Gimnasio Social Sant Pau: músculo popular contra la gentrificación

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Ernest Morera, portavoz de la cooperativa del Gimnasio Social Sant Pau, micrófono en mano en una concentración. / F.G. Robles

BARCELONA.– Los lunes, a las 7:10 horas, tonificación. A las 10:30, aquagym y capoeira... La tabla semanal de actividades del Gimnasio Social Sant Pau de Barcelona enumera las actividades que se pueden practicar durante la semana. Parece un gimnasio al uso, con sus actividades dirigidas a un público adulto, infantil, a mayores e, incluso, a bebés. Sin embargo, este gimnasio se ha ganado a pulso convertirse en un símbolo para los movimientos sociales y populares de la capital catalana. Su lucha por sobrevivir, por seguir abierto, se ha convertido también en lucha contra la gentrificación del centro urbano, en punto de encuentro de activistas sociales y en un lugar en favor de la diversidad, que lucha contra todo tipo de exclusión.

Unas 500 personas son socias de este club deportivo situado en la Ronda de Sant Pau, en un punto intermedio entre los barrios de Raval, Sant Antoni y Poble Sec. Otras 700 personas pueden hacer uso de sus instalaciones, sin pagar un euro. Mediante convenios de colaboración, el gimnasio permite que practiquen deporte y utilicen sus instalaciones, la sala de musculación, el ring de boxeo, la piscina, la sauna, a 300 niños en riesgo de exclusión social del Casal dels Infants, las personas migrantes y refugiadas LGTBI con las que trabaja el colectivo Acathi o los integrantes del Sindicato de Manteros, entre otros.

Además, se desarrollan distintos proyectos de inserción social con colectivos en situación de conflicto o marginalidad, como con los niños adictos a la cola o al pegamento de Barcelona, a los que se les interviene, a través del boxeo, para que luchen contra su adicción. También trabajan con las niñas de la calle o con las personas en aislamiento crónico, tras un convenio firmado con un centro de atención primaria cercano, para que hagan uso de las instalaciones deportivas. También se les facilita la entrada a los niños que demuestran que han sacado buenas notas en el colegio tras un seguimiento del expediente. En Ramadán se abre una hora más para que la población musulmana -un 65 por ciento de los usuarios del gimnasio son migrantes- pueda usar las instalaciones por la noche y se ha construido un vestuario trans. "Nos dimos cuenta de que había personas que se iban sin duchar, les preguntamos, y, claro, es que no se sentían cómodas en ninguno de los dos vestuarios", explica a cuartopoder.es, Ernest Morera, portavoz de los 16 trabajadores de la cooperativa sin ánimo de lucro que gestionan el gimnasio.

Estos trabajadores decidieron asumir la gestión del gimnasio hace ya 6 años, cuando los propietarios querían dejarlo morir. El suelo del centro de Barcelona se paga muy caro, pero los trabajadores decidieron que este gimnasio, que llevaba toda la vida funcionando, no tenía que cerrar. Asumieron los costes rutinarios del gimnasio, pero también una deuda de 50.000 euros y una media de pérdidas mensuales de 3.000, según describe Morera. La subida del IVA al 21 por ciento en el 2012 les asfixiaba. En el año 2016 –casi tiran la toalla– los trabajadores cerraban el gimnasio, la viabilidad económica del proyecto no era posible. Entonces, la Junta de Distrito de Ciutat Vella, con los apoyos de Barcelona En Comú, ERC y CUP, se comprometió a contratar algunos de los servicios sociales que el Gimnasio Social Sant Pau lleva a cabo.

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Entretamiento de boxeo en el Gimnasio Social Sant Pau de Barcelona, símbolo contra la gentrificación. / F. G. R.

Con ese dinero se empezaron a pagar los sueldos de los trabajadores y los consumos básicos. Los trabajadores asumen el "error" de no haber priorizado el alquiler. Tras la orden de desahucio, decidieron afrontar la deuda, una fianza y los gastos judiciales, unos 16.000 euros. Pero la propiedad no lo acepta, quiere cobrar la deuda y que se vayan. Es un solar que hoy se paga muy caro. La solución es que el Ayuntamiento lo compre para vivienda social, y el Consistorio de Ada Colau ha aceptado. El Gimnasio Social Sant Pau seguirá tres años más como cooperativa y se construirá vivienda social. Pero, para ello, la cooperativa de trabajadores tiene que afrontar gastos, los judiciales, unos 4.000 euros, y, además, 4.000 euros de fianza y 8.000 de alquiler a la propiedad. Para ello, han hecho un crowfunding, piden 10.000 euros, expira el 28 de abril.

"Se trata de que siga adelante este espacio de resistencia popular, apostamos por parar la gentrificación, por ganar espacios para los vecinos. Para que el acuerdo con el Ayuntamiento se cumpla tenemos que pagar esos gastos", relata Morera. "Sería un punto de inflexión para parar la gentrificación de Barcelona, apostamos porque haya vivienda social en el centro, comercio de proximidad. Estas cosas son las que hacen barrio y paran la especulación inmobiliaria", añade. "Participamos en las asambleas del resto de colectivos del centro de Barcelona que están intentando parar este modelo de ciudad, la 'Marca Barcelona' ha convertido a los vecinos en producto, el único criterio que se sigue es el del turismo", advierte.

La drástica subida de los precios de los alquileres, la expulsión de la población tradicional y popular al extrarradio y la ocupación del centro por nuevos inquilinos con alta capacidad económica o turistas están arrancando de cuajo la idiosincrasia de esta ciudad. "En el Ayuntamiento se están dando cuenta de que estamos en guerra, estamos perdiendo la ciudad, el problema es gravísimo, si no se compran espacios para vivienda social, habremos perdido definitivamente la ciudad en 10 años, no vivirá en ella ningún vecino", asegura. Los movimientos de base de distintos barrios de Barcelona plantan cara, hacen músculo. Y el Gimnasio Social Sant Pau es ya un símbolo de resistencia.

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