Dar o no dar crédito, ‘that is the question’…

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Cartel de la obra que se representa en el Teatro Maravillas.
Cartel de la obra que se representa en el Teatro Maravillas.

Se estrenó el viernes pasado en el Teatro Maravillas de Madrid El crédito, lo último de Jordi Galceran (El método Grönholm, Burundanga, etc), dirigida por Gerardo Vera y con Carlos Hipólito y Luis Merlo encarnando los dos únicos personajazos que dan vida a esta comedia. La cosa es así: un señor va a un banco a pedir un crédito y el director de la sucursal no se lo quiere dar. Y encima se lo dice con cierta prepotencia. Entonces va el aspirante a endeudado y le suelta que, como no le dé el dinero…se va a arrepentir. Y sí, ya lo creo que se arrepiente…

¿Una comedia sobre la crisis? No exactamente, porque se habría podido escribir más o menos igual hace diez años (aunque entonces tuviera menos morbo). La situación no deja de ser la misma: lo estrictamente económico contra el factor humano. Lo cuantificable versus lo cualitativo. El homo economicus frente al homo…¿sapiens?

Jordi Galceran es un referente ineludible desde que El método Gronhölm capturó la imaginación de un tsunami de espectadores que sigue levantando oleadas en todo el mundo. Con El Crédito vuelve a incidir en ese prodigioso registro de la situación límite que no se percibe que lo es hasta que ya es demasiado tarde para rehuirla. Cuando ya hay que dar la cara con toda la humanidad que más o menos posea uno (o una). Con el aliciente encima de que verlo desde la platea resulta, no ya divertidísimo, sino desternillante. Es una de las comedias más perfectamente divertidas que han pasado por encima de unas tablas. Hablando de lo más serio del mundo además.

Ayudan el soberbio buen hacer de Hipólito y de Merlo y una dirección eficacísima, pero, sobre todo, el encanto y la inteligencia del texto. Esa manera casi shakesperiana de rebañar hasta la última gota de humanidad en lo más cotidiano, por no decir esperpéntico. Galceran es capaz de hacer verosímil lo más insólito, por el simple expediente (ah, mucho más fácil de decir que de hacer…) de no perder nunca la humildad ni el sentido común en el tratamiento de situaciones y personajes. No hay teatro menos perdonavidas y pretencioso…ni más inteligente y penetrante.

Y eso, señores, el público lo capta y por eso llena sala tras sala tras sala durante años. Que es exactamente lo que va a pasar aquí.

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