Abogados de Atocha, iconos de lucha

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Francisco Naranjo Llanos (*)

Imagen de la manifestación sllenciosa que acampañó los féretros de los abogados y sindicalistas asesinados por las calles de Madrid. / Archivo del PCE
Imagen de la manifestación sllenciosa que acampañó por las calles de Madrid a los féretros de los abogados y sindicalistas asesinados el 24 de enero de 1977. / Archivo del PCE

El 24 de enero de cada año se recuerda y conmemora el aniversario de los Abogados de Atocha, esos mártires de la libertad que fueron vilmente asesinados el 24 de enero de 1977 en el despacho de Atocha 55, Madrid.

Como es conocido ese día un grupo de pistoleros de extrema derecha irrumpieron en el despacho de los abogados laboralistas de CCOO y del PCE situado en el número 55 de la calle Atocha en Madrid y ametrallaron a las nueve personas presentes. Fallecieron los abogados, Javier Sauquillo, Javier Benavides, Enrique Valdelvira, Serafín Holgado y el sindicalista Ángel Rodríguez Leal. Resultaron gravemente heridos Alejandro Ruiz-Huerta, Mª Dolores González, Luís Ramos y Miguel Sarabia.

Lo dicho hasta ahora es sabido por todos aquellos que conozcan la historia reciente de este país, pero yo había cogido la pluma hoy para hablar de cómo vivimos algunos esos días tan borrascosos para el estado español.

El atentado fascista venía precedido por la huelga en el transporte interurbano, la muerte el 23 de enero del estudiante Arturo Ruiz por disparos de los guerrilleros de Cristo Rey y el fallecimiento de Mari Luz Nájera por impacto de un bote de humo de la policía, -“los grises”-. Ese mismo día, 24 de enero, por la noche, un grupo de pistoleros perpetra la que fue llamada La Matanza de Atocha.

Teniendo en cuenta que el que esto escribe en aquellos momentos era un joven sindicalista de Renfe y conocía el despacho de abogados de Atocha así como a algunos compañeros del transporte que se reunían allí, viví aquellos sucesos con enorme intensidad y, porque no decirlo, con miedo. En esas fechas uno de mis dos hijos tenía cuatro años y el otro no había cumplido los seis.

Recuerdo que al día siguiente, el 25 de enero, mantuvimos una reunión en la estación de Príncipe Pió del denominado “Pleno de Representantes Ferroviarios”, organismo unitario de los trabajadores de Renfe, una representación asamblearia al margen del Sindicato Vertical franquista.

En aquella reunión, después de mucho debate, siempre teníamos horas de debate, además de condenar el atentado y convocar huelga en el ferrocarril para el día siguiente elegimos a dos compañeros para que comprasen unas coronas y las llevasen donde pudieran, pues en esos momentos ni siquiera se sabía si iba a haber ceremonia y entierro público. Uno de los elegidos era yo.

Al día siguiente, 26 de enero, día del entierro, compramos las coronas cerca de donde nos reunimos, al lado de la estación del Norte. Íbamos en el coche de mi compañero, pero como Madrid no estaba para ir en coche, muy pronto lo aparcamos y cargamos con las coronas.

Una para cada uno por las calles de Madrid y, aunque no mirábamos mucho, creo que la gente sí que nos miraba a nosotros. La cosa cambió cuando llegamos a la calle de Alcalá-Gran Vía, donde ya había otras personas que hacían lo mismo que nosotros. Jamás he tenido tanto tiempo una corona de flores en las manos. Más de dos horas y no exagero nada.

Aquel entierro seguramente ha sido la manifestación más multitudinaria conocida en España aún hoy en día, manifestación que colapsó la ciudad entera. No sé quien dijo sobre la manifestación: "El silencio dolía más que los disparos. Los claveles fluían como un manto de sangre”. Para mí ha sido la más impresionante y emotiva que he asistido en mí vida, aquellos miles y miles de hombres y mujeres, aquella tensión contenida, aquel silencio, solo roto con algunas vivas a los muertos y por el canto de la internacional, (ya en el cementerio) fue algo que el pueblo de Madrid, el país entero, nunca olvidará.

Después, muchos años después, conocí personalmente a los, sobrevivientes de aquel atentado criminal: Lola González, Miguel Sarabia, Luis Ramos y Alejandro Ruiz-Huerta. (En los últimos años se nos han ido Luis y Miguel).

Estas cuatro personas, conjuntamente con los cuatro abogados y un sindicalista asesinados por los fascistas, son y continuaran siendo iconos de la lucha por la libertad y por la democracia en nuestro país.

No quiero finalizar estos apuntes sin recordar también que, a partir de aquella fecha, en todas las manifestaciones que discurren por la calle Atocha, al pasar a la altura del número 55, con un nudo en la garganta, siempre gritamos con el puño en alto: ¡Atocha, hermanos, no os olvidamos!

(*) Francisco Naranjo Llanos es director de la Fundación Abogados de Atocha.

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