Los saharauis siguen recuperándose de una de las peores inundaciones de su historia

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Imagen del campamento de población refugiada saharaui de Dajla en la que se puede ver los restos de una vivienda. / Alberto Sáez Silvestre

CAMPAMENTOS SAHARAUIS DE DAJLA.- Octubre de 2015. Los campamentos de población refugiada saharaui en Tinduf (Argelia) sufrieron una de las mayores inundaciones que sus habitantes recuerdan. Dajla, el más alejado de la ciudad argelina, es sin duda el más afectado. La mayoría de casas de adobe sufrió daños y muchas de ellas se cayeron por completo a causa de las lluvias torrenciales. Un año después el campamento sigue recuperándose. Lentamente, al compás también del ritmo general del conflicto. Los visitantes que acudieron a Dajla con motivo del Festival Internacional de Cine del Sahara (FiSahara), celebrado entre el 11 y el 16 de este mes, pueden observar aún algunos efectos de aquellas lluvias. El edificio que albergaba la sala de prensa en 2015 ya no existe como tal. Montones de ladrillos de adobe, plásticos o haimas con el logo de ACNUR o saharauis trabajando directamente en los arreglos, se entremezclan con el paisaje festivo que el evento cultural introduce estos días.

“Este campamento fue completamente arrasado por las inundaciones. Por completo. No hay una vivienda que no se quedara inutilizada”, señala Salek Baba, gobernador de Dajla. “Fue terrible, pero el mayor logro es no haber tenido pérdidas humanas”, añade. Recuerda cómo en 1994 sí se produjeron, en otro campamento, 7 muertes debido a unas lluvias menos intensas que las más recientes. Fueron 15 días seguidos lloviendo intensamente que obligaron a los habitantes de Dajla a vivir durante esos mismos días encima de unas pequeñas montañas que rodean “el centro” del campamento. Y también se quedaron sin beber agua otros tantos días hasta que se realizaran los análisis pertinentes para evitar la propagación de epidemias. “El adobe cuando se moja tarda un par de días en caerse por lo que tienes que esperar varios días sin estar en casa”, narra Baba.

“Miedo”. Es la palabra que más repiten los familiares que entran y salen de la haima de Maimaja Abidín. El aspecto de la vivienda es muy distinto al del año pasado y el anterior, cuando este periodista la visitó por primera vez. Faltan paredes y una de las estancias de adobe donde se alojaban los visitantes ha desaparecido por completo. En su lugar, una nueva habitación con una placa que certifica la ayuda internacional que ha permitido levantarla. Un programa de apoyo de la ONU ha proporcionado material de construcción para que las familias puedan reparar sus casas. Se benefician, según Baba, 2.100 familias en una población aproximada de 15.000 habitantes en Dajla. La aportación concreta para cada familia es de 30 sacos de cemento, 8 chapas de zinc y tres vigas de madera. “Algunas recibieron el material pero tienen problemas de mano de obra porque tienen que esperar a que vengan jóvenes que puedan trabajar”, explica.

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Placa que certifica que este edificio familiar ha sido reconstruido gracias a la ayuda internacional recibida tras las inundaciones de 2015. / Miguel Muñoz

No todas las familias, como se puede ver dando un paseo por el campamento, han resuelto aún sus reconstrucciones. Aunque en los edificios de servicios públicos como hospitales o escuelas la situación es mejor, casi completada al 80%. “Gracias al apoyo internacional de emergencia podemos decir hoy en día que todos nuestros niños tienen aulas. Hasta junio la mayoría de los niños estudiaban en tiendas de campaña ya que los edificios no se podían utilizar”, explica el gobernador de Dajla. Fundamentalmente la ayuda de emergencia proviene de las diferentes agencias de la ONU aunque las familias españolas o asociaciones solidarias, por los vínculos creados con los saharauis, también han aportado fondos económicos.

Queda mucho por hacer después de un año. “Las mayores preocupaciones siguen siendo que las infraestructuras están muy frágiles. Se ha hecho la primera intervención de emergencia, pero todo es provisional”, cuenta Baba señalando las grietas del edificio que acoge la administración de Dajla, reconstruida tras las inundaciones pero que ya vuelve a dar muestras de debilidad. “Si resistimos 40 años aquí, unas lluvias no nos van a hacer bajar los brazos”, afirma Mohammed, un joven residente en Dajla.

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Un joven saharaui trabaja en labores de reconstrucción de su vivienda. / Alberto Sáez Silvestre

Tensión militar entre el Frente Polisario y Marruecos

Entre medias, como no podía ser de otra manera, las conversaciones políticas se suceden en el campamento. La presencia de medios de comunicación españoles e internacionales es el mejor momento para que los saharauis expresen sus opiniones. “Sois nuestro altavoz”, es el mensaje más repetido por los saharauis que se cruzan en el camino de los periodistas. En este sentido, es complicado encontrar a algún joven que no defienda la vuelta a las armas, que no te hable desde el convencimiento de que quizás es lo único que les queda para solucionar el conflicto después de más de 40 años de exilio. “Espero que pase así porque queremos volver a las armas y cuanto antes mejor. Sabemos lo que Marruecos tiene y lo que tenemos nosotros. Nuestros padres nos cuentan la historia de la guerra. En ese tiempo, con Hassan II era un país poderoso también. Nosotros éramos muchos menos que ahora y mucho menos formados. Nuestros padres enfrentaron cara a cara y le dio vergüenza a Marruecos que unos nómadas pudieran con un Reino. Nosotros ahora, aunque tengan más poder, tenemos la idea de que podemos liberar nuestra tierra con las armas”, afirma a este medio Abdala Hamadi, de 23 años.

Un nuevo conflicto dentro del conflicto ha endurecido aún más el mensaje del Frente Polisario, que gestiona el gobierno saharaui y ejerce como su legítimo representante. A finales de agosto denunciaron que Marruecos había penetrado en una zona que corresponde administrar al Polisario en Guerguerat, cerca de la frontera con Mauritania. El objetivo del reino alauí era construir una carretera. Por ello, las máximas autoridades saharauis han advertido a Marruecos. Así lo reflejó el nuevo presidente de la RASD, Brahim Galli, en un encuentro con los medios durante estos días. “Hemos sido obligados a enviar militares saharauis y la distancia entre ambos es muy corta. Sus provocaciones se mantienen y si no fuera por nuestro apego a la paz la situación sería muy diferente. La violación del acuerdo de paz por Marruecos nos permitía volver a la guerra, pero nos hemos mantenido tranquilos”, destacó. Incluso documentos internos de la ONU corroboran la infracción del país en el que reina Mohammed VI. “A Marruecos nadie le dice nada. En este momento quieren meterse en un territorio liberado y los saharauis decimos que vamos a dar hasta la última gota de sangre por ese territorio. Si pasan un centímetro volveremos a las armas”, señala por su parte Hamadi.

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Al fondo, una haima proporcionada a una familia saharaui por ACNUR tras las inundaciones del año pasado. / Alberto Sáez Silvestre

Haimas con wifi y electricidad

Una de las cosas que más llama la atención a los visitantes, sobre todo los que han ido a los campamentos desde hace algunos años, es la proliferación de conexiones a Internet, incluso en las propias haimas o la electricidad que permite instalar aparatos de aire acondicionado. La ayuda de Argelia ha permitido que prácticamente el 80% de la población de Dajla tenga luz. El proyecto finalizará a finales de este año y queda por resolver si en el futuro los saharauis tendrán que hacer alguna aportación económica por el consumo. Una situación novedosa que suscita debate entre los propios saharauis. Azman Hafed, ingeniero de telecomunicaciones, es una de las personas que más sabe sobre tecnología en los campamentos. Gracias a él, la conexión de Internet para los periodistas que visitan FiSahara es más avanzada. “Las comunicaciones tienen muchísimas ventajas para la población saharaui”, destaca Hafed mencionando tanto la formación cultural como las posibilidades de difusión de la causa. “Internet es el elemento imprescindible para que los que nos visiten encuentren la forma de divulgar la realidad de lo que hay”, afirma. La imagen de saharauis con móvil y conexión a Internet casi permanente es ya muy habitual. Algo que también les permite, por ejemplo, estar en contacto con las familias de acogida en España.

Sin embargo, Hafed, como otras personas más veteranas, tiene sus reservas con los avances que se están dando en los campamentos. “Al instalar electricidad me da la impresión que a largo plazo nos vamos a convertir en un asentamiento definitivo. Y ante eso estoy en contra”, comenta. “Estoy a favor de que el pueblo tenga mejores condiciones pero no a que se olvide de la causa o se produzca un acomodamiento”, añade. Pide a los jóvenes que no se olviden de las razones por las que los saharauis están en este desierto. “La lucha no se pierde, se mantiene en las nuevas generaciones. Están comprometidos con su causa”, afirma Baba. “Tenemos clara cuál es nuestra lucha, no nos vamos a quedar aquí resignados. Vamos a volver a nuestra tierra”, señala Hamadi.

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