La peli es buena, pero no es tan buena. Lo mejor, el guión y los actores. Lo más difuso la dirección, una puesta en escena que de tan naïve por momentos se arriesga a incurrir en la función de fin de curso. La frescura no decae jamás pero eso se paga. Hay momentos en que una agradecería un humor un poco más salvaje y más bestia, cierta vuelta de tuerca hacia la sofisticación. Claro que entonces te dejarías gente y popularidad por el camino. La peli gustaría más a algunos pero dejaría de ser para todos.
Lo interesante es por qué ha arrasado así. No vale con decir que el volcán de ETA tenía que estar dormido para poder hacer esta película. Por supuesto en plena orgía de asesinatos habría sido impensable, pero, ¿basta con eso? ¿No será esa condición necesaria, pero no suficiente?
A mí me parece que Ocho Apellidos Vascos triunfa tanto precisamente ahora porque ahora no es sólo una película posible sino una película incluso necesaria. Una historia que alguien tenía que querer contar. Me quedo con una frase de uno de los guionistas, Diego San José, tan insultantemente joven y tan increíblemente maduro: "El público siempre es mejor y vale más que los políticos". Sin duda. Así el humor sensato de esta película ha conectado sin miedo ni tapujos con el de mucha gente ávida de reírse por fin de algo. Ávida de poder reírse de sí misma, para empezar, sin ofender.
La historia de un sevillano todo gomina y miel enamorado de una vasca con el flequillo cortado a motosierra y con una mala hostia que no se la salta un gudari es un topicazo ingente, pero por eso mismo tan descarado, tan de algún modo honrado, que ha funcionado a las mil maravillas para oxigenar el ambiente. Se respiran ganas de alivio, de distensión, de armonía. La película se dirige a gente con ganas de entenderse. Y la encuentra.
Preston Sturges nos enseñó las virtudes de la comedia, tan denostada a veces por las mentalidades trascendentes, para tomarnos un respiro de la realidad cuando esta aprieta tanto que está por ver que no ahogue. En este caso es comedia pero no tanto, costumbrismo pero no tanto, coña marinera hasta que deja de serlo: ¿acaso no ha tenido siempre Euskadi un "color especiaaaaaaaaal"? Qué bueno conectar así con la gran tradición autohumorística española que parecía haberse muerto desde que José Luis López Vázquez se retiró, Andrés Pajares enloqueció y Berlanga ni está ni se le espera. De este tercamente desaforado país sigue goteando más sabiduría de la que te esperas cuando menos te lo esperas.
Suerte de eso, que si no...
Fabulosa!! Me ha hecho reír, es importante, mejor dicho necesario.
haber, tu lo has dicho, lo de E.T.A y no se que mas. te lo voy ha esplicar. Antes que esistiera E.T.A y antes que esistiera Franco. el norte (y no pongo euskadi) pensabamos que el sur era un cortijo(osea que todos los señoritos tenian su patio de recreo) ahora que tu digas que esta pelicula es porque E.T.A ha dejado de asesinar y de que es necesaria para la sociedad por lo que tu quieras explicar. FALSO. no busques nada que no sea, unos tios que han explotado una diferencia social, para su beneficio. nada mas
Estimados bloggers:
¿Y qué es el cine? Dícese de él que es uno de los grandes inventos que el ser humano ha creado. Considerado como una revolución, los primeros testimonios que se nos ofrecieron eran una consecución de imágenes que representaban las situaciones más cotidianas, y parece que la historia vuelve a repetirse, porque “Ocho apellidos vascos” es eso: una visión de los clásicos tópicos entre el norte y el sur. Afortunadamente, todo ello se presenta desde la perspectiva del humor. Sin embargo, la carcajada fácil puede ser un respaldo en la taquilla que no asegura la calidad de la cinta ya que, por mucho que insista Mediaset (principal productora del film), es más que probable que esta película no sea recordada como una sublime representación del mejor cine español.
Y la pregunta se repite: ¿Y qué es el cine?
El cine es entretenimiento. El espectador no siempre busca historias extraordinarias, también disfruta evadiéndose de su realidad diaria con meras anécdotas, esas que no pasan a la posteridad pero que esbozan una sonrisa perpetua aunque sea solo una tarde.