El cuello de la Botella, entre dos presidentes

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Ana Botella, a la izquierda, junto a la delegada del Gobierno en Madrid, Cristina Cifuentes, el domingo, en un acto organizado por el Ministerio de Defensa. / Kote Rordigo (Efe)

¿Repetirá Ana Botella como candidata del PP a la alcaldía de Madrid? Mejor dicho, ¿será candidata por primera vez? Señores hagan sus apuestas. Mira por dónde, en el PP de Madrid, o por lo menos en parte de él (ojo que esta familia política empieza a ser más frondosa que la de los Buendía), empieza a correr la especie de que si Botella sigue será gracias a Mariano Rajoy…y a pesar de su marido, José María Aznar.

Curioso este cuello de Botella entre dos presidentes. Y curioso que el presidente que menos la ayuda sea el suyo, el que ella tiene metido en casa, oficialmente por lo menos. ¿Se acuerdan de que al principio de todo, a Ana Botella de Aznar la comparaban con Hillary Rodham de Clinton? Pues parece que al final sí se parecían en algo: en deberle al marido la aparatosa ruina de la propia carrera política.

Ahora que está tan de moda meterse con Botella e ironizar sobre sus capacidades políticas, yo quisiera romper, no sé si una lanza, pero por lo menos un alfiler por ella. Veamos. ¿Es un genio de la política, tiene ideas apabullantemente complejas y sorprendentes, una visión de Estado de esas que dejan tiritando al personal? No ¿Deslumbra su oratoria como si de un Demóstenes femenino se tratara? No. ¿Metió la pata largándose a un spa después de la tragedia del Madrid Arena, demostrando de paso que evidentemente está mal asesorada, que no sabe elegir a sus colaboradores de confianza? Rotundamente, sí.

Dicho lo cual, seamos sinceros: en este país el nivel de la clase política es muy bajo. No abunda la excelencia, en parte por esa reforma educativa que siempre se nos atasca, en parte porque los primeros de la clase, los pocos que hay, huyen despavoridos de la política para dedicarse a cualquier otra cosa, como constata Alfonso Guerra con tristeza en el muy recomendable tercer tomo de sus memorias (Una página difícil de arrancar, Planeta 2013). Con lo cual Ana Botella, bueno, tampoco se puede decir con justicia que sea la Remedios Amaya o la Raquel del Rosario de la Eurovisión popular. Tiene sus méritos: calidez en la distancia corta, más capacidad de empatía y hasta de ilusión que el político medio, conciencia de las propias limitaciones, afán de aprender. Todo eso le fue extraordinariamente útil a su marido cuando empezaba. Sin ella ganando apoyos, rompiendo el hielo con Marta Ferrusola, la esposa de Jordi Pujol, en aquella célebre y lúgubre cena en el hotel Majestic de Barcelona, ¿quién sabe si Aznar habría podido llegar nunca a presidente?

Probablemente el mayor error de Ana Botella, como el de Hillary Clinton, fue mover su propia ficha política cuando ya lo habían apostado todo a la carrera de su marido. Labrarse después de esto un perfil propio no resulta nada fácil…ni demasiado convincente. Menos cuando el marido de marras ayuda tanto como el caballo de Troya. En el caso de Hillary Clinton, para qué hablar. Y en el caso de Ana Botella, ¿estuvo afortunado Aznar cuando se empeñó en mandar a su señora a la alcaldía de Madrid de manera un tanto, digamos, original, sabedor como debió ser de los tropiezos mil que había de encontrarse por el camino, empezando por el calvario de gestionar el déficit post-Gallardón?

Ahora que Aznar ha sacado el hacha de guerra hay quien se pregunta si la saca porque sabe que su mujer no va a continuar en la carrera municipal, porque cree que no va a continuar…o porque le importa un pimiento si continúa o no. Porque vamos, muchas más entrevistas como la de otra noche con Gloria Lomana y compañía, y a lo mejor Ana Botella para tener futuro político tiene que irse a Génova…pero a la de verdad, a la de Italia.

Tiene gracia que esto pase cuando quien tiene la última palabra sobre el tema es alguien con la psicología de Mariano Rajoy. Hay quien asegura que él nunca tendría “narices” –bueno, ellos decían otro órgano, pero una es fina y es delicada- de apear a Ana Botella de la alcaldía mientras ella decidiera continuar. “Así las encuestas digan que va a ser un desastre, así el partido se lo pidiera a gritos, si ella quiere seguir, Mariano no se atreve a decirle que se vaya”, exclamaban algunos. Hasta que Aznar abrió la boca, claro.

Con maridos así, ¿quién necesita Esperanzas Aguirres?

2 Comments
  1. celine says

    Al paso que vamos, lo mejor va a ser preparar un viaje largo, pero no a Génova ni a Berlín. Lo menos, a Ítaca, querida Grau.

  2. Beaver says

    O sea, que hay que romper una lanza por la alcadesa de Madrid porque es cálida y tiene ilusión: criterios infalibles para distinguir a un buen político de otro malo. Así nos va.

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