Pues a mí me gustaría entrevistarle. A Miguel Ricart. A uno de los asesinos de Alcàsser, sí. Me gustaría sentarme con él horas y horas como Truman Capote se sentó con Perry Smith, uno de los asesinos que inmortalizó en In cold blood (A sangre fría). ¿Se acuerdan? Dos convictos en libertad condicional asaltan una granja en Holcomb, Kansas, donde alguien a quien conocieron en la cárcel les aseguró que podía haber mucho dinero (o lo que ellos consideraban mucho dinero) dentro de la caja fuerte. Bueno, pues no lo había. Llevados por la frustración, por la inercia y por el odio se cargaron al granjero, a su esposa y a dos de sus hijos. El crimen resultó espeluznante por absurdo y por el impacto en la pequeña comunidad donde vivía la familia asesinada, los Clutter. Truman Capote retrata magistralmente todo eso.
Su libro, en el que trabajó seis años, es sencillamente tremendo. Primero nos cuenta los hechos desde el punto de vista de las víctimas. Conocemos a los Clutter, sus rutinas diarias, su manera de ser. Nos asomamos a unas existencias plácidas de gente que en su vida ha hecho mal a nadie. Se nos revuelven las tripas de pensar que puedan acabar así, sacrificados como animales por un par de desgraciados que pasaban por allí.
Luego Capote rebobina y nos cuenta lo mismo desde el punto de vista de los asesinos. Sus existencias lamentables. Los desastres que les llevaron a la cárcel y que siguen empalmando a buen ritmo al salir de ella. Técnicamente son parias de la tierra o son chusma, según se mire. Poco a poco se te ocurre que el odio que Perry Smith y Richard “Dick” Hickock sienten por los Clutter no es tanto, o no sólo, odio social, como profundamente y doloridamente psicológico. Los Clutter llevan existencias ordenadas, tienen objetivos en la vida, les va bien. Se esfuerzan mucho, trabajan y resultan gratificados por ello. Su mundo tiene sentido. Para las personas que les matarán nada lo tiene. Todo es caos. Conciencia a oscuras. ¿Apagada?
Hay que ser un narrador tan fino (y tan dotado para entender la maldad, vamos a decirlo todo) como Truman Capote para lograr el milagro del doble punto de vista. De que el lector pueda identificarse a la vez con los asesinos y con las víctimas. Por supuesto ello nos lleva cerca, angustiosamente cerca, de un nihilismo peligroso…o no. Entender algo no equivale a aprobarlo ni a que te dé igual ni a que estés de acuerdo con dejar ese algo sin castigo. Entender es simplemente entender, abrirse paso a machete en la densa espesura de lo que no tiene pies ni cabeza. Casi todo tiene pies y cabeza, así sean aberrantes. Sólo hay que buscarlos bien.
Truman Capote trabajó seis años en In cold blood y se chupó no pocas horas de locutorio con Perry Smith. Cómo no acordarme de esto al ver la que se ha montado con la salida de prisión de Miguel Ricart y el revuelo organizado en torno a si iba o no iba a ser entrevistado en televisión, y si iba a cobrar por ello.
Ana Rosa Quintana ha sido categórica: ella no paga a criminales para aparecer en su programa, y este en concreto no aparecerá, en calidad de entrevistado por lo menos, ni que se prestara a salir gratis. ¿Harán los demás programas y cadenas lo mismo? Viendo la contundencia de Ana Rosa se me reproduce el milagro del doble punto de vista: la entiendo, entiendo la dignidad de lo que dice y por qué. Me acuerdo de la que se montó cuando el crimen de Alcàsser estaba fresco, de la feroz orgía televisiva que acabó devorando a su propia bacante, Nieves Herrero, y me doy cuenta de que si yo fuera la directora y presentadora de un programa de televisión en directo también me negaría a entrevistar a Miguel Ricart. ¿Y si por muchas precauciones que tomes el tema se te va de las manos y todo deviene canallada y espectáculo?
Tristes tiempos en que hay que recurrir a la abstinencia periodística para no correr determinados riesgos deontológicos y hasta del alma. Porque, insisto, a mí me gustaría ver una entrevista seria, profunda, bien hecha, a Miguel Ricart. Me gustaría que alguien fuera capaz de bucear en las entrañas del monstruo. De ayudarme a entender por qué hizo lo que hizo. De hacerme pensar rato largo, años enteros, sobre el particular.
Claro que para eso hace falta, más aún que un Truman Capote, un país bastante más tranquilo que este, supongo.
Capote entrevistó en privado a los tipos. El espectáculo público es lo aberrante. Creo que, en efecto, alguien con sólidos conocimientos de psiquiatría podría hacer un trabajo fino y publicarlo en un libro. Eso es decente y útil para la gente que lo lea. Es útil porque proporciona datos sobre el alma humana, a veces capaz de monstruosidades, a veces tan cándida.
Exactamente… Cómo dice Celine, una cosa es periodismo y otra el show permanente en la que ha caído esta profesión. Se puede hacer (y hasta se debe, si llega el caso) hacer un libro a partir de “la experiencia” de individuos de esta guisa. Cómo hizo T. Capote. O se le puede hacer al asesino una entrevista en profundidad, con un buen guión, bien trabajada previamente, pensada… en una televisión seria, donde el espectador avisado de la entrevista, ya sepa al sentarse ante el televisor qué va a ver…
Pero ¿dónde está esa televisión, dónde ese guión, dónde ese tiempo dedicado a preparar la entrevista, dónde, dónde…? Este es el problema. Creo que hoy ni medios ni periodistas ni la época de prisas que vivimos están por la labor. Y mientras tanto, ¡viva el show!
lo dices muy bien Anna, tristes tiempos. Llevo indignada una semana viendo la feria televisiva de la salida de la carcel de unas personas que han cumplido sus condenas y a las que se les acosa. Ví como corrían detrás de Miguel Ricart, en la carcel y luego en la estación de tren y se me ponían los pelos de punta. Después he leído (no sé si será verdad o no) que llegó a Madrid en el coche de un periodista y que su primera noche la pasó en un hotel bueno. Yo ni siquiera estoy segura de que una entrevista hecha con rigor sea interesante. El dice que no lo ha hecho, la familia ya ha sufrido bastante. No todo es noticia. Se hubiera armado el mismo revuelo si en lugar de salir ahora hubieran salido cuando (según la doctrina Parot) le correspondía a cada uno? Cada día salen cientos de presos de las cárceles, no entiendo el revuelo, salvo en dos o tres casos muy puntuales, de individuos que han agredido a varias personas. El asesino de Anabel era la primera vez que lo hacía, Ricart era un delincuentillo de tres al cuarto antes de hacer el triple crimen. Por qué hay gente tan segura de que volverá a hacerlo? Hombre, audiencia da un montón, eso sí
Durante el franquismo, también se utilizaron personajes de esta calaña para provocar el mismo miedo neurótico que ahora con el fin de que la gente se olvidara un poco del miedo real a la miseria y la represión. http://wp.me/p2v1L3-qG
iluminatti.
iluminatti.
cararroja 1966