«Papá, eres gilipollas por no robar»

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Imagen de archivo de Luis Bárcenas tomando un taxi tras prestar declaración en la sede de la Fiscalía Anticorrupción. / Efe
Imagen de archivo de Luis Bárcenas tomando un taxi tras prestar declaración en la sede de la Fiscalía Anticorrupción. / Efe

Va a parecer que me paso la vida en los taxis, y les juro que antaño quizás sí, pero ya no. No me lo puedo permitir. Pero de vez en cuando cae alguno, y hoy ha caído uno, con un taxista tan sensacional como aquel Carlos, ¿se acuerdan?, que me llevó a casa un día que yo había perdido la cartera, y no tenía con qué pagarle. Y que me dejó tiritando de renovada fe en la Humanidad en la esquina de mi portal y de la crisis.

El taxista de hoy se llamaba Jaime. Lo he cogido en la Gran Vía para ir a El Viso. A la altura de Cibeles me he fijado en que estaba hablando con compañeros por la radio del taxi, y el tema me ha llamado la atención: ambulancias que van de vacío, o no de vacío pero que tampoco van de urgencias (pongamos, por ejemplo, que llevan a un enfermo crónico a rehabilitación) pero para ahorrarse atascos pues van y ponen la sirena.

Y no sólo las ambulancias, también la policía”, se ha arrancado el taxista Jaime. Y al captar por el espejo retrovisor mi interés, me ha contado el caso alucinante de un coche de policía que iba un día a toda leche con la sirena puesta, y a Jaime se le ocurrió seguirles, “saltándose los mismos semáforos que se saltaban ellos”, y la carrera acabó…¡enfrente de una tintorería! Yo que empiezo a preguntarme qué magnitud de trapos sucios se blanquearían allí, cuando Jaime me desengaña: “¡Qué va, iban a recoger el traje de uno de los policías, que tenía una boda!”. ¿Seguro? Tan seguro como que Jaime se bajó y le preguntó a la señora de la tintorería, y esta se lo confirmó. ¿Se imaginan a José Coronado poniendo la sirena para ir al tinte?

Ah, y otra vez Jaime también detectó a un conductor de autobús que conducía borracho. “Di aviso al 112 y no vino nadie”, se lamenta, lúgubre. Pobre Jaime. Oyéndole te das cuenta de cómo empiezan las bolas de nieve de corrupción en este país. Con pequeñas pelusas indecentes a las que nadie quiere dar importancia hasta que engordan y engordan y engordan…en parte, supongo, por la extraordinaria mezcla de buena y mala fe que caracteriza a la gente de este país. Mucho meterse con la infanta Cristina por defender a capa y espada al marido...pero, ¿no hace aquí todo el mundo lo mismo? Esa maravillosa solidaridad familiar, ese estar a muerte con los amigos, ¿no es a menudo a costa del respeto más elemental a la decencia y a la ley? Cuando las microlealtades personales predominan tan fuertemente sobre la macrolealtad al colectivo, cuando los míos tienen derecho a todo porque son los míos, y a los otros que les den…¿no estamos a lo tonto, a lo tonto, en marcha hacia lo peor?

Habrá quién piense que el taxista Jaime es un pejiguero o incluso un tocahuevos. Sin ir más lejos parece ser que lo piensa su hijo. Porque cuando menos me lo esperaba, va el hombre, deja de contarme sus batallitas justicieras en el asfalto, se me pone triste y me cuenta pues eso, que su hijo le ha hecho saber que le considera “tonto” y “gilipollas”. “Llevas toda la vida trabajando y todavía tienes deudas”, cuenta con dolor que le espetó, para añadir: “eso a mí no me va a pasar”.

He aquí su plan para que no le pase: “me voy a afiliar a un partido político” (se ha afiliado al PP, cuenta el padre), “y voy a ir a todos los mítines que pueda, y me voy a hacer fotos con todo quisque, y antes de los 35 espero estar colocado, y pillar todo lo posible”. “Y no habla por hablar, para mi desgracia”, concluye Jaime. Curioso cómo funciona a veces el choque entre generaciones. Cuando yo tuve veinte años la rebeldía era otra cosa.

Yo hago todo lo que puedo por explicarle la importancia de dormir tranquilo, de ir por la calle, oír un chist, y no tener que preguntarte si vienen a por ti”, me explica, bastante frustrado. Es una pena que ya no me dé el presupuesto para coger muchos taxis porque últimamente a la mejor gente la conozco ahí. Espero que el hijo aspirante a corrupto de Jaime nunca salga en los papeles como ha salido Bárcenas. A lo mejor este país se lo merece. Pero su padre no.

3 Comments
  1. celine says

    Los pequeños vicios se parecen a las pequeñas virtudes, Grau. Que al crecer se vuelven imponentes. El alcalde de NYC de cuando el 11S, fue criticado por limpiar la ciudad de pequeños malhechores y de suciedad en las calles. Decían que se ocupaba de cosas sin importancia que lo que había que atacar era el gran delito. Sin embargo, el consiguió hacer de NY una ciudad mucho más amable. Lo sabes mejor que nadie porque has estado allí años. En España, se permite acumular la basurilla, entre la comprensión amistosa, la corruptelilla picaruela y el desdén por la cosa pública. También nos distinguimos de todos los pueblos del mundo por ser los más acérrimos enemigos de nosotros mismos y de nuestra historia, de nuestras tradiciones y de nuestras cosas. Y así nos va.

  2. Patronio says

    Claro, claro, pero para eso están Ciutadans y Upedos, que tienen una trayectoria limpísima y nos van a salvar a los españoles de todos los males habidos y por haber. ¡Cómo no me habré dado cuenta antes! Ya tiene usted mi voto, señora, aunque sea para presidenta de la comunidad de vecinos.

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