el aborto. Ninguna duda. Ni la más mínima.
Se es de izquierdas cuando se considera un axioma que toda mujer tiene derecho a abortar por qué y cuándo le da la gana. Cualquier reserva sobre eso, cualquier matiz, abre la puerta a algo enormemente confuso y potencialmente terrible para una gran mayoría de personas. Abre la puerta a ser de derechas.
¿Es de derechas salir llorando de hacerte la amniocentesis, porque de repente te has sentido nazi, obligando a tu hijo a demostrar que es digno de nacer?
¿Es de derechas, a lo mejor no arrepentirte de haber abortado, pero sí jurarte que nunca, nunca, nunca, te volverá a suceder?
No es extraño que el PP tenga muchas contracciones internas (ya me sabrán perdonar la broma...) por este tema. Que el ministro del Interior vaya por un lado y Celia Villalobos vaya por otro. Lo raro, si se piensa, es no tener dilemas de conciencia con este tema. Lo raro, y quizás lo preocupante, es tenerlo clarísimo.
En Estados Unidos, donde rige la veneración anglosajona por la costumbre antes que por la ley, por la jurisprudencia antes que por el diálogo (a veces de besugos) parlamentario, es normal que muchas leyes delicadas nazcan realmente en los tribunales. Que la gente consiga reformas legales históricas a base de activismo judicial.
Ejemplo: el caso Roe vs. Wade (Roe contra Wade), que en 1973 le dio un vuelco a la percepción legal norteamericana del aborto y permitió introducir el derecho a la interrupción voluntaria del embarazo en ese país.
Jane Roe era el pseudónimo legal de Norma L. McCorvey, una mujer que, junto con sus dos jóvenes y combativas abogadas, presentó nada menos que en Texas una demanda legal para interrumpir su embarazo, resultado de una violación. Henry Wade era el fiscal de distrito del condado de Dallas que se opuso a aquel aborto con toda su alma, y con éxito: a pesar de una victoria inicial de McCorvey, entre recursos y apelaciones el tiempo fue pasando y la mujer dio a luz contra su voluntad, entregando a continuación a su hija en adopción. Finalmente el Tribunal Supremo se pronunció históricamente, forzando varias enmiendas constitucionales y federales para despenalizar el aborto. Roe 5, Wade 0.
En 1984 Norma McCorvey admitió que había mentido al afirmar que su embarazo fue fruto de una violación. Fue muy criticada por esto, más en un país donde mentir es casi peor que matar. Pero insistió en que ella había mentido por una buena razón, para liberar a muchas mujeres. Y muchos le dieron la razón.
Todos los que le dieron la razón en 1984 quedaron un tanto desconcertados en 1994, cuando Norma McCorvey anunció un espectacular cambio de opinión. Había entrado en contacto con activistas pro-vida y la habían convencido de que hay vida antes del nacimiento, y de que esa vida debe ser protegida, o por lo menos tenida en cuenta a la hora de sopesar los derechos y la libertad de la madre. McCorvey pasó de activista histórica a favor del aborto a empeñarse en una cruzada personal y nacional para revertir la ley que ella misma había ayudado a instaurar.
En 1995 se convirtió al cristianismo, haciéndose bautizar en una piscina de Dallas. En 1998 se afilió oficialmente a la Iglesia Católica Romana. En 2005 pidió formalmente a la Corte Suprema norteamericana anular la sentencia de su caso. Se lo denegaron.
¿Estoy escribiendo todo esto a favor o en contra del aborto? Me gustaría que el lector tuviera dudas. Porque de eso, de las dudas, es precisamente de lo que hoy quiero hablar.
En temas como el aborto, a nada y a nadie temo tanto como a alguien que no haya dudado jamás.
En desacuerdo
El aborto no es una cuestión de derechas o de izquierdas sino una vindicación feminista.
La posición de izquierdas mayoritaria así como la del feminismo es: «anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir». Para llegar a ese punto de encuentro, numerosos debates se han llevado a cabo dentro de los movimientos feministas y en los espacios de doble militancia que interseccionan las desigualdades de género y clase, como son algunos partidos de izquierdas, desde los años 60 en adelante.
A esos debates se han opuesto frontalmente y aquí sí, sin la menor duda (disposición al extrañamiento o hermenéutica de la sospecha) mujeres, varones, partidos, organizaciones, código médicos, medios de comunicación…) VINCULADAS CON LA IGLESIA CATÓLICA!!!
El Feminismo que no es solo activismo sino también epistemología, ha desvelado que detrás de los debates acerca del aborto lo que se encuentra es qué es una persona. en este sentido la duda feminista se puede observar en el texto de Susanne Gibson (2004) «The Problem of Abortion: Essentially Contested Concepts and Moral Autonomy» en el que concluye que a pesar de que para la filosofía del derecho es profundamente complejo salvar el debate acerca de si el feto posee o no derechos de autonomía como una persona, en el caso de las mujeres este derecho es claro y por lo tanto sobre ellas no debería existir ninguna duda sobre su autonomía en la decisión.
Más de cuarenta años de debates feministas en torno a la reproducción, la maternidad, la elección, el derecho y la libertad han dado para muchas dudas (acerca de los plazos, la edad, la educación sexual, el control demográfico, el biopoder, la cultura, las disciplinas, etc) pero voy a terminar con una reflexión que hace la antropóloga Susana Narotzky (1995) y que coincidiría con mi planteamiento en este debate: SI EN LUGAR DE LLAMARLO INTERRUPCIÓN VOLUNTARIA DEL EMBARAZO O ABORTO, LO LLAMÁRAMOS PROVOCACIÓN ARTIFICIAL DE LA MENSTRUACIÓN, la mitad de los discursos moralistas carecerían de sentido.
Para concluir: el debate y las dudas son más intensos, prolíficos, sensibles y plurales entre el feminismo que en el seno de la derecha o de la izquierda.
La máxima feminista de que «lo más parecido a un/a machista de derechas es un/a machista de izquierdas» sigue siendo operativa y aquí de nuevo se ha demostrado; porque las mujeres abortamos seamos de derechas o de izquierdas, el problema es que la democracia cristiana supragobierna y entonces por vergüenza todas callamos
Según eso, Niña Chole, ¿Si en lugar de pena de muerte lo llamáramos interrupción artificial de la respiración mediante decreto judicial la mitad de los discursos moralistas carecerían de sentido? Y conste, que como le ocurre a la Sra Grau yo en este tema también dudo. Gracias
No estoy de acuerdo con que ser de izquierdas sea no tener dudas sobre el aborto. Los q demuestran no tener dudas y ser el colmo de la intransigencia son los providas. Estar en contra de q se aborte en caso de violación, de peligro para la vida de la madre o de malformaciones en el feto es muy intransigente, sobre todo porque no se obliga a nadie a abortar. La ley de plazos es correcta por supuesto q cualquier mujer q aborta sufre y mucho por tener que hacerlo y generalizar con que la gente de izquierdas cree q se puede abortar cuando y como le de la gana, me parece una simplificación
Mientras se politice un derecho tan esencial para las mujeres ,como el de parir, vamos por mal camino; máxime cuando los que tienen mas peso en este tema son una secta religiosa que nada tiene que ver ni con la sexualidad ,ni con la maternidad ni con la paternidad, y que han demostrado que no les importa un carajo que la gente ya nacida se muera de miseria o se suicide por no tener recursos económicos ,que esta secta se embolsa tan ricamente sin ningún cargo de conciencia ,en un país que esta en bancarrota técnica.
Menos golpes de pecho ,y más cooperar con los miserables que pululan a millones en nuestra patria ; Paguen sus impuestos, devuelvan el patrimonio expoliado, y compórtense como cristianos ; Dios se lo agradecerá agradecerá y los Españoles también.
Excelente e informado comentario, Niña Chole. En cierta ocasión leí que aquello en lo que coinciden plenamente los anti-abortistas y los defensores de la libertad de la mujer para tomar la decisión de abortar es, precisamente, en la esperanza de que llegue un día en que los abortos no sean necesarios.
recórdemoslo una ve z más:
La liberación de la mujer comiennza por su vientre