CORRUPCIÓN / Tras la comparecencia de Mariano Rajoy en el Congreso para declarar sobre la trama Gürtel

Rajoy el burlador y la consentidora Pastor

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Rajoy, durante una comparecencia en el Congreso de los Diputados./ Efe

La pasada sesión del Congreso sobre la corrupción en la que una mayoría parlamentaria obligó al presidente Rajoy a comparecer para explicarse sobre tan corrosivo asunto resultó, una vez más y como se esperaba, decepcionante y molesta, no solamente por el estilo sobrado y despectivo del presidente sino también por la indiferencia de la presidenta de la Cámara, Ana Pastor, que sin duda creyó que su función era, meramente, la de amparar al líder de su partido y no la de que la institución que dirige se atuviera al rol que le corresponde, que es el de velar por el rigor y la decencia, siquiera simbólicos, de la democracia parlamentaria.

Indecente resultó esa sesión, vaya que sí, en primer lugar porque Rajoy se rió de los diputados y de la Cámara, pero también –y sobre todo– porque la presidenta no tuvo en mente por un momento que quien manda ahí es ella y que las sesiones solemnes deben resultar también esclarecedoras; y que si tal sesión se convocó para hablar de la Gürtel y de la corrupción, el presidente Rajoy tenía la obligación de hablar de la Gürtel y de la corrupción, y a sus descaradas evasivas ella debió responder recordándole que tenía la obligación de ceñirse al guión, al reglamento y al objeto de la comparecencia, respondiendo directamente a los intervinientes y centrándose en las preguntas y asuntos que se le plantearon sin recurrir a la callada, la evasiva y al relato repetitivo del PIB, del empleo, del terrorismo y de la independencia catalana.

Nos hemos acostumbrado a que el Congreso de los Diputados sea una cámara-espectáculo de disimulos, mentiras y trampas, y nos hemos hecho a todo, incluyendo muy especialmente al espectáculo desvergonzado de la sistemática irresponsabilidad por la corrupción; pero no, no debe ser así, y quienes pueden y debieran evitarlo son los presidentes del órgano calificado como soberano de nuestra democracia.

Ana Pastor consintió a Rajoy divagar e incluso abroncar a quienes le pedían cuentas

Burlarse de la democracia tan abiertamente en un discurso de cansina exaltación de la democracia dice suficiente de quien –cubierto de mucho más que de sospecha sobre la masiva corrupción de su partido– conculca con descaro y deportividad principios elementales de la democracia, aun formal y burguesa, tanto constitucionales como éticos. Y no puede dejar en buen lugar a quien lo ha consentido por proteger al jefe, primero con el formato de sesión más cómodo para él y luego permitiéndole callar, divagar e incluso abroncar a quienes le pedían cuentas.

De la actuación de la presidenta se pudo deducir que sus funciones podrían ser desempeñadas por un probo bedel de la cámara, que realizaría con total corrección lo de marcar los tiempos, pedir silencio cuando hay murmullos e incluso reunir a la Mesa (dada la mayoría coaligada existente). Que poco más es lo que hay que hacer si se ignora la trascendencia de la Cámara, que es grave e indisimulable.

En su papel permisivo e indiferente, Ana Pastor parecía, no la tercera autoridad del Estado y jefa suprema del Congreso, sino la gobernanta impasible de una mansión sometida, una figura hierática a medio camino entre la esfinge de Gizah y un buda de escayola. De su rostro inexpresivo –que dicen que esconde al alma– se le debiera haber arrugado algo –no sé, el entrecejo impávido, sus labios ceñidos– o haber evidenciado alguna mancha de sonrojo, en sintonía con lo que muchos de los diputados y muchísimos españoles sentíamos. Y tendría que haber llamado la atención al presidente ya desde el primer momento de su intervención, en el que mostró claramente que no tenía ninguna intención de cumplir con lo que le traía ahí, dada su intolerable introducción de reproche a la mayoría parlamentaria que le llevó a comparecer. Que al vistoso cargo de la presidente lo adornan también numerosos y muy importantes deberes (y preocupaciones).

La presidenta del Congreso debe mantener bien claro que en ese ámbito ella marca la pauta

La señora presidenta no cumple y esto no es una broma. El que sea una amiga del “círculo pontevedrés” del presidente no la exime de asumir sus obligaciones, cosa que no ha hecho en ese pleno de impostura. Si la tercera autoridad del Estado se declara, por vía de hecho, subordinada política y opta por amparar a su amigo (y jefe), facilitando su escapismo para salir indemne del escándalo continuado de corrupción sistémica (y sistemática) de su partido (del presidente y de la presidenta) apaga y vámonos. La presidenta del Congreso representa al poder legislativo, que no es inferior al Ejecutivo, y por lo tanto debe mantener bien claro y sin la menor duda de que en ese espacio físico y en ese ámbito constitucional ella marca la pauta y ejerce la autoridad con el mayor respeto para ese poder e inspirando la confianza esperable.

Si sobre su dignidad institucional se impone la inferioridad política el sistema constitucional resulta tocado y no levemente; pero también a esto nos hemos acostumbrado. Sólo faltaría que la presidenta diga, o piense, que su labor es dejar hablar en libertad a ministros y diputados (advertencia siempre más o menos hipócrita), ignorando que su función básica y global es velar por el prestigio y la utilidad de la Cámara, así como por la dignidad de la vida político-parlamentaria; y recordarnos, incluso, la vigencia del principio sacrosanto de la división de poderes

Sólo las miserias de la vida política, con sus frustraciones en la ciudadanía, descartan lo que debiera haber sido el proceder de la presidenta Pastor: reconducir con autoridad aquel debate-farsa o promover otro pleno en el que el presidente se hubiera visto obligado a contestar lo que se le preguntó, y hurtó, y a centrarse en el abrumador problema de la corrupción, que falsea toda nuestra democracia. (Son las mismas miserias que hacen que la autoridad gubernativa no haya suspendido al Partido Popular, vistas las numerosas trampas y los delitos electorales cometidos, iniciando a partir de la Fiscalía una causa general contra su corrupción: ¡sería demasiado hermoso que los gobernantes del PP denunciaran y deslegitimaran al PP!)

En España el Ejecutivo se exhibe como el verdadero poder, imponiéndose al Legislativo de forma cruel

Pero la cruda realidad, tozuda e inmisericorde, vuelve una y otra vez a castigarnos, en este caso con un gesto tan exaltado de burla a la división de poderes, que resulta escarnecida cuando, concretamente en España, es el Ejecutivo el que se exhibe sin rubor (no olvidemos sus manipulaciones sobre la justicia) como el verdadero poder, imponiéndose al legislativo de forma cruel (y solemne, diríamos, incluso cuando la mayoría le da la espalda), riéndose de la Cámara y del país.

Dejo aparte la consideración sobre cómo se deciden los presidentes o presidentas del Congreso de los Diputados a la luz de nuestra experiencia y de las once personas que lo han sido, pero es evidente que no han faltado los casos de desempeño por políticos que no han dejado traslucir su dependencia del jefe, mostrando capacidad política y personal para ser verdaderamente neutrales en la diversidad política y rigurosos en su función parlamentaria.

Una de las lecciones de este pleno debe ser la necesidad de endurecer la vida política a partir, en primer lugar, de la ciudadanía organizada, ya que la vida parlamentaria resulta tan lamentablemente bloqueada. Y no solamente a causa de la corrupción, que no se explica ni se purga (ni siquiera la reconoce el PP en sus verdaderos términos, aun judiciales) sino porque el caos institucional y la hipocresía política no dejan de crecer, enfrentándonos a problemas cada vez más graves (como el del terrorismo yihadista, hacia el que nuestros gobernantes piensan seguir ocultando y esquivando sus responsabilidades directas e indirectas).

2 Comments
  1. goldengate says

    Con el PP siempre es igual y especialmente con Rajoy, es un franquista rancio y de toda la vida, como su familia, con la Pastor más de lo mismo, la democracia para ellos es un incordio y siempre que pueden la pisotean.

  2. Jose Antonio Berenguer says

    El PP es un partido de mierda que hace autenticas atrocidades y no hace nada para solventarlas ni asumir su responsabilidad.
    Despues de que matará la negligencia de trillo a nuestros militares del yakolev y ver que nadie dimitió ni hizo nada, más que execrar los cadáveres de nuestros soldados, indultar al único culpable que pudo procesar la justicia y tapar su corrupción para que nunca sepamos quien se lucraba con nuestros muertos del Yakolev me ha dejado claro que son un partido sin palabra, que les importa muy poco la vida de los españoles, sumido en la corrupción, unos autenticos traidores a los valores democrácticos.

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