Coincidieron todos los oradores, desde la tribuna, en anunciar que no quieren repetición de elecciones porque los ciudadanos no lo entenderían. Y acto seguido se entregaron a sus respectivos parlamentos, con aroma a mitin preelectoral: Pedro Sánchez, Mariano Rajoy, Pablo Iglesias y Albert Rivera se repartieron mandobles mientras les jaleaban sus respectivas bancadas, dentro y fuera del hemiciclo.
Pero si tradicionalmente era el rifirrafe Rajoy-Sánchez el más esperado y analizado de la jornada, esta mutación de bipartidismo en bipolaridad repartió emoción y expectación para casi todos, o para ser exactos, para los cuatro primeros partidos. Sorprendió al respetable la ausencia de la corrupción (apenas una mención de Sánchez durante el cruce de palabras con Rajoy) e incluso pilló desprevenida a su bancada cuando echó mano de tanta ironía y sorna: "¡Cómo ha estado el jefe" voceaba en los pasillos un miembro del gobierno inmediatamente después del cruce Sánchez-Rajoy. El viejo truco también empleado desde las filas socialistas apenas logró distraer la atención de los periodistas del lugar. Había otros duelos que despertaban más expectación: el de las izquierdas entre sí y el de las derechas, por su lado.
Eran legión los socialistas que, tras escuchar a Pablo Iglesias, salían al pasillo mentándole la madre, como primera medida cautelar, por sus ataques al PSOE, a Felipe González y a Pedro Sánchez. Por su parte, la bancada 'popular' se topó con un Rivera que les invitaba a dar matarile a su jefe, Mariano Rajoy... ¡Intolerable, también! Capitaneó la reacción contra Rivera la vicepresidenta del gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, que se lanzó a los pasillos para animar corrillos periodísticos y poner los puntos sobre las íes y los calificativos sobre Rivera.
A cara de perro entre sí, derechas e izquierdas abandonaron ayer el hemiciclo, sedientos de venganza. Algunos también de una copita de vino con la que sofocar sus iras. Un par de sorbos más tarde, uno de los miembros del equipo negociador del PSOE empezaba a "ablandarse" y a plegar velas. Ya no veía todos los puentes rotos con Podemos y su líder, sino que se refugiaba en el manido "todo es posible en política". ¿También la reconciliación con Iglesias? Su compañero de filas terminaba por anunciar solemnemente que "a partir del próximo lunes, empieza la segunda parte de esta película".
Por su parte, otro de los negociadores, en este caso de la formación de Pablo Iglesias, trataba también de bajar el souflé y repetía que "no damos nada por roto, aún hay tiempo de reconducir esto... Si los socialistas quieren".
El PP, a lo suyo, se situaba en una estrategia similar: "Mañana será otro día" y la misma mano que hoy nos ha servido para repartir bofetadas, mañana nos será útil para tenderla a PSOE y Ciudadanos en un nuevo intento de dar con la gran coalición. Lo que empezó siendo una ruptura cantada de relaciones entre Sánchez e Iglesias, o entre Rajoy y Rivera acabó envuelto en una nube de posibilismo poco creíble. Faltó, quizás, que alguien gritase "Que se besen", pero hasta eso hubiese sido redundante y poco original, tras el 'pico' que se dieron Iglesias y su compañero de grupo, el líder de En Comú Podem, Xavier Doménech. Mucho más creíble resultó la sentencia de un veterano socialista que pasaba por allí y no pudo reprimir la frase "éste le da a Doménech el beso que no se deja dar Ada Colau. Con esa sí que no puedes, ¿eh, Pablito?"
PSOE no es izquierda, es ismierda, o derecha con disfraz obrerista.
Ya sea por el mandato imperativo de las empresas del IBEX35 o por los intereses de la guardia pretoriana del régimen (militares, Iglesia, altos funcionarios, dirigentes de medios de comunicación y sus adláteres, etc…), la derecha española acabará pactando para preservar sus oscuros intereses. Esta derecha, conformada por el PSOE (más centrista, quizás), el PP (la derecha más antigua y ramplona) y C’s (la ultraderecha, con modos y modas modernos…) no dudarán, previa escenificación de un falso dramatismo casi apocalíptico, en pactar un documento infumable que sea el amparo de una legislatura continuista y contraria a las clases más necesitadas y la clase media española. Más de lo mismo pero disfrazado de ‘acuerdo’…