El expresidente de la Generalitat de Catalunya, Jordi Pujol Soley, chuleó el viernes al Parlament, abroncó a la oposición y no contestó a pregunta alguna. En su esperada comparecencia ante la Cámara no aclaró la cuantía y evolución de su fortuna oculta en Andorra a salvo del fisco, pero tuvo el morro de afirmar: “No he sido un político corrupto” (ver videogalería con la intervención íntegra y las reacciones de la oposición). Al parecer, ocultar patrimonio y evadir impuestos durante más de treinta años, siendo además presidente del gobierno catalán durante 23, no es corrupción objetiva y subjetiva, sino una forma de honradez a la que la gran mayoría de los catalanes y los españoles no estamos acostumbrados. Honradez pujolera habría que llamarla para diferenciarla de la gurtélida, la barceniega y otras honradas maneras de trincar.
Fiel al principio que enunció el novelista Grahan Greem de no entrar en detalles cuando se miente, el expresident realizó una lectura sosegada de los folios que llevaba para repetir lo que ya dijo el 25 de julio, esto es, que su padre Florenci, un hombre rico que trabajaba en dólares comprando y vendiendo algodón para el textil, puso 140 millones de las antiguas pesetas (841.000 euros) en una cuenta en Andorra para él, su esposa y sus hijos por si tenían que expatriarse. Y a partir de ahí se negó a contestar una sola de las preguntas que le formularon todos los portavoces menos el de CiU, Jordi Turull, quien le defendió como político, fundador de Convergencia e impulsor del nacionalismo catalán, y tildó de biliosa a la oposición.
Además de mofarse del Parlament, el “no corrupto” Pujol –razón por la cual unos ciudadanos acudieron a gritarle “ladrón”-- exhibió una irritación catedralicia en la réplica, y en vez de contestar a las preguntas, se dedicó a abroncar a los parlamentarios por considerarle reprobable. Encolerizado, les llamó mentirosos y les tildó de frívolos. Según él “hay un punto de frivolidad, de liarlo todo y mezclarlo todo para crear un clima de incomodidad contra mi y contra CiU”. Según él, hay una “causa general” contra su persona y contra sus décadas de gobierno.
Tomar por “causa general” --con las connotaciones criminales franquistas de la expresión-- las preguntas de los portavoces sonó a perversión maligna, además de ridícula. Pero es lo que el personaje dio de sí. Miquel Iceta, del PSC, le preguntó la cantidad defraudada, si podía documentar sus depósitos en el exterior, si sus hijos hacían negocios a costa del dinero público usando su influencia como presidente de la Generalitat y si el dinero que ocultó en el extranjero procedía de la Banca Catalana. Para el colérico Pujol (84 años) también es "causa general” la pregunta de Joan Herrera, de ICV, sobre si la fortuna de la familia en paraísos fiscales procedía de la venta de las acciones de Banca Catalana con información privilegiada antes de la quiebra. No hay que olvidar que el personaje fue procesado por falsedad y latrocinio y exonerado en 1984.
Albert Rivera, de Ciutadans, le hizo saber que “su cuento no cuela”. Y David Fernández, de la CUP, le llamó soberbio y arrogante y le recordó dos mandamientos de la ley de Dios: “No robarás y no mentirás”. Con más ganas de "encausarlo" y “liarlo todo”, según sus chulescas expresiones, Alicia Sánchez Camacho, del PP, le restregó su famoso "España nos roba" y le preguntó si las comisiones que se llevaban los gobiernos de CiU eran del 3%, como denunció Pasqual Maragall; del 4%, como confesó el ladrón confeso del caso Palau, Fèlix Millet, o del 5%, como apuntó Josep Lluis Carod Rovira en unas recientes declaraciones.
Ni siquiera el enojado personaje aclaró por qué la famosa herencia de 0,8 millones de euro se multiplicó por seis, llegando a los 4,8 millones acreditados por la Banca Andorrana a requerimiento de la Agencia Tributaria. Eso sí, desmintió con tono encorajinado la acción judicial contra la filtración de sus datos y luego, apuntando con el índice de su diestra a los parlamentarios y al techo indistintamente, negó que hubiese hablado con Rajoy sobre las cuentas ocultas: “¡Eso es mentira, es una intoxicación! Si hubiera sido así, él sería más culpable que yo”. La oposición se sintió burlada y manifestó su protesta por la negativa a responder y por el tono airado del defraudador al que hasta hace poco llamaban molt honorable senyor.
Pero hubo más, ya que Pujol completó su patibularia intervención dejando claro que comparecía porque quería. Como si perteneciera a la famosa escuela filosófica de los cínicos, cuyo nombre significa canelos o perrunos, que orinan en público, proclamó: “Me he desnudado ante la opinión pública. ¿Es inteligente? No lo sé, pero me he desnudado y esto no se suele hacer”. Y como si quisiera evitar que una comisión parlamentaria de investigación muestre su desnudo integral y tratara de preservar a sus hijos imputados por corrupción y a su heredero político Artur Mas, abogó por la pervivencia del sistema con esta advertencia plástica: “Si vas segando la rama de un árbol, al final cae la rama, caerán todas y habrá sido responsabilidad de todos los que han practicado este tipo de política”. Se le olvidó que las ramas también caen por el peso de los cerdos, con perdón para el noble animal, y que, como escribió Leonardo Sciacia, esas cosas ocurren cuando los cerdos se suben a los árboles.
Abominable personaje, buena crónica llamando a las cosas por su nombre.
Efectivamente, como señala Piedra, «buena crónica».
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Pero si el Bárcenas está enchironado, ¿por qué a este muy repugnante corrupto se le permite andar suelto?
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