Mercedes Ruiz-Giménez: «La Ayuda Oficial al Desarrollo española está en mínimos históricos»

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Mercedes Ruiz-Gimenez, presidenta de la Coordinadora de ONGD de España. / CONGDE

Mercedes Ruiz-Giménez Aguilar (Madrid, 1941) es la presidenta de la Coordinadora de ONGD de España desde marzo del año 2012. Licenciada en Filosofía y Letras, Ruiz-Giménez es también postgrado en Sociología y en Periodismo y Comunicación Social, Master en Cooperación Internacional y Master en Género. Al cargo en la Coordinadora llegó tras estar involucrada en AIETI (Asociación de Investigación y Especialización en Temas Iberoamericanos) desde 1994, asociación de la que ha sido coordinadora del departamento de Cooperación al Desarrollo, secretaria general y ahora vicepresidenta.

Este mes, desde hoy hasta el 27, en el marco de la 70 Cumbre de Naciones Unidas que se celebra en Nueva York, se aprobará una nueva agenda para el desarrollo que se basará en los Objetivos para un Desarrollo Sostenible (ODS). Teniendo como referente los Objetivos de Desarrollo del Milenio (ODM) firmados en el año 2000 para el 2015, ahora se pone en marcha esta nueva estrategia global para los próximos 15 años, hasta el 2030. En ella se marcan 17 objetivos primordiales, relacionados con erradicar la pobreza y el hambre, garantizar el acceso a la salud, a la educación, al agua, a la energía sostenible, la igualdad entre los géneros, combatir el cambio climático o asegurar la sostenibilidad del planeta. Ruiz-Giménez participa en esta Cumbre y, por este motivo, atiende a cuartopoder.es.

— Una gran parte de la población tiene la sensación de que este tipo de cumbres sólo tienen un valor testimonial y luego no se llevan a la práctica las decisiones allí adoptadas. ¿Cómo lo valora usted?

— Es una fecha que debería ser crucial para la humanidad. La Cumbre de Naciones Unidas tiene la particularidad de sentar en una misma mesa a la inmensa mayoría de los jefes de Estado y de Gobierno y eso, en sí mismo, ya debe ser valorado como positivo. El documento final de la Cumbre para la aprobación de la Agenda para el desarrollo después de 2015, que ya es público, tiene algunas sombras; pero, sin duda, también tiene luces que deben ser valoradas como positivas. El hecho de que los países se comprometan con el cumplimiento de estas medidas, tanto dentro como fuera de sus fronteras, nos permitirá tener herramientas de presión política para exigirles que cumplan sus compromisos en los próximos 15 años. Tenemos en nuestras manos la posibilidad de dar un giro de timón y apostar por una agenda que realmente transforme un sistema internacional injusto, ataque las causas de la pobreza y la desigualdad y proteja el planeta que habitamos. No podemos permitirnos que las palabras no vayan acompañadas de los hechos.

— Desde un punto de vista global, ¿qué regiones o estados cree que están favoreciendo de una forma más activa el cumplimiento de este tipo de acuerdos?

"La región que más ha avanzado en la reducción de la pobreza extrema ha sido Asia, liderada por China"

— Si hablamos desde el punto de vista de las negociaciones internacionales es difícil contestar a esta pregunta ya que este tipo de acuerdos son muy complejos e implican muchas decisiones que no siempre pueden valorarse en su conjunto como un todo. Hay países que avanzan más en unos temas que otros, y hay negociaciones de última hora en las que se intercambian apoyos para defender determinadas posiciones. Bhumika Muchhala, analista política de Desarrollo y Finanzas de la Red del Tercer Mundo, cuenta en un reciente artículo como en las negociaciones de los ODS que han sido bastante abiertas, transparentes y con amplia participación, en el último momento se acordaron modificaciones sin luz ni taquígrafos. Si nos referimos al cumplimiento de los objetivos del milenio según el informe del PNUD la región que mas ha avanzado en la reducción de la pobreza extrema ha sido Asia, liderada por China.

— ¿Cuál es el papel de la Unión Europea, concretamente, en la consecución de este tipo de objetivos globales?

— El peso de la Unión Europea como actor internacional es indudable y debería ejercer un liderazgo en la implementación de la nueva Agenda. Especialmente debería jugar un papel clave en asegurar la implementación del principio de coherencia de políticas para el desarrollo sostenible. Todos los países tiene que implementar en el ámbito domestico políticas tendentes a conseguir los objetivos y metas de la Agenda, pero es igualmente importante que cada estado asegure que sus políticas y acciones no socavan los intentos de otros países en la consecución de sus objetivos. En el terreno de los recursos y medios para poner en marcha la Agenda, la UE y sus estados miembros deberían ser mucho más concretos de lo que acordaron en la Cumbre de Addis Abeba, especialmente en lo que se refiere a la Ayuda Oficial al Desarrollo, pero también a la reforma de la fiscalidad internacional o el tema de la deuda…

— ¿Qué balance hace de los Objetivos del Milenio que se deberían haber cumplido en 2015?

"Estos niveles escandalosos
de desigualdad afectan más a las mujeres: el 70% de la población pobre está compuesta
por mujeres"

— Desde su adopción en el año 2000, los Objetivos de Desarrollo del Milenio han supuesto un marco común de acción y cooperación mundial para disminuir la pobreza extrema y fomentar el desarrollo humano. Han sido también un instrumento de sensibilización de la opinión pública y ha permitido movilizar recursos para luchar contra la extrema pobreza. En estos 15 años se han conseguido algunos logros que no son nada desdeñables. Han mejorado los índices de pobreza absoluta, se ha frenado la propagación del SIDA, se ha avanzado en el acceso a la educación primaria… Pero aún existen muchísimos y complejos retos por delante que son fruto de un sistema que es profundamente injusto y ecológicamente insostenible. Asistimos a un crecimiento indecente de las desigualdades que afecta tanto en el interior de los países como entre los países. Las 85 personas más ricas del mundo tienen lo mismo que la mitad de la población mundial. Estos niveles escandalosos de desigualdad afectan principalmente a las mujeres: el 70% de la población pobre está compuesta por mujeres. No habrá desarrollo posible mientras el 50% de la población continúe sufriendo una sistemática violación de sus derechos por el mero hecho de ser mujer.

— Con respecto a los nuevos objetivos que se establecen para el 2030. ¿Cree que la deriva de la política global, centrada en priorizar el crecimiento económico, puede conseguir que se cumplan?

— La Agenda se presenta como “un plan de acción en favor de las personas, el planeta y la prosperidad” con el compromiso de “liberar a la humanidad de la tiranía de la pobreza, las privaciones y a sanar y proteger nuestro planeta”. Sin embargo, se echa de menos un reconocimiento de la validez del pensamiento económico que contradice la idea de que el crecimiento es infinito y que ofrece otros modelos de desarrollo. Efectivamente, el camino no va a ser fácil y ahí es precisamente donde debemos aprovechar el enorme potencial que actualmente tiene la ciudadanía global. Las grandes corporaciones internacionales y los llamados mercados financieros manejan el sistema que rige el mundo; un sistema con estructuras y reglas de funcionamiento que generan niveles de pobreza y desigualdad absolutamente vergonzosos y cuyo pilar es el enriquecimiento ilimitado de unos pocos a costa del empobrecimiento de millones de personas y de la expoliación de unos recursos naturales que son finitos. Cuestionar ese sistema, construir alternativas que garanticen los derechos humanos y realizar una constante fiscalización sobre las decisiones políticas de nuestros gobiernos exige una coordinación global de movimientos sociales, redes ciudadanas internacionales, sindicatos, universidades, etc. Y es ahí donde estaremos dando la batalla en los próximos años.

— ¿Qué papel ha jugado el Estado español desde el 2000 hasta el 2015 en el cumplimiento de los Objetivos del Milenio?

— Los Objetivos de Desarrollo del Milenio, a diferencia de los actuales Objetivos de Desarrollo Sostenible que tienen un carácter universal, se plantearon solo para los mal llamados países del Tercer Mundo y por lo tanto estrechamente vinculados a las políticas de cooperación internacional para el Desarrollo. España en estos años ha realizado esfuerzos importantes por incrementar la cuantía de la Ayuda Oficial al Desarrollo, llegando a alcanzar el 0,46% del PNB en 2010. Esta línea ascendente se vio truncada con el inicio de la aplicación de las políticas austericidas de recorte de las políticas públicas sociales. La cooperación ha sido la más castigada con un recorte del 70%, situando el presupuesto en niveles de los años 90 y a la cola de los países donantes.

"No tendríamos que olvidar que España es el país con mayor índice de desigualdad de ingresos de toda
la zona Euro"

Podemos decir que hasta 2010, teníamos recursos y capacidades para contribuir a los ODM. También que no todos los recursos de la cooperación se implementaban con coherencia. Por ejemplo, la gestión de los antiguos Fondos de Ayuda al Desarrollo y actuales FONPRODE, sigue estando inspirada por los intereses de internacionalización de la economía española frente a las necesidades de los países receptores. Hoy, la Ayuda Oficial al Desarrollo está en mínimos históricos y si el Estado español quiere ser un actor responsable en la implementación de la agenda 2030, tendrá que retomar sus compromisos internacionales en materia de financiación del desarrollo, poner la coherencia de políticas para el desarrollo sostenible en el centro de la agenda, pero también implementar políticas nacionales dirigidas a acabar con la desigualdad y a promover un modelo de sociedad sostenible. No olvidemos que España es el país con el mayor índice de desigualdad de ingresos de la zona Euro.

— En un año electoral, ¿cuáles son las exigencias de la Coordinadora a los partidos para que incluyan en sus programas electorales?

— El contexto mundial en el que vivimos exige respuestas con un enfoque global. Por eso, en primer lugar, es necesario articular un nuevo contrato social que se fundamente en la redistribución de la riqueza basándose en un respeto y garantía de los derechos humanos que supere la discrecionalidad del asistencialismo. Deben asumirse medidas que respondan a los tres grandes desafíos a los que nos enfrentamos tanto dentro como fuera de nuestras fronteras, es decir, como actores internacionales: pobreza, desigualdad y sostenibilidad; y que lo hagan enfrentando sus causas estructurales. Las medidas que se lleven a cabo han de situar en su centro la garantía de los derechos humanos y fortalecer la democracia para que sea más inclusiva, rinda cuentas y haga más partícipe a la ciudadanía en la toma de decisiones, en su seguimiento y en su control. Y todo ello prestando una atención específica a la desigualdad que sufren las mujeres desde una garantía estricta de sus derechos.

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