Lo dicen sus allegados y no tan allegados. O sea, los socialistas andaluces y del resto de España que siguen al dedillo sus pasos. Susana Díaz, que será madre por primera vez este verano, según se ha anunciado hoy lunes, tiene fijado su futuro como “salvadora” del PSOE y de España, y de lo único que duda es del momento. Sobre todo, como ya adelantamos en cuartododer.es, desde que Izquierda Unida de Andalucía ha decidido someter a referéndum la continuidad de su apoyo al Gobierno socialista andaluz, incluyendo previamente una ofensiva contra la corrupción en el Parlamento autonómico que puede ser demoledora de cara a las municipales del 24 de mayo.
La presidenta no oculta estos días que ha dejado la pelota en el tejado de la propia IU, convencida de que no le conviene retirarle su apoyo por más que le haya entrado “podemitis”, como ella misma define al temor que sufre la coalición de Cayo Lara y Alberto Garzón a la voracidad política del partido de Pablo Iglesias. Los suyos afirman que en privado ha dejado bien clara una cosa: su límite es la estabilidad y no va a dejar que IU le ponga la fecha a unas elecciones andaluzas adelantadas. “Yo no soy tonta”, asegura como si anunciara a la cadena Media Markt. Y no quiere parecerse a Artur Mas o vivir en una jaula de grillos como a su juicio fue el Tripartito catalán que gobernó el PSC. Ni va a permitir, abunda, que 4.000 militantes de IU decidan por los 9 millones de ciudadanos andaluces que gobierna.
Pero la duda que se le plantea, si el “ruido” de inestabilidad sigue imponiéndose en el Palacio de San Telmo, es cuándo sería el mejor momento para el adelanto electoral y cómo afectaría eso al debate sobre el liderazgo interno –y definitivo- en el PSOE. Porque si la coyuntura le fuera favorable, no descartaría adelantar las autonómicas para hacerlas coincidir con las municipales. Y en ese caso, teniendo en cuenta que las primarias para elegir al candidato del PSOE a la presidencia nacional están convocadas para julio, tendría tiempo para presentarse si, dada la situación complicada que, según ella, vive Pedro Sánchez, los resultados fuesen buenos en Andalucía - donde considera que Podemos todavía tiene los pies de barro- y malos en el resto del Estado. Porque en ese caso –y sólo en ese caso–, piensan los suyos, podría pedir perdón a los andaluces e irse a Madrid so pretexto de que, si no lo hace, pueden hundirse tanto el PSOE como España.
No obstante, la aspirante a “salvadora” considera que las primarias de julio no serían su momento ni aunque el PSOE andaluz triunfase en las municipales bajo su batuta. Para ella, el triunfo colectivo en las municipales –ganándole al PP y a Podemos en porcentaje- no sería suficiente para presentarse en Madrid habiendo cumplido su reto personal de ganar unas elecciones. Considera que tienen que ser comicios autonómicos. Unas elecciones en las que el mérito pueda atribuirse a su tirón personal.
Las municipales, además, no valen en esta ocasión porque el fraccionamiento del voto será enorme y porque, a su juicio, los resultados no serán extrapolables ni a las autonómicas andaluzas ni a las generales de noviembre. Para aspirar a lo más alto, a eso que ya juega echándole piropos a Felipe VI, templando gaitas con el otro VI, el rey Mohamed de Marruecos -aunque no haya socialista que no sea partidario del referéndum en el Sáhara Occidental-, entrevistándose con Marino Rajoy y con todos los presidentes autonómicos que se prestan, es decir, en definitiva, a Mujer de Estado, necesita demostrar que ella, como hicieron antes Manuel Chaves o José Antonio Griñán, sus predecesores andaluces inmediatos, gana por sí sola las elecciones andaluzas.
De ahí, también, que deje de momento que, salvo catástrofe electoral del PSOE en mayo, sea Pedro Sánchez el que aspire a ser presidente del Gobierno de España en las próximas generales. Y de que no descarte, si IU sigue en sus trece de fomentar la inestabilidad para salvar el pellejo frente a Podemos, retrasar el adelanto electoral hasta finales de año, hasta la convocatoria de las generales. Porque, después de todo, IU ya le votó los Presupuestos autonómicos para este año y no celebrará el referéndum interno sobre la participación en el Gobierno andaluz hasta después de las municipales.
Por eso, Susana Díaz, como si jugase una partida de tute, sabedora de que ganará la primera ronda de salida con la convocatoria, intenta aguantar todas las cartas del palo que pinta hasta el final. Para llevarse, además, las diez de últimas.
No sé yo si la «podemitis» no acabará pesando más de lo que Susana cree en el calendario electoral.