
Creo recordar que ya comenté una vez aquí (si no, lo comento ahora) que hay un par de textos míos en La canción de Roldán, la última novela de Fernando Sánchez Dragó, un relato de no-ficción cuyo protagonista es nada menos que Luis Roldán, exdirector de la Guardia Civil, Máximo Chorizo Oficial de las Españas, Capitán de las Infamias, protagonista del máximo episodio de aislamiento penitenciario de la historia de nuestro país y también de una de las operaciones de acoso, derribo y descrédito más encarnizadas y, para qué nos vamos a engañar, más logradas que en el mundo han sido desde Goebbels.
El libro en sí, ya lo hemos dicho, es una novela y no un reportaje. Cuando Dragó me invitó a participar en él estaba apelando a mi condición de escritora, no a la de reportera. Claro que yo no me percaté en el minuto uno. Al principio estaba, como todo hijo de vecino y de vecina, obsesionada con la realidad. Con las hemerotecas. Con la historia que todos llevamos décadas mamando con la misma convicción con que los bebés chinos mamaban aquella leche adulterada y podrida que mandó a un buen puñado de ellos a la muerte.
Habla la periodista: me sentí incluso ridícula, me sentí mal conmigo misma y haciendo toda clase de mohínes y de muecas para disimular la cara de idiota, cuando al acercarme a la realidad de los hechos, tantos años después, me apercibí de cuán fácilmente me la habían dado con queso. Con cero resistencia política e intelectual por mi parte.
No voy a ponerme aquí a defender a Luis Roldán, a negar que se lo llevó muerto, a ensalzar como héroe al que justamente fue condenado como villano. Nada de eso. Sólo pido abrirse paso a través de la maleza de tanta y tan interesada leyenda negra. Se nos quiso presentar a Roldán como el súmmum de lo corrompido y depravado, como una manzana tan profundamente podrida que el resto del cesto no podía ni puede con la vergüenza. Todavía conozco gente que cuando le regalo el libro me dice: le echaré un vistazo a “lo tuyo” pero sepas que a mí Roldán me la suda, es más, me cae como la tiña y lo último que me apetece es leerme un libro sobre él.
Ya. La opinión y la lectura son libres. Se puede leer La Canción de Roldán, el Quijote o las Cincuenta Sombras de Grey. Yo lo único que reivindico y digo es que estaría bien, antes de decidir que no se quiere saber nada de Roldán como personaje de novela (de no-ficción, como A sangre fría de Truman Capote, casualmente también construida en torno a un crimen), asegurarse una previa y verdadera libertad de decidir. Asegurarse de que no te han comido el coco.
¿Queda, puede quedar a estas alturas alguna duda de que Roldán fue usado como espantajo y espantapájaros, como coco y hombre del saco, como formidable cortina de arena, cuando no telón de acero, tras la cual esconder la mayúscula, masiva, incontinente, casi inconcebible, corrupción socialista de su época? Y no sólo socialista. Ahora que van emergiendo todas las tramas, todos los clanes familiares, todos los sumideros del sistema... toda esa cultura del amiguismo, cuñadismo, primismo, hijodeputismo, etc, que al parecer lleva como quien dice desde el principio de la democracia y de los tiempos asfixiando a todo dios en este país. En resumen, que los que nada hemos robado, los que nos hemos dejado crujir bovinamente a impuestos (¡la España de Montoro y la Cataluña de Pujol nos roba!), somos más idiotas que el idiota de Dostoievski, para empezar a hablar.
Dicho lo cual, también me llama la atención cierta nota falsa, cierto acento fariseo y rechinante, en la indignación de todo el mundo. Empezando por quien esto firma. Es verdad que servidora es una calamidad en materia de cuartos, de vil metal, de dinero. Que todavía a día de hoy me da vergüenza preguntar cuánto me van a pagar cuando me ofrecen un trabajo. Bien que se aprovechan de esta idiosincrasia mía los unos y los otros... Pero cuando veo tanto asco y tanto despego hacia la corrupción que más o menos se va sabiendo de tanta gente bastante más pesetera que yo conozco, que todos conocemos…tanta pretendida superioridad moral hacia la corrupción pasada, presente y quién sabe si futura…tanta absoluta convicción de que esto sólo les pasa a los otros, que nosotros no podemos vernos embarcados jamás de los jamases en una cosa así…Los de la época de Felipe sí, los de la época de Aznar y Rato también… Como si Luis Roldán fuera un asombroso ejemplar de tyrannosaurus rex digno de contemplarse en el Museo Arqueológico…
¿Seguro que este país y que la gente han cambiado tanto? Porque yo, qué quieren que les diga, no tengo para nada esa impresión. Pero para nada, oiga.
Sí; antes parecía que no era así, pero desde la España del pelotazo y el enriquecimiento fácil se podría decir aquello de «quien esté libre de corrupción y corruptela que tire la primera piedra». Y ya verás como se van todos.
En efecto. Tienes toda la razón. La política es una mafia en el mundo. El pueblo les importa 0 y todos se ayudan entre sí. Solo DENUNCIAR si algo se sabe puede SALVARNOS DE ESTE ROBO A MANO ARMADA.