No queremos marketing: queremos el feminismo en el centro

  • Ya hemos conocido la aparente apuesta del nuevo Gobierno por las políticas de Igualdad, cartera que ha recaído en Carmen Calvo
  • Vista la actitud del PSOE, que las políticas públicas de igualdad pasen de ser una mera estrategia de marketing a ser transversales es algo que está muy lejos

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Mucho tiempo resonarán en nuestras cabezas las palabras que dedicó al mundo la siempre sabia Angela Y. Davis durante la Marcha de Mujeres, que tuvo lugar como rechazo a la llegada del fascista y neoliberal Donald Trump: “Esta es una marcha de mujeres que representa la promesa del feminismo en contra de los poderes perniciosos de la violencia estatal. Un feminismo inclusivo e interseccional que invita a todos a unirnos a la resistencia al racismo, a la islamofobia, al antisemitismo, a la misoginia y a la explotación capitalista”.

Llevamos varias semanas de nuevo Gobierno central, con Pedro Sánchez a la cabeza. Un gobierno resultado de una moción de censura histórica: la primera que ha prosperado en la historia de la democracia española. Una moción de censura necesaria para echar a un Mariano Rajoy y a un Ejecutivo que, con más de trescientos condenados por diferentes delitos de corrupción a sus espaldas y un desfalco escandaloso de las arcas públicas con fines partidistas y personalistas, producía animadversión y náusea a la mayoría de la población.

A lo largo de estos pocos días ya hemos conocido la aparente apuesta del nuevo Gobierno por las políticas de Igualdad, cartera que ha recaído en Carmen Calvo, la actual vicepresidenta. No es baladí que se haya situado la igualdad en el centro de las políticas públicas ya que esto puede favorecer una transversalidad necesaria. Fue en 1995 en Pekin cuando se empezó a apostar por la estrategia del mainstream de género: que todas y cada una de las políticas públicas -que se desarrollen desde todos y cada uno de los ministerios en este caso- incorporen la perspectiva de género.

Durante este tiempo hemos leído algunas opiniones interesantes acerca de esta supuesta apuesta por la igualdad real. Como defendía María Pazos en un artículo es fundamental darle la vuelta al sistema de reparto de los cuidados y de los trabajos de reproducción de la vida. Estos “trabajos” son mayoritariamente no pagados o mal pagados y provocan la esclavización de las mujeres y una falta de derechos considerables, al verse en más de un 90% desplazadas fuera del sistema del empleo remunerado.

Como subraya Pazos, “no se puede hablar de derechos laborales para todas las personas mientras haya un colectivo entero (las empleadas de hogar) que no llega a los mínimos derechos que garantiza el Estatuto de los Trabajadores”. Efectivamente: estamos dejando el cuidado de la vida de las personas que amamos en manos de personas a las que estamos explotando, que trabajan internas los 365 días del año, sin descanso semanal, con un sueldo ínfimo o inexistente. Porque, en realidad, se trata de unas tareas que se siguen considerando “de segunda”. Todo lo relacionado con los cuidados de los cuerpos enfermos, de la tareas de mantenimiento de los hogares, siguen sin estar a la altura del resto de profesiones.

Pazos pone encima de la mesa otra medida urgente: los permisos igualitarios de maternidad y paternidad. En pleno siglo XXI, ya es hora de que legislemos y organicemos el sistema para que los hombres se hagan cargo en igualdad de condiciones que las mujeres cuando tienen hijos. Porque están exactamente igual de bien cualificados para amar y cuidar que nosotras.También introduce una reflexión necesaria: solo si los hombres se ausentan de sus puestos de trabajo tanto como las mujeres, podrán ellas incorporarse a sus puestos de trabajo en la misma medida que los hombres, dejando de ser para las empresas “mano de obra de alto riesgo”.

Queremos una política feminista real, que vaya a la raíz del problema. Queremos un Ministerio de Igualdad que recupere, como mínimo, el presupuesto previo a los recortes y que el resto de los dieciséis ministerios también dediquen una parte de sus propios presupuestos a formar a sus empleadas y empleados, a realizar análisis con perspectiva de género, a poner en marcha medidas que tengan en cuenta la realidad de la mitad de la población, que empoderen a las mujeres y que erradiquen los privilegios que el patriarcado otorga a los hombres por el mero hecho de serlo.

Un gobierno feminista debería tener presente otra máxima del feminismo “Patricardo y capital, alianza criminal” y, en lugar de rendir pleitesía a las oligarquías y los intereses económicos, apuntar al corazón del capitalismo en el que vivimos. Un gobierno así debería retirar los apoyos que se le ha brindado desde las instituciones públicas a los bancos y obligarles a devolver el dinero que se les inyectó para su rescate en la crisis de hace ya una década, debería desprivatizar todos los servicios que la derecha nos robó a todas y todos. Un gobierno que pusiera en el centro a las personas, debería eliminar las diferentes reformas laborales, dar la vuelta a toda la política fiscal y a la política de vivienda para que todas las personas podamos vivir dignamente.

En un mismo sentido, es esencial que el nuevo gobierno dote de mayor autonomía, en todos los sentidos a los ayuntamientos, puesto que son los que gobiernan más cerca de la población. Son los que a día de hoy tienen que gestionar la miseria, ahogados por unos presupuestos y unas competencias insuficientes, por unas tasas de reposición absurdas que no permiten incoporar personal en todas las áreas de gestión a pesar de las necesidades imperiosas, por una Ley Montoro que se debe revocar.

Como explicaba Davis, el feminismo también es entender que nos encontramos insertas en un sistema global que siembra desigualdades, que arrebata los derechos fundamentales, que es violento. Que es patriarcal y que subsume a las mujeres por el mero hecho de serlo, pero que también es capitalista, racista e imperialista. ¿Acaso el nuevo gobierno progresista va a retirar el polígono de tiro de las Bardenas de Navarra, polígono que no sirve más que para alimentar guerras en zonas partes del mundo para satisfacción del lobby del armamento? ¿Acaso el nuevo gobierno socialdemócrata va a posicionarse en contra de la criminalización de las y los jóvenes de Alsasua?

Nuria Varela cuenta en su libro Cansadas su apasionante pero también frustrante experiencia como asesora de Bibiana Aído, ministra de Igualdad desde 2008 a 2010 hasta que el propio PSOE decidió hacerlo desaparecer. Tener un Ministerio y una ministra de Igualdad es la base, dotarlo de presupuesto y de recursos suficientes es lo mínimo para que pueda echar a andar. Vista la actitud del PSOE durante los últimos años en las diversas materias que las políticas públicas de igualdad pasen de ser una mera estrategia de marketing a ser transversales es algo que está, me temo, muy lejos de las intenciones del nuevo Gobierno.

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