“Hay personas a las que les ha salido muy barato matar por motivos de odio”

Guillem Agulló. Carlos Palomino. Sonia Rescalvo. Aitor Zabaleta. Lucrecia Pérez. Son algunos de los nombres más conocidos en lo que a crímenes de odio se refiere. Pero hay muchos más. Un trabajo de investigación y documentación periodística, Crímenes de odio, recopila multitud de casos ocurridos en este país durante los últimos 30 años. En 2015 ya se recogían en esta web más de 80 casos de asesinatos y homicidios motivados por el odio o cuyos autores estaban vinculados a grupos o ideologías de extrema derecha. A día de hoy, se han sumado una quincena de nuevos crímenes, haciendo aumentar la trágica cifra hasta los 101 casos con 103 víctimas mortales.

Mediante un mapa interactivo, se puede ubicar cada caso en el lugar donde sucedió y acceder a la ficha individualizada donde se detalla la fecha en la que ocurrió, un resumen de los hechos, la tipología del crimen, la respuesta judicial que obtuvo y una recopilación de las noticias y vídeos aparecidos en los medios de comunicación. Los periodistas David Bou y Miquel Ramos, con la colaboración de SOS Racisme País Valencià, son los impulsores de esta herramienta. En cuartopoder hablamos con Ramos, también colaborador de otros medios como La Marea o La Directa.

-¿En qué consiste el proyecto de la web “Crímenes de odio”?

-Lo presentamos en 2015, después de un año de investigación para localizar algunos de los crímenes de los que teníamos constancia. Nace de la investigación que llevábamos haciendo tanto David como yo de varios casos de crímenes de odio bastante conocidos. Manejábamos una lista de la que quisimos tirar del hilo para ver qué había realmente más allá de los casos más conocidos. Empezamos a investigar, a hablar con organizaciones que trabajan con colectivos de migrantes, LGBTI, sin hogar, etc. Empezamos a descubrir que había una lista oculta de un montó de crímenes de odio que no se conocían. Investigamos y tratamos de interpretar un poco si era cierto que habían sido crímenes de odio. La primera investigación nos llevó a 87 casos, en 2015. Tuvo repercusión en su día cuando lo presentamos y mucha gente nos escribió. Algunos nos contaban casos que no conocíamos, otros nos completaban informaciones que ya habíamos publicado. Incluso nos escribieron familiares de víctimas o amigos. Y a partir de ahí nos empezamos a plantear una actualización pasados estos cinco años que englobara 30 años de casos. Hemos revisado también casos anteriores y añadido una quincena de casos más.

-Por la categorización que hacéis, los casos más numerosos están enmarcados en racismo y xenofobia. Llama la atención que en segundo lugar aparece la aporofobia, que quizás es un tipo de odio mucho más invisibilizado que otros.

-Lo que nos hemos encontrado precisamente es que los casos que son menos conocidos o de los que hay menos información, son aquellos en los que la víctima no tiene este entorno que de alguna manera reivindique o denuncie. Como son las personas sin hogar. Son personas absolutamente desamparadas, sin entorno familiar o social. Eso, además, es muy evidente incluso con el crimen en sí mismo. Los crímenes más crueles son de este tipo, hay incendios, los queman vivos, los torturan. Hay caso aberrantes. Eso demuestra esa deshumanización, ese prejuicio que ha llevado a la deshumanización y a ese sentimiento de impunidad de que como son personas desamparadas totalmente, nadie va a reclamar por ellas. Por tanto serían vidas sin valor a las cuales se les puede inflingir cualquier tipo de aberración porque no habrá nadie que se preocupe por ellos ni que reivindique su memoria. En este sentido la crueldad que hemos detectado en los casos de aporofobia es tremenda y llama mucho la atención. Todavía se producen este tipo de crímenes.

-Destacabas el otro día en redes sociales uno de los crímenes que más te ha llamado la atención. Es el caso de Tomás Martínez, que es un ejemplo de aporofobia. Decías que no hay prácticamente información.

-Efectivamente, fue muy curioso porque navegando por hemerotecas descubrimos un caso del que solo encontramos una noticia. Fue un mes después justo del asesinato de Guillem Agulló, que aquí en Valencia fue una conmoción total. De repente descubrimos un caso de una persona sin hogar, de Tomás, que había sido quemada viva en un coche en la ciudad de Valencia por un grupo de neonazis. Este caso lo descubrimos de casualidad, este año en la última actualización. Además no sabemos ni siquiera si los autores tuvieron condena. Como el caso no se documentó, no hubo un seguimiento mediático, pues ahí se quedó.

-Has señalado también que se recuerdan los años 90 como especialmente duros en este tipo de crímenes pero que también a principios de los 2000 hay un repunte.

-Hay un repunte a principios del siglo XXI. Lo que pasa es que es difícil explicar por qué unos años sube y otros baja. Todo es muy circunstancial. Lo que sí es verdad es que en estos últimos años, al haber más conciencia sobre los delitos de odio, se visibilizan más. Por ejemplo, de personas transexuales hay muy pocos casos conocidos en los 90. Está el de Sonia, por ejemplo, en Barcelona en 1991, que esta semana ha sido su aniversario y fue muy bestia. Ahora, al haber más conciencia por parte del colectivo LGTBi y más pendiente, hay más denuncias y se conocen más casos. Cosa que antes, si nadie estaba monitorizando esto, nadie sabía. Esto no quiere decir que no hubiera crímenes de odio en los periodos donde no había activismo monitorizando. Es como con los feminicidios, no es que antes no se mataran mujeres o no se denunciaran malos tratos, es que antes había más miedo y menos conciencia de la que hay ahora.

-Lo que habéis reflejado en el proyecto es el extremo, el crimen. Pero desde luego hemos conocido muchísimas agresiones, palizas, pintadas, destrozos de locales…Siempre ha existido un clima de odio

-Es bastante complicado hacer un registro sistemático y riguroso de todos estos casos que comentas porque tendrías que tener ojos en cada pueblo y rincón. Tampoco ha habido siempre esa conciencia de denunciar este tipo de cosas. Sobre todo, quien podría ofrecer datos es el Ministerio del Interior, si las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado tienen denuncias o conocimiento de este tipo de casos. Lo que pasa es que aquí discrepamos, porque los datos que ofrece el Ministerio sobre delitos de odio, para nosotros no son fiables. Primero porque las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no están siempre concienciadas de lo que es y no es un delito de odio. A veces no se registran muchos, otras veces se interpretan como delitos de odio cuando pensamos que el sentido de los delitos de odio no es ese. Un ejemplo es un ataque a la policía. Por otra parte, las organizaciones no gubernamentales o colectivos sociales que denuncian este tipo de casos no tienen un registro conjunto. Nosotros al recopilar el extremo de muerte denunciamos la peligrosidad de todas estas acciones de odio. E incluso de los discursos de odio, que pueden llegar a consecuencias como la muerte.

-Se menciona mucho en este tipo de temas la palabra “impunidad”. Las condenas habrán sido diversos. ¿Hay impunidad hacia este tipo de delitos? ¿Ha cambiado algo en materia de legislación o actuación?

-Han cambiado cosas. Hay más conciencia sobre los delitos de odio, pero a España llegó tarde y llegó mal. Porque las fiscalías, y a veces las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado no están aplicando el delito de odio como se debería aplicar. Se instrumentalizan muchos casos e incluso llegan a convertirse en un arma contra personas y colectivos que denuncian precisamente el odio. Hay casos por ejemplo de denuncias contra activistas LGTBi o feministas que protestaron contra el bus de Hazte Oír. Se les multa por delito de odio a los que protestan contra el bus homófobo y tránsfobo. Retorcer la legislación en ese sentido es un riesgo y una perversión que no debería suceder. Hay más conciencia, se denuncia más pero también existe ese doble filo de la legislación que se puede instrumentalizar para intereses políticos determinados.

-Mencionabas antes a Guillem Agulló. Se ha estrenado recientemente una película con muy buena acogida, has participado en debates sobre el caso. Este tipo de productos culturales son muy importantes para mantener viva la memoria de este tipo de crímenes, ¿no?

-Son importantes. Y uno de los objetivos de este trabajo es precisamente reivindicar la memoria de toda esta gente. Y alertar sobre la peligrosidad de todo esto. Queremos que sea una herramienta. Aparte de rendir este homenaje, porque estas víctimas han sido doblemente castigadas. Esta impunidad es evidente, por ejemplo, en el caso de Guillem Agulló. Pero hay otros. Hay personas a las que les ha salido muy barato matar a otra por motivos de odios, por prejuicios racistas u otro tipo de prejuicios. Queremos que este proyecto puede servir no solo a la gente que trabaja con estos colectivos sino también para operadores públicos, periodistas, para plantearse cómo se trata este tipo de información, incluso para Fuerzas y Cuerpos de Seguridad del Estado. Creemos que es una herramienta multidisciplinar que puede servir de ayuda para reconducir la interpretación de los delitos de odio de manera correcta.

-Lo que se ve en la película de Guillem es la importancia que tuvo para toda una generación. Para concienciarse políticamente. ¿Cómo lo viviste tú?

-Yo lo viví en un momento de la adolescencia cuando estás ya empezando a implicarte en movimientos sociales, cuando empiezas a formarte políticamente, a salir...Compartíamos los mismos ambientes: el Kasal Popular, el barrio del Carmen...Teníamos amigos en común. Dos de las personas que acompañaron a Guillem esa noche son compañeros de colegio. Fue un mazazo, un golpe de realidad brutal con 14 o 15 años que te hace saltar todas las alarmas. Lo que piensas y lo que eres te puede costar la vida. Este shock que sufrimos aquella generación lo reciclamos y lo supimos convertir precisamente en algo positivo. Fue no renunciar a nuestras convicciones y mantener vivo el recuerdo de Guillem hasta hoy, hasta que se ha podido ver una película. En este sentido creo que tanto la familia, los amigos y el entorno que vivimos todo aquellos estamos satisfechos de que casi 30 años después sigamos hablando del tema y denunciando toda esa impunidad que ha existido y que desgraciadamente sigue pasando en algunos casos. Debemos tomar buena nota todo esto.