AUTONOMISMO / La tibieza andalucista del PSOE y de Podemos ha alentado el movimiento

El debate territorial reaviva el andalucismo

0
Manifestación del 4 de noviembre por la autonomía de Andalucía.
El 4 de diciembre de 1977, los andaluces salieron a las calles para reclamar autonomía. / Centro de Estudios Andaluces

"Cuando todos los andaluces conozcan su verdadera historia y esencia,
será cuando logremos llegar a obtener el poder necesario para exigir el respeto
a nuestra personalidad tan diferente de aquella que tratan de imponernos"

Blas Infante

En el debate territorial, hay vida más allá del nacionalismo catalán. Fuerzas como el PSOE y, especialmente, Podemos han resucitado en Andalucía durante los últimos meses la bandera andalucista. También han surgido formaciones regionales como la federalista Andalucía por sí. Conscientes de que, más pronto que tarde, habrá estudiar si se aborda una reforma del Estado autonómico, algunas fuerzas políticas andaluzas hacen memoria para enarbolar sus propias reivindicaciones y no quedarse atrás. Hay una fecha que en estos días aparece en la boca de todo líder andaluz: el 4 de diciembre de 1977. Tras la desaparición del Partido Andalucista en 2005, las fuentes consultadas coinciden en que el nacionalismo andaluz volverá, necesariamente, al debate político cuando se abra el melón constitucional.

“Hay que desprejuiciar el andalucismo como si fuese el hermano político de los nacionalismos del resto del estado. El nacionalismo andaluz es universalista y parte de la memoria colectiva de Andalucía. No es una frontera sin memoria, es una memoria sin frontera. Hay que separarlo de los nacionalismos excluyentes, donde la autoafirmación implica la negación del otro. Su esencia más clara es la protección de los débiles y la reivindicación social”, explica Antonio Manuel, patrono de la Fundación Blas Infante sobre las particularidades de este movimiento, que tiene como padre político a Blas Infante, autor de Ideal andaluz (1915).

El andalucismo político ha estado siempre vinculado a la lucha social y a la memoria, tal y como recuerda (y practica) el catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad de Jaén, Salvador Cruz Artacho, que ha participado en la serie ‘Historia del proceso autonómico andaluz’ del Centro de Estudios Andaluces: “El propio Blas Infante se sentía incómodo a la hora de  vincular a la identidad elementos como la lengua o la cultura que excluyesen a los que no respondían a estos criterios. No hay un andalucismo de carácter etnolingüista, pero eso no quiere decir que los andaluces no tengan un sentimiento de identidad propio”.

Por tanto, la particularidad no se construye en base a lo que no es, sino a lo que es y ha sido, incluido su pasado árabe. “Han amputado una parte de la historia de Andalucía de la historia de España. Seguro que tú en el colegio has estudiado a Sancho de Navarra como español, pero a Almanzor como árabe, aunque naciera en Andalucía. Seguro que estudiaste a Santo Tomás de Aquino, pero no a Averroes”, ejemplifica Antonio Manuel.

La Transición y la reivindicación de la autonomía

A pesar de que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, se olvidara en una rueda de prensa de mencionar a Andalucía como posible nación de su estado plurinacional como sí hizo con Cataluña, País Vasco y Galicia, lo cierto es que esta comunidad tiene el reconocimiento de nacionalidad histórica en su estatuto de autonomía, que fue retocado en 2007. Tras los 40 años de dictadura donde se impuso, entre otras cosas, un estado centralista, el nacionalismo andaluz resurgió como reacción a estas dos condiciones pidiendo sus antípodas: la democracia y la descentralización.

Tras la muerte del dictador Francisco Franco,  en la construcción del Estado democrático se establecieron dos vías para acceder a la autonomía: la rápida (el artículo 151), pensada para País Vasco, Cataluña y Galicia, y la lenta (143). Andalucía accedió a la primera gracias al apoyo popular y consiguió su estatuto tras una movilización histórica. El 4 de diciembre de 1977, casi dos millones de andaluces abarrotaron las calles para pedir autonomía, que acabó cristalizándose en el referéndum del  28 de febrero de 1980 en el que ganó el sí por abrumadora mayoría.  “Aquel 4 de diciembre hubo un elevado protagonismo popular en Andalucía. A todos les pilló por sorpresa”, recuerda Cruz.

A Antonio Manuel, patrono de la Fundación Blas Infante, le gusta hacer un juego con los más jóvenes. Les enseña una de las fotos de aquel día (que abre este artículo) en blanco y negro y les pregunta de qué color son las banderas: la mayoría contesta que rojo, amarillo y rojo. “Eran andaluzas”, resuelve para ejemplificar la débil memoria de los españoles y la idea que se está transmitiendo sobre Andalucía a la siguiente generación.

En el 77 quisieron dejar marginada a Andalucía con respecto a otras comunidades y nos obligaron a salir a la calle y a pedirlo de forma activa”, recuerda Pedro Ignacio Altamirano, presidente de la Asamblea Nacional Andaluza (ANA), que nació inspirada por la Asamblea Nacional Catalana y que promueve el referéndum del próximo 1 de octubre. Su objetivo también es la independencia, aunque en Andalucía es un sentimiento muy minoritario. Altamirano convocará una marcha independentista el próximo 4 de diciembre.

Andaluces con grupo propio en el Congreso

El carácter social del andalucismo ha hecho que haya estado siempre vinculado a formaciones de izquierdas. En 1977, se crea el Partido Socialista de Andalucía (PSA), heredero de  Alianza Socialista de Andalucía, que posteriormente perdería la palabra “socialista” de su nombre. Alejandro Rojas-Marcos como dirigente más reconocido, dando relevo a Pedro Pacheco después. En 1979 tenía cinco escaños y grupo propio en el Congreso de los Diputados.

Sin embargo, una política de pactos que no gustó a las bases y las luchas fraticidas hicieron que se desgastara y en 2004 perdiera la representación en las cortes generales. En 2008 tampoco quedaba ya ningún diputado en el Parlamento Andaluz. En esta pérdida de representatividad fue decisivo el movimiento táctico del PSOE Andaluz, con Rafael Escudero a la cabeza, que acabó abrazando (hasta devorarlo) el movimiento andalucismo. Algunos de sus críticos piensan que esta defensa de los socialistas tenía otro fin más allá de los propios intereses autonómicos: desgastar el gobierno de Adolfo Suárez. Además, conviene recordar que tanto Felipe González como Alfonso Guerra son sevillanos. 

Tras la mencionada pérdida de poder, en 2015 se convocó el último congreso del PA, donde se decidió su absolución. Se había convertido ya en un partido municipal que aún conservaba 316 concejales. “Si a Andalucía le quitaran la autonomía no habría ni una manifestación”, declaraba entonces decepcionado Rojas Marcos en El Confidencial.

PSOE y Podemos: ¿se puede defender el andalucismo desde un partido nacional?

"Lo único que te pido como presidenta de Andalucía y secretaria general del PSOE de Andalucía es que no me hagas elegir entre las dos lealtades", le advirtió Susana Díaz a Pedro Sánchez en el Congreso del PSOE de Andalucía celebrado a finales de julio. Sin embargo, se interpretó en clave interna (en referencia a su sonada rivalidad) en vez de como una reivindicación de las necesidades de su tierra por encima del partido. A la presidenta andaluza no le convence el concepto de plurinacional que defiende el madrileño. La máxima de los socialistas andaluces es "que Andalucía no es menos ni que Cataluña ni que Euskadi ni que Galicia". A pesar de que han pasado 40 años, el 4 de diciembre sigue siendo una referencia para cualquiera que hable de autonomía: Díaz ha advertido que estarán "vigilantes para que no haya esa tentación de situarnos de nuevo en la preautonomía, anterior al 4 de diciembre y al 28 de febrero".

Aunque la desaparición del PA parecía el fin de los partidos andalucistas autonómicos, en los últimos meses se han abierto otras vías, que aún no han probado suerte en unas elecciones. Es el caso de Andalucía por sí, con Joaquín Bellido como coordinador nacional, y que se constituyó en noviembre de 2016 como partido político “ para contribuir democráticamente a la determinación de la política nacional de Andalucía y a la formación de la voluntad política de todos los andaluces”. Eso sí, tiene una vocación federalista y no independentista.

Desde la plataforma desconfían del andalucismo descafeinado del PSOE y creen que para defender las necesidades de pueblo andaluz hace falta hacerlo desde un partido propio: “El proceso catalán ha conseguido que el debate se centre en Cataluña y esto tiene algo positivo. Por ejemplo, Rajoy le prometió a Cataluña 4.000 millones de euros. Sin embargo, no se ha desarrollado por completo el Estatuto de Andalucía y una capital de provincia como Granada ahora mismo está aislada del tren”, explica Antonio Jesús Ruiz, último secretario general del Partido Andalucista y ahora miembro de Andalucía por sí.

A pesar de que Podemos también ha enarbolado la bandera del andalucismo en los últimos meses, Ruiz también analiza sus pasos con escepticismo: “Teresa Rodríguez dice aquí que Podemos es andalucista, pero luego en el Congreso de los Diputados no se nota. Ni siquiera en su organización. Cada vez que pide que Podemos Andalucía sea independiente y tener control sobre su propia organización, la dicen que no. También pretendían tener grupo parlamentario propio y tampoco es así. Hemos visto a andaluces apretar un botón para beneficiar a otras comunidades”, argumenta Ruiz sobre las últimas posiciones del partido morado.

"Queremos un CIF propio para no tener que estar pidiendo permiso constantemente a Madrid", explicaba Rodríguez en una entrevista para Cuarto Poder. A pesar de que ya han pasado varios meses desde Vistalegre II, el proyecto autónomo de Podemos Andalucía sigue sin desarrollarse.

Tras el fin del PA han surgido movimientos (con proyectos más o menos sólidos) que pretenden resucitar el andalucismo, desde el propio Andalucía por el sí o la ANA hasta Iniciativa por Andalucía, que salió de Izquierda Unida, o Somos Andalucía.

Reivindicaciones vivas en busca de un partido que las defienda

“En Andalucía, en efecto, existen muchos y muy graves problemas: la emigración de los hombres y los recursos de Andalucía; un elevado índice de paro; una difícil situación en el campo, que hace que unas tierras tan ricas como las nuestras no puedan garantizar el sustento de los que en ellas viven; una escasa y mal planificada industrialización; unas condiciones generales de vida que son muy inferiores a las de otras zonas del país. Todos ellos son problemas que exigen unas soluciones urgentes, y es precisamente para ello para lo que exigimos la más rápida institucionalización de unos órganos de representación y gobierno autónomos”, decía un comunicado de la Asamblea de Parlamentarios en las movilizaciones por la autonomía al iniciarse la transición. 40 años después, algunos problemas parecen no haber cambiado tanto.

Todas las fuentes consultadas creen que si el debate autonómico deja en situación de inferioridad a Andalucía, el andalucismo volverá a reactivarse, ya sea por las vías políticas o en forma de movilizaciones en la calle. Reivindicaciones como la necesidad de más inversiones en Andalucía, atajar el desempleo o prestar más atención al campo andaluz son reivindicaciones que perviven, pero que requieren una actualización: “Hay que reconstruir el discurso identitario, como ocurrió en la Transición. Hay que pensar en cómo nos vemos, nos valoramos y los problemas que tenemos. Hay una parte significativa de la generación actual que no se encuentra identificada con el andalucismo”, reflexiona Salvador Cruz.

Antonio Manuel también coincide en que hay nuevos retos a los que el nacionalismo andaluz tiene que dar una respuesta propia, como la migración o el papel de Andalucía en un mundo globalizado: “A diferencia del 77, ahora estamos dentro de un sistema interdependiente en la Unión Europea. La globalización tiende a homogeneizarnos. Quieren que seamos culturalmente iguales para ser desiguales en derechos. El andalucismo pide lo contrario: ser culturalmente diferentes para igualarnos en derechos”.

Leave A Reply