Los desencuentros de PSOE y Unidas Podemos, una opereta en varios actos
- Antes de la campaña, los socialistas calificaban a Unidas Podemos como “un socio leal”
- Tras las elecciones, las negociaciones se han caracterizado por la escenificación y la escasa concreción de las propuestas
25 de marzo de 2019. Faltan pocas semanas para que empiece la campaña electoral que terminará el 28 de abril. Han pasado casi nueve meses desde que el secretario general del PSOE, Pedro Sánchez, ha llegado a la Moncloa gracias a una moción de censura y, desde entonces, legisla gracias al apoyo parlamentario de Unidos Podemos. Ese día, la vicesecretaria socialista, Adriana Lastra, no duda en afirmar que los morados son “un socio leal”. Casi cuatro meses después, el dibujo del liderazgo de este “socio preferente” del PSOE es el de un hombre obsesionado con los sillones y capaz de hacer de una consulta a su militancia una “mascarada”. ¿Pero cómo ha pasado el partido de Pablo Iglesias de ser un “socio leal” al objetivo de las quejas del presidente? La última obra de la política se llama Investidura.
2016: un comienzo con mal pie
Durante esta legislatura, que comenzó en 2016, Pablo Iglesias y Pedro Sánchez no han logrado construir una relación de confianza sólida que pudiera derivar en una negociación sin sobresaltos en 2019. Arrollados por el vertiginoso ritmo político, ambos líderes tuvieron su primer acercamiento personal en momentos de tensión, especialmente, para el segundo, cuyo liderazgo estaba siendo cuestionado internamente. Cuando en 2016 les tocó negociar a ambos la investidura fallida, el contexto era de competencia, con un Podemos crecido y amenazando con el sorpasso al PSOE, que miraba con preocupación a sus homólogos socialdemócratas europeos.
El propio Pedro Sánchez recuerda en su libro Manual de resistencia la primera cena con el político emergente: “No conseguimos superar la barrera de la desconfianza”. El episodio parlamentario en marzo de 2016 en el que Iglesias acusó a Felipe González de tener las manos manchadas de "cal viva" fue una buena ilustración de la tensión entre ambas formaciones, que no lograron pactar para un gobierno en 2016, una situación que puede volver a repetirse en una semana.
La moción de censura y la distensión
Una legislatura acortada, varios cambios internos y un adversario común lograron que la sintonía mejorase y derivase en la moción de censura que expulsó a Rajoy de Moncloa en junio de 2018. Desde ese momento hasta abril de 2019, ambas formaciones (PSOE desde el Gobierno con Podemos apoyándoles desde el Congreso) demostraron que los acuerdos eran posibles, incluso pactaron unos Presupuestos Generales del Estado (PGE) fallidos. Hubo una excepción parlamentaria que frunció el ceño de los socialistas: en enero de 2019, Podemos tumbó un decreto ley sobre vivienda.
La campaña electoral y sus resultados volvieron a inyectar tensión a la relación de ambas formaciones: el PSOE tiene ahora 122 diputados y el grupo confederal 42. Desde abril, los líderes de ambas fuerzas han tenido hasta cinco reuniones. Los socialistas también aseguran haber hecho cinco propuestas que no han convencido a Podemos, que les acusa de no estar interesados en negociar y de comportarse como si tuvieran mayoría absoluta.
Desde entonces, se ha desatado una guerra de ofertas públicas y declaraciones sin ningún contenido sustancial. Pedro Sánchez afirma haber hecho cinco movimientos, que van desde el gobierno monocolor hasta la integración de perfiles técnicos en el Consejo de Ministros. Por su parte, Unidas Podemos se ha ofrecido a firmar un acuerdo en el que asume el liderazgo del PSOE en dos cuestiones claves: Catalunya y política exterior.
El gobierno monocolor
Durante la campaña electoral, los socialistas lo habían advertido: intentarían un gobierno monocolor. Sin embargo, la interpretación de los malos resultados de Podemos por parte de sus dirigentes tenían una lectura positiva: sus diputados serían “imprescindibles” y ya ponían rumbos a “constituir un gobierno de coalición de la izquierda”.
Esta primera barrera es también la primera propuesta del PSOE: un gobierno monocolor apoyado por los morados en el Congreso, en un funcionamiento similar al llevado en los últimos meses, con el ejemplo portugués de fondo. Los socialistas argumentan que ambas formaciones no logran mayoría absoluta y que un gobierno a dos colores puede espantar a otros socios. Sin embargo, Pablo Iglesias le retó a probar esta modalidad en la investidura.
Un pacto de lealtad sobre Catalunya
El primer tropezón en la nueva legislatura entre ambas formaciones tiene como piedra angular la cuestión catalana. El 24 de mayo, el Congreso suspendió a los diputados catalanes procesados gracias a PSOE, PP y Ciudadanos, pero sin Unidas Podemos.
Los morados continuaron con la línea de actuación con respecto al conflicto político catalán que habían llevado en los últimos meses. Este es, precisamente, uno de los temas que mayor desconfianza produce: Sánchez no quiere a ningún ministro defendiendo la existencia de presos políticos en España con la sentencia del Procés a punto de salir del horno judicial.
El Gobierno de cooperación
Sánchez presumía este lunes en Cadena Ser de haber hecho una oferta inédita en la democracia para compartir el poder. El presidente se refería al “gobierno de cooperación”, una expresión de la que nadie sabía precisar su contenido en las primeras horas. Más tarde, el PSOE concretó la oferta en tres patas: cooperación parlamentaria, de contenidos e institucional, sin representación en el Consejo de Ministros pero sí en otros niveles de la administración. En la reunión del 25 de junio, Sánchez ofrecía también la creación de una Comisión de seguimiento que controlase el cumplimiento del acuerdo de gobernabilidad.
El PSOE todavía insistía en que no había vetos personales, pero ya se empezaba a perfilar que los escollos tenían nombres propios, entre los que figuraban Pablo Iglesias, Irene Montero o Rafa Mayoral. Para espantar esta impresión, los socialistas inventaron una nueva oferta: la inclusión de independientes a propuesta de Unidas Podemos.
Filtraciones interesadas y ruido
A estas alturas de la negociación, ambas formaciones ya habían pasado de la inicial “discreción” a filtrar datos sobre las negociaciones. Podemos aseguraba que el PSOE había girado a su derecha para pedir la abstención de Ciudadanos y PP y que el juego de espejos socialista estaba dirigido, en realidad, por el asesor de Sánchez, Iván Redondo.
Mientras, los socialistas filtraron a los medios que el problema de la última reunión había sido que Iglesias había pedido la vicepresidencia, un extremo que los morados negaron y que los dirigentes socialistas tampoco han confirmado en público.
Una nueva oferta: una “síntesis” del programa del PSOE
El lunes 8 de junio, el PSOE anunció a la prensa la nueva oferta de negociación a Iglesias, incluso antes de mandársela a su “socio preferente”. Tras pactar unos Presupuestos Generales del Estado, que nunca fueron aprobados, el acuerdo programático parecía más sencillo que el de los sillones.
Sin embargo, la presidenta del partido, Cristina Narbona, presentó un documento base para la negociación sin ocultar que se trataba de una “síntesis” del programa electoral del PSOE. Los socialistas querían desencallar una negociación, atascada en los nombres propios, hablando de contenidos para mostrar a la opinión pública a qué se negaba hablar Podemos.
La consulta y la ruptura
El martes, tras la reunión de ambos líderes en el Congreso, la negociación voló por los aires. Adriana Lastra salió a la rueda de prensa con un discurso endurecido para denunciar que Podemos se negaba “a construir los equipos de negociación”.
El jueves llegaba la última oferta y el pico máximo de tensión. Pedro Sánchez levantó el veto a los morados en el Consejo de Ministros, anunciando la posibilidad de incorporación siempre que se tratase de perfiles “técnicos” y no políticos, una propuesta que Iglesias tachó de “estupidez”, un calificativo que molestó mucho a Pedro Sánchez.
El punto lo puso la consulta convocada por Podemos, “trucada” a ojos de Sánchez y que supone la ruptura “unilateral” de las relaciones. Aquí nos encontramos esta semana.
El desenlace
Aún queda una semana para saber si el presidente del Gobierno en funciones puede reconducir las negociaciones para su investidura. Sánchez presiona con la posibilidad de que Iglesias se retrate votando “no” el próximo martes junto a partidos como Vox.
Esta semana, el dirigente socialista tiene la intención de llamar a "las tres fuerzas políticas principales": “Estoy en el escenario de esperar a ver lo que hace el señor Iglesias”, ha sentenciado Sánchez.