El novio de la muerte

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El desayuno en el hotel que hace de cuartel general del Festival de Cine de Málaga es un espectáculo. Ana Belén reparte sonrisas mientras repone la fruta de su plato. Carmen Machi parece conocer al menos a una persona de cada mesa, con la que comparte besos y risas. Junto a la cafetera de expresos, un Boyero con chaqueta y un Santiago Segura con chaleco, y gorra de béisbol, charlan sobre vaya usted a saber qué película, qué proyecto. Entra Guillermo del Toro ocupando los espacios vacíos, sale Juan Antonio Bayona (o quizá su gemelo) dejando un enorme hueco. El gran salón es un hervidero, un manicomio repleto de gracia, de talento, incluso de cierto glamour matutino. Excepto por un detalle…

Al fondo, en una mesa junto a la pared, un tipo grande, con barba corta y traje azul, desayuna solo, con la cabeza sumergida en la taza, mordisqueando una tostada fría, ajeno a la ebullición de vida que vive el resto de la sala. ¿Alguien de seguridad del hotel? ¿Un agente de seguros? ¿El gerente de un tanatorio? ¿Un notario que acaba de enviudar?

Caliente, caliente. Era el ministro de Cultura, Íñigo Méndez de Vigo, que había asistido horas antes a la inauguración de la 21ª edición del festival malagueño. No era su hábitat, evidentemente. Imagínese: la alfombra roja, el olor a palomitas, los trajes de gala y los maquillajes de noche, la forma del agua, guionistas y productores, la creatividad, la imaginación y la reivindicación de los derechos de la mujer… El cine, cultura con mayúsculas. Decenas de personas esperando en la puerta para aplaudir a Ingrid García-Johnson, Miguel Ángel Muñoz, Eduardo Noriega, Belén Rueda, Andrea Duro, Úrsula Corberó, Carmen Machi, Raúl Arévalo, Natalia Verbeke, Chino Darín, Juana Acosta...

Y solo en un rincón, invisible para el mundo del cine, despoblado en medio del bullicio, con su café y su traje descolgado, el novio de la muerte. Un ministro de cultura que unos días antes de pasear su incorpórea figura por Málaga sacaba pecho y lo daba todo, ahora sí, cantando con unos colegas del Gobierno el himno de la Legión. Muera la inteligencia. Viva la invisibilidad.

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