Mi padre no es de la 'Generación del 78'

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Hugo Martínez Abarca *

Hugo-Martínez-AbarcaEstas navidades mis padres, mis suegros, estuvieron contando anécdotas del tardo franquismo. Mi padre contó una que me gusta especialmente por esa mezcla de fascismo y cutrez que explica el franquismo. A finales de 1967 se vino de Almería a Madrid y algún amigo de su pueblo le dijo que tuviera cuidado, “que a ti antes de cuatro meses te habrán detenido”. A los cuatro meses justos lo detuvieron y le llevaron a la Dirección General de Seguridad. Mi padre no era ningún tipo importante de la oposición, sólo una persona que se oponía al franquismo y que siempre ha tenido serios problemas con la discreción. Así que le detuvieron pero no sufrió las torturas habituales de la casa con gente más relevante: lo único que hicieron para presionarle fue poner en un tocadiscos La Internacional, suponiendo que así se desmoronaría y empezaría a cantar una larga lista de camaradas.

Hace bastantes años tenía yo con mi padre una discusión recurrente sobre la Transición, la cuestión monárquica, etc… Yo nací en 1976 así que la parte de aquello que viví la observaba (reconozco que no con gran atención) desde la cuna. Y ese era un argumento reiterado para zanjar las discusiones: Tú no viviste aquello y yo sí.

No es un argumento original. Una de las bases del relato de la Transición fue la construcción de un relato generacional. El relato les explicaba a esa generación (la de quienes no habían vivido la Guerra Civil) que eran ellos quienes construían colectivamente el país. Así se sustituía el conflicto franquistas-demócratas por un conflicto padres-hijos que igualaba a ambos bandos como miembros de una generación que nos había llevado al fracaso.

Ese relato generacional después ha seguido y ya no se enfrentaba a la generación de sus padres sino a la de sus hijos. El “Tú no viviste aquello y yo sí” zanja toda discusión con un argumento de autoridad desde entonces hasta ahora, cuando las grietas de la Transición son insoportables. Curiosamente los sostenedores de ese relato suelen acusar a los hijos de construir un relato generacional, cuando aquel relato generacional ha fabricado un tapón y un conflicto ridículo que sitúa a gente ya talludita como ignorantes, eternos aprendices, inmaduros e irresponsables. A modo de anécdota que ilustra la paradoja, dentro de IU hay quien nos llama con desdén los niños a una serie de personas que rondamos alegremente los 40 años al tiempo que nos acusan (equivocadamente, por cierto) de despreciar a nuestros mayores con el único criterio de la edad.

En buena parte es cierto que la Transición tuvo un relevante componente generacional: se trató de sacar de la toma de decisiones a quienes tenían un recorrido político más largo en el franquismo y en la mayoría de pequeños partidos de la oposición (algo que no ocurrió en el PCE). Pero no fue obra de una generación en sentido demográfico (los españoles nacidos tras la guerra) sino más bien al modo de una generación literaria. Nadie piensa que todos los españoles nacidos hacia 1870 formaran parte de la “Generación del 98” ni que cualquier nacido 30 años después se sintiera aludido cuando se hablara de la “Generación del 27”. Las generaciones literarias las componen un grupo de personas no muy numeroso que responden al clima cultural de una época. Es normal que resultara seductor sentirse artífice de algo tan maravilloso como la Transición que se nos noveló. Era seductor pero era tan mítico como la mayor parte del relato.

Obviamente tuvieron mucha influencia las luchas y conflictos sociales que se habían sostenido durante la dictadura y que se mantuvieron durante aquellos años, es evidente que ningún edificio político se hace en el vacío (tampoco un edificio cultural y literario, por cierto), pero es ridículo pensar que el 78 es una obra colectiva de todos los españoles de aquella generación. Cada vez vamos conociendo más condicionantes profundamente cupulares y ajenos a las luchas populares: cómo se financiaba desde otros países (el Irán del Sha, Alemania, Arabia Saudí) a UCD y al PSOE, recientemente se ha publicado alguna oscura sombra sobre Suresnes… e incluso hay posiciones de aquella época cuyas causas probablemente nunca lleguemos a comprender del todo.

La “generación del 78” en cuanto a constructores del edificio político que a duras penas se mantiene es un grupo relativamente pequeño en el que hay actores políticos, culturales, intelectuales, periodísticos,  empresariales… Ese relato que hacía de la Transición una obra popular era necesario para su mantenimiento, pero es manifiestamente engañoso. El pueblo español (aquella generación) pudo presionar y la parte más digna del mismo lo hizo y nuestra democracia habría sido más pobre sin esa presión.

Cuando mi padre me decía “Tú no viviste aquello y yo sí” la respuesta es “No, tú tampoco lo viviste” del mismo modo que yo no le podré decir a mi hijo que yo viví las presiones del BCE a Zapatero: buena parte de los detalles los conocí, como los conocerá él, en los libros; y presioné como pude por torcer o hacer inviable la voluntad de los poderosos. En la parte decisiva de las conspiraciones, chantajes, condiciones, etc. que parieron el Régimen del 78 (régimen en sentido amplio: político y cultural) no participó una generación de españoles: los años de la construcción de este edificio político permitieron muy poca participación popular y fueron mucho más conflictivos que lo que después se ha transmitido como relato mítico. Ni todos los españoles participaron ni mucho menos todos estaban de acuerdo con lo que se estaba haciendo.

Sin embargo, la falsedad de ese relato generacional no puede tapar una realidad generacional que los nacidos posteriormente necesariamente tendremos que reconocer. Sí que existe una generación de españoles demócratas que luchaban jugándose la libertad y la vida. En mi generación resulta un sacrificio robarle tiempo a la familia, a los estudios, jugarte incluso el empleo o no quedar con los amigos porque hay una mani o una reunión a la que ir. Mi padre se ha partido siempre de risa contando aquella detención en la DGS con La Internacional de fondo mientras a cualquiera de mi generación eso le resultaría terrorífico y heroico. Por ello, del mismo modo que a nuestra generación (nuestras generaciones) no se le puede decir que no tiene legitimidad para cuestionar el edificio político del 78, nosotros no deberíamos tener la arrogancia de juzgar moralmente los miedos y las resignaciones en los que se refugiaron (algunos de) quienes llevaban años arriesgándolo todo contra el fascismo.

El conflicto generacional fue un mito, un mito que pudo ser funcional (o no) en los 70 pero que hoy es únicamente conservador. El conflicto hoy claramente está entre una oligarquía nacional (en parte mantenida y en parte construida en aquellos años) e internacional y un pueblo sacrificado. Que hace falta construir un edificio nuevo es algo que no se puede negar salvo desde el inmovilismo más ciego. En esa construcción de un nuevo país no puede haber conflicto generacional que tape esta vez los verdaderos conflictos político y social.

(*) Hugo Martínez Abarca es miembro del Consejo Político Federal de Izquierda Unida y autor del blog Quien mucho abarca.
8 Comments
  1. Ramón García says

    Creo que tu padre, Hugo, tiene razón en algo. La lección de la Guerra Civil y de la transición es que un régimen político necesita un consenso social amplio, no puede estar asociado a una ideología particular. La alternativa es una guerra civil.

  2. Au trueba says

    nunca se puede olvidar la historia,yo te comprendo, pero tudebes entender que aquellos años fueron duros,aprendimos a olvidar la venganza a nuestros muertos tambien con la nariz tapada nos tragamos la transición pero lo que si es cierto que esa generación hicimos dejación de mantenernos en el partido y frente sindical, y asi nos ha ido la izquierda militante desaparecio,y el mundo sindical de la fe en las libertades del trabajador y dejamos en manos de pesebreros y nada honestos con las necesidades del mundo del asalariado

  3. Patronio says

    Solo te puedo decir que -efectivamente- tú no viviste aquello, sino los mundos de la Bola de Cristal. Y se te nota. Jugar al revolucionario es ahora sumamente fácil y muy cool.

  4. jjj says

    ¿Alguien se acuerda del seat 600 o del seat 127? Para los juveniles de hoy en día son arqueología pura. Para los que fuimos en 600 a París son una muesca vital inolvidable. Eso sí: nadie, salvo algún nostágico coleccionista, «invertiría» hoy día los cuartos en un 600 o en un 127 para funcionar por ahí.
    Ah, bueno que hablábamos de la Generación del 78… Pues éso.

  5. jjj says

    Y para los que dicen que si el pce se rajó, que si tal…Enteraos de la cantidad de archivos que se quemaron en la noche del 23F y de la cantidad de gente que pasó la noche fuera de casa o en Francia si estaban cerca. Así os podréis hacer una idea de los «aires» que se respiraban. Sinceramente, se hizo lo que se pudo. Lo que pasa que ahora ya no es suficiente aquello, bien por obsoleto, bien por putrefacto.

  6. Carmen Lafarga Sáez de Jáuregui says

    Hugo: ¿Su madre de usted se llama Laura Abarca? ¿Vivió con sus padres, en Ciudad Pegaso? Un saludo

  7. Hugo Martínez Abarca says

    ¡Sí, Carmen! Si quieres mándame un mail a hugo ARROBA martinezabarca.es y hablamos.

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