De Malentendidos, de Maridos y Mujeres y de por qué me deprime Boyero

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Los protagonistas de 'Maridos y mujeres', versión teatral de Alex Rigola de la película de Woody Allen, representada en el Teatro de La Abadía a principios de este años. / © Ros Ribas (teatroabadia.com)
Los protagonistas de 'Maridos y mujeres', versión teatral de Álex Rigola de la película de Woody Allen, representada en el Teatro de La Abadía a principios de este año. / © Ros Ribas (teatroabadia.com)

Voy con mi amiga Marta a ver “El malentendido” de Camus a las Naves del Español en el Matadero. Salimos muy contentas con el montaje, que Julieta Serrano y Cayetana Guillén Cuervo capitanean con dramática mano de hierro. La obra plantea una situación humana extrema, verdaderamente bestial, y, como finamente apunta mi amiga Marta, la plantea con una misteriosa eficacia que sería difícil en el cine. “En el teatro te crees más lo increíble”, razona.

Nos planteamos si eso es debido a la mera cercanía física de los actores o a si la atención del público es distinta. Si somos nosotros los que nos acercamos más al drama de viva voz que al filmado. Recuerdo que no hace tanto vi en la Abadía la estupenda adaptación que Álex Rigola ha hecho del “Maridos y mujeres” de Woody Allen. Tuvo Álex además la gentileza de mandarme dos entradas cojonudas. La acción se desarrolla íntegra en un salón con su sofá, y había algunos sofás más en primerísima fila de la platea, alrededor y casi dentro del escenario. Ese día fui no con mi amiga Marta sino con mi amiga Isabel, y allí estábamos las dos en nuestro sofá, que poco nos faltó para quitarnos los zapatos y tumbarnos. Así da gusto.

¿Me llegaron más las paradojas y miserias conyugales según Rigola en las tablas, o según Woody Allen en el celuloide? Es verdad que en teatro operan fuerzas misteriosas y muy atractivas. Que fluye la empatía de otra manera. A lo mejor porque quieras o no quieras es una narrativa más plural y más anarquista. Me explico. En cine el director tiene siempre la poderosa última palabra del montaje, la capacidad de un infinito recorta y pega, de aunar todas las potencias del texto e interpretativas en una voz más uniforme o uniformada, que es en definitiva la suya. En teatro el poder del director es más limitado. Se escapan fuerzas vivas, fluyen cabos sueltos, entre determinados actores y espectadores pueden surgir complicidades que vayan incluso más allá de todas las expectativas del texto. En cine hay menos de dónde desmarcarse, menos de dónde agarrar.

Aun así no me parece excusa para que una vez más Carlos Boyero firme una crítica en El País sobre lo último de Woody Allen, Blue Jasmine, donde ya no sabes si manda la recurrente voluntad de este crítico de fastidiar porque sí, de meter el dedo en el ojo de los cineastas que gustan precisamente por eso, porque gustan, o si es verdad lo que dice de que la película no le convenció, en gran medida, porque no logró empatizar lo más mínimo con su protagonista, interpretada por Cate Blanchett.

A ver. A estas alturas creo que no desvelo ningún spoiler si digo que la protagonista de Blue Jasmine es medio la Blanche DuBois de Un tranvía llamado deseo, medio la mujer de Bernard Madoff. No me parece un personaje pensado precisamente para empatizar mucho con él. De hecho uno de los más finos méritos de esta película, en mi opinión, es cómo Woody Allen dosifica su habitual ingenio histriónico, como consigue ceñirse a la historia sin dejarse llevar en demasía por las turbulencias de la comedia. Consciente de que nos va a contar algo terrible, se deja de jueguecitos y entra al trapo narrativo con mucha seriedad y consistencia, en mi opinión.

Es tremendo lo que la película nos cuenta, es tremendo lo que le pasa a esta mujer, es tremendo lo que ella hace y son tremendos, en cierto modo, los sentimientos que suscita en nosotros. Es una sucia historia de ajuste de cuentas sociales, y en este tipo de ajustes no se suele salvar nadie, ni siquiera el espectador. Igual que es difícil salir indemne del Malentendido de Camus porque al suceso horrendo que cuenta le acabas viendo una humana lógica. Terrible, pero humana.

¿Le sería más fácil a Boyero conectar con la Jasmine de la película si se hiciera una versión teatral? Nunca se sabe, igual valdría la pena intentarlo. No es fácil contar historias sobre los malos sentimientos propios y ajenos. No es fácil lavar la ropa sucia en escena. Pero precisamente en estos momentos igual hace más falta que nunca. Hay cosas que ya no podemos seguir viendo ni oyendo como quien ve u oye llover.

1 Comment
  1. Y más says

    Así se habla.

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