A veces pasa. Vas a cortarte el pelo y una boca vuelca en tu oído un susurro de diamante: “Tienes que ir a ver La grande bellezza”. Te sobresaltas por lo que tiene de impúdico, si lo piensas, sugerirle a alguien que en la práctica casi no conoces lo que tiene que ir a ver. Ciertamente entre las personas, esos árboles que gracias a Dios no siempre te dejan ver el oscuro bosque que es la gente, pueden llegar a tenderse amplios y silenciosos ramajes de intuición. Hago caso. Me cuelgo del brazo de mi novio (quien, quizás premonitoriamente, vivió veinte años en Italia), me cuelgo del otro brazo a una amiga y a un hombre que poco a poco se la va mereciendo y hala, para los cines Yelmo Ideal.
Pedazo de película, podría llegar a decirse, de no ser mucho más que eso. Bastante más que una película entera. Que se abreva en Fellini pero dándole tal dignidad a toda la amargura, incluso a todo el asco del mundo, que ser desesperadamente desgraciado llega a parecer un arte.
Es mérito de un gran director, Paolo Sorrentino, pero también y muy especialmente de un milagroso actor, Toni Servillo. Imprescindible ver y oír esta película en italiano aunque no lo hables. Imprescindible bajar a los quedos abismos de esa voz. El protagonista, Jep Gambardella, es un periodista mundano de 65 años que una vez quiso ser un gran escritor y que se quedó en nada porque…sí. Porque salir de noche daba menos miedo que escribir de día. O porque uno nunca acierta a cruzar el umbral que debe. O porque el éxito a veces es una trampa mortal. O porque el amor no lo soluciona todo, así haga el problema infinitamente más interesante. Lo que te exalta es lo mismo que te machaca.
La grande bellezza es una película complicada y densamente hermosa que habrá quien encuentre larga y pesada, como hay a quien le molesta que el aceite de oliva no gotee tan rápido como el agua. Es también una película capaz de poner a llorar como a un niño a un hombre hecho y derecho. Es una atrevida reivindicación de lo excelente y de lo inteligente, así no se sepa estar a la altura. Que hasta la añoranza de lo mejor mejora. Es una grieta celestial en lo más íntimo del infierno, y viceversa. Es una inmensa esperanza de tragedia como único sucedáneo conocido de la redención. Es pura luz asesina.
Si alguien te recomienda que vayas a ver La grande bellezza, si más aún que recomendártela, te dice que tienes que ir a verla, agradéceselo porque te está haciendo un favor. Y además te está poniendo una especie de medalla invisible. Te está contando, no sé si entre los mejores, ni siquiera entre los buenos, pero sí entre aquellos que por lo menos una vez en su vida se han esforzado por sacudirse la lepra de lo peor. Por huir del vértigo de la mediocridad. Por lo menos una vez.
Con tanto entusiasmo hablas de ella, Grau, que ya cuento los días para ir a verla.
Comentario cursi
Vale, Comentario, pues a la que se me ponga a tiro me la tiro. A la peli. digo. ¿Menos cursi esta vez?
Sorprende un artículo así, tan apasionado de una sociedad la italiana que está vacía , una sociedad que se arrodilla ante la iglesia y sus hombres y mujeres que no son sino una estructura hueca , recalcitrante e interesada. Mediocridad y conformismo es la materia con la que están hechos los personajes de esta película onírica , sin fondo, ni fin, un delirio que no se entiende ni en Italia ni fuera de ella. Una decadencia perversa que algunos siguen alimentando.
Me ha gustado mucho la crítica/análisis de la película. Muy de acuerdo con todo 🙂