Guernica, víctima de las circunstancias y de una mente criminal

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Dos personas en medio de las ruinas de Guernica tras el bombardeo nazi. / Archivo Gernikazar

Incompetencia militar, lucha por el poder, la sombra del fracaso, un puente demasiado pequeño y una mente criminal fueron los elementos que se combinaron para desembocar, la tarde del 26 de abril de 1937, en el bombardeo de Guernica. El primer intento de guerra aérea total contra una población civil y, desde aquel día, sinónimo mismo de la ignominia.

En aquella fecha aviones alemanes e italianos atacaron la villa foral vizcaína, lanzando más de 27.000 kilos de bombas, que arrasaron la parte antigua de la población, matando a cerca de 200 personas e hiriendo a más de 600, buena parte de ellas mujeres, ancianos y niños. También destruyeron casi el 80% de los edificios. Y lo peor es que todo aquello resultó inútil.

Una mente criminal

El ataque, organizado por Wolfram von Richthofen —jefe de Estado Mayor de la Legión Cóndor— con el consentimiento implícito de Francisco Franco, probó lo que el militar germano consideraba que era la solución definitiva para arrasar cualquier población: una mezcla de potentes bombas jk de alto explosivo y de proyectiles incendiarios.

En ataques precedentes, en especial el realizado el 31 de marzo contra la localidad vizcaína de Durango, se había podido constatar que los proyectiles explosivos de 50 y 100 kilos no afectaban a la estructura interna de los edificios. Sin embargo, las bombas de 250 kilos sí derruían el interior de los inmuebles.

Las casas así reventadas garantizaban pavorosos incendios, iniciados y alimentados por los proyectiles incendiarios, cuya carga de termita arde a 2.500 grados y cuyas llamas son avivadas por el agua. Semejante temperatura debilita el hormigón y el cemento de las fachadas, que acababan derrumbándose y cegando las calles.

Guernica demostró lo acertado de la teoría de Von Richthofen. Años más tarde, durante la II Guerra Mundial, Arthur Harris, jefe del Mando del Bombardeo de la Real Fuerza Aérea británica (RAF), utilizó esta fórmula para arrasar las principales ciudades alemanas. En los ataques murieron cerca de 500.000 civiles, lo que le valió el apodo de El Carnicero.

Incompetencia militar

Pero curiosamente, hasta pocos días antes de aquel fatídico 26 de abril, nadie, ni tan siquiera Von Richthofen, consideraba que Guernica pudiese ser un objetivo militar. De hecho, la localidad tan sólo contaba con dos ametralladoras antiaéreas, totalmente ineficaces contra los bombarderos, y de 12 refugios antiaéreos, la mitad de ellos sin acabar.

En realidad, el destino de Guernica comenzó a adquirir forma a finales de marzo, cuando Franco tuvo que admitir que tomar Madrid era imposible. Además, sus aliados italianos estaban siendo vapuleados en Guadalajara y no había posibilidad de reactivar el frente de Andalucía, estancado en Córdoba y Jaén.

Los alemanes criticaban abiertamente la falta de acometividad de sus aliados. Von Richthofen llegó a escribir en su diario: “Da náuseas que todos los esfuerzos son convertidos en vanos una vez tras otra por la flojedad de los españoles”. Franco necesitaba con urgencia una victoria.

La única posibilidad era pasar a la ofensiva en el Frente del Norte (País Vasco, Cantabria, Asturias) paralizado desde octubre de 1936, tras la caída de Guipúzcoa. Ello supondría la toma de Bilbao –entonces la tercera mayor ciudad de España—, del principal puerto del Cantábrico, de los yacimientos de hierro y de las industrias naval, siderometalúrgica y química de Vizcaya, así como las minas de carbón de Asturias.

Vista aérea de la parte vieja de Guernica tras el bombardeo. / Archivo Gernikazar

Lucha por el poder

El inconveniente era que la responsabilidad militar en dicho frente recaía sobre el general Emilio Mola, apodado El Director, ya que fue el cerebro del golpe de Estado del 18 de julio de 1936 y también quien planificó la inmisericorde represión en la zona azul. Por otra parte, su plan de dictadura republicana era un serio rival para el proyecto de caudillaje mesiánico de Franco.

Se dice que fue esta la razón que llevó al futuro generalísimo a asignar pocas tropas a esta ofensiva. Como consecuencia, la toma de Vizcaya, con una duración prevista de tres semanas, se prolongó durante tres meses. Y ello a pesar de luchar contra un enemigo sin instrucción ni experiencia militar, desorganizado, pobremente armado, escaso de munición, desprovisto de toda cobertura aérea y, en muchos casos, torpemente dirigido. Entre otros, por el propio lehendakari José Antonio Aguirre, a quien llegaron a apodar Napoleontxu, tras su criticada intervención en la fallida ofensiva contra Villarreal.

En estas condiciones, el 31 de marzo comenzaba el ataque contra Vizcaya, con el bombardeo de Durango por parte de los aviadores italianos. Casi un mes más tarde, el 24 de abril se rompía el frente en las inmediaciones de Elorrio. Quedaba abierto el camino hacia Durango y el Cinturón de Hierro de Bilbao.

Un puente demasiado estrecho

Para desesperación de los alemanes, la lentitud del avance de los sublevados permitía que las unidades del Eusko Gudarostea (Ejército vasco) que había defendido la costa vizcaína se replegasen en relativo orden hacia Bilbao, a través del cuello de botella del puente de Rentería, en Guernica, único punto de cruce de la ría guerniquesa. Para impedir esta retirada, los golpistas y sus aliados alemanes decidieron destruir aquel puente.

Sin embargo, el alemán sabía que la operación encerraba un fallo: acertar a un objetivo tan pequeño como los escasos 200 metros cuadrados del puente era una misión casi imposible para los bombarderos de la época. En vista de ello, Von Richthofen concibió un plan alternativo: reducir la ciudad a ruinas y transformarla en un brasero. Hacerla intransitable.

Además, un ataque de este tipo le permitiría comprobar cómo afectaba a la moral de los civiles semejante grado de destrucción. Para acrecentar el terror, los aviones de escolta debían ametrallar a quienes intentasen huir de la ciudad en llamas. Y la localidad rebosaba de gente aquel día. A sus casi 6.000 habitantes de sumaban cerca de 2.000 refugiados. Y como era lunes de mercado, a estas más de 8.600 personas había que sumar las que habían llegado a la villa para adquirir alimentos, ya que en Bilbao y otras zonas escaseaba la comida.

Mucha gente y, por tanto, muchas víctimas potenciales, pero Hugo Sperrle, jefe de la Legión Cóndor, sabía que Franco no había protestado por anteriores bombardeos de centros civiles —Madrid, Bilbao, Jaén, Durango…—, así que tampoco era previsible que lo fuese a hacer ahora. El escenario para el martirio de Guernica ya estaba preparado.

El puente de Rentería, intacto, tras el bombardeo. / Archivo Gernikazar

El bombardeo

A las 16:15 apareció el primer aparato, un Dornier Do-17 de color aluminio, que volaba a baja altitud. Dio varias pasadas lanzando en total tres bombas contra el puente de Rentería. Ninguna dio en el blanco, aunque sí dañaron a los edificios aledaños.

La población que inicialmente había tomado al aparato por un “chivato” –como la gente llamaba a los aviones de reconocimiento—, al oír el estallido de los proyectiles se apresuró hacia los refugios o se lanzó hacia las afueras de la localidad.

Minutos después atacaron tres Savoia Marchetti SM-79 italianos, seguidos de un Heinkel He-111, que atacó el puente con seis bombas. Todas fallaron el tablero, pero causaron estragos entre los inmuebles circundantes.

A las 18:30 llegó el apocalipsis: 19 Junkers Ju-52 cargados con proyectiles de alto explosivo e incendiarios, con la misión de destruir la parte vieja de Guernica, la más cercana al puente de Rentería, así como el este de la localidad, la salida hacia Bilbao. Dos refugios incompletos fueron alcanzados, del de Santa María se retiraron 45 cadáveres, del de Calzada, 33 cuerpos.

Completada la escolta de los bombarderos, los cazas que los protegían comenzaron a ametrallar a los civiles que huían por las carreteras, caminos y campos. Los testimonios son coincidentes: los aviones se lanzaban en picado sobre cualquier persona que se dejase ver.

A las 19:40 los últimos aviones se retiraron. Las cañerías, reventadas por las explosiones, impedían la extinción de los incendios que siguieron progresando hasta consumir todos los edificios tocados. Los testigos presenciales, incluso a kilómetros de distancia, relatan el fulgor de las llamas que se reflejaba en las nubes y que transformaba la noche en día.

Las víctimas

Ha habido mucha controversia sobre la cifra total de víctimas. El Gobierno vasco aseguró que hubo 1.645 fallecidos, sin embargo, los estudios más recientes identifican a 164 víctimas, considerando que la cifra podría llegar a los 200, ya que en la localidad había refugiados y transeúntes. Los daños materiales se cuantificaron en 12 millones de pesetas de la época, alrededor de 20 millones de euros.

Los franquistas confiaban en que el ataque pasase inadvertido, como sucedió con el de Durango, pero la crónica escrita para el londinense The Times por el periodista sudafricano George L. Steer, que acudió a Guernica acompañado por el periodista belga Mathieu Corman, del francés Ce Soir, reveló al mundo el espanto que allí tuvo lugar.

Fue, precisamente, la crónica del periodista y escritor lo que movió al pintor español Pablo Ruiz Picasso, a quien el Gobierno de la República había encargado una obra para la exposición internacional de París de 1937, a pintar el célebre cuadro que hoy se expone en el Museo Reina Sofía de Madrid.

Portada deldiario-francés Ce soir del 29 de abril de 1937.

La versión franquista

Desde Salamanca, sede de la autoridad franquista, se negó cualquier relación con este crimen de guerra y se acusó a “las hordas rojas al servicio criminal de Aguirre” y a “las plañideras de Valencia”, en referencia al Gobierno legítimo de la II República, de haber incendiado Guernica y Durango, así como de haber asesinado a monjas y curas y profanado las imágenes religiosas.

Sin embargo, según relata el propio Steer en su libro El árbol de Guernica, las tropas de Franco impidieron el acceso a la villa durante cinco días, mientras montaban el atrezzo del crimen, plantar bidones de gasolina junto a los edificios calcinados, rellenar los cráteres de las bombas y encontrar ‘testigos oculares’. Sin embargo, al final, los diferentes testimonios y versiones sólo consiguieron contradecirse entre sí y dejar en evidencia tan burda maniobra.

Los niños de la guerra

El escándalo internacional fue mayúsculo, pero no sirvió de nada, ya que no se levantó el embargo impulsado por Gran Bretaña y Francia. El País Vasco no recibió armas y aún menos los tan necesitados aviones. El 19 de junio cayó Bilbao y el Ejército vasco se replegó a Santoña, donde pactó con los italianos su rendición separada.

Por otra parte, en previsión de que continuasen los bombardeos de la población civil anunciados por Mola, se evacuaron a numerosas personas y entre el 5 de mayo y el 13 de junio de 1937, 19.144 niños vascos –los primeros niños de la guerra-- fueron evacuados a Francia, Gran Bretaña, Bélgica, Dinamarca, México y la URSS desde Santurce y Bermeo. Otros seguirían desde Cantabria y Asturias.

Conclusión

Es una cruel burla del destino que 571 años después de su fundación, el 28 de abril de 1366, por Don Tello de Castilla, señor de Vizcaya, la apacible villa de Guernica experimentase el horror de la guerra aérea total que años más tarde sufrirían las también ciudades mártires de Varsovia, Rotterdam, Coventry, Hamburgo, Dresde, Tokio, Hiroshima y Nagasaki.

Aún más trágico resulta el hecho de que aunque Guernica permaneció impracticable durante 24 horas por los escombros que cubrían sus calles, la lentitud del avance de los franquistas impidió el cerco de las unidades republicanas en retirada. Es decir, desde el punto de vista militar, el bombardeo no sirvió para nada.

Pero quizás lo más sorprendente —según reconocía el coronel Alberto de Montaud, jefe del Estado Mayor del Ejército vasco— es que la mayoría de los habitantes de la zona se sentían más próximos al ideario político de los carlistas sublevados que del de la República, cuya suerte allí se dirimía.


barakaldar (YouTube)
2 Comments
  1. florentino says

    No han pedido perdón, ni lo harán nunca. Pues por eso las Comunidades con mas policías por metro cuadrado, son: Vascongadas, y Navarra. Ocupación !! leyes casi excepcionales como norma para vivir, y convivir con los terroristas 80 años.. Ni más ni menos!!. Que la lucidez del Pueblo, y su coherencia nos lleve a otros estadios de convivencia en Paz!!.

  2. EUDO says

    Hay muchos que tiene que pedir perdón Los asesinatos perpetrados en los barcos prisión y, en las cárceles en Bilbao, bajo la custodia del Gobierno Vasco, también son merecedoras de que se pida perdon.
    Estos asesinatos superaron con más del doble a los muertos de Gernika.
    Todos debemos esforzarnos para que esto no se repita.
    A mi abuelo lo fueron a buscar para ser asesinado por ser alcalde pedáneo de un barrio de Bilbao y salvó su vida gracias al aviso de un comunista.
    Lloremos a todas las victimas y no solo a las de un bando

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