Canción de aniversario

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Laura Casielles

Es 17 de enero. Sales del trabajo; es tarde –como de costumbre–, aprieta el cansancio, y lo cierto es que casi se te olvida la fecha. A ver, tú nunca has sido muy de aniversarios en realidad, no le das demasiada importancia a estas cosas, y ahora mismo preferirías irte a tomar algo tranquilamente. Pero cinco años... Cinco años merecen por lo menos un poco de balance y de celebración. A todo el mundo le gusta escuchar un “gracias por lo compartido”, y tampoco te cuesta tanto tener el detalle. Echas a andar hacia tu cita, recordando mientras recorres la ciudad.

La verdad es que en estos años ha pasado de todo. Encontrarse, decidir juntarse, pensar cómo hacerlo, presentarse en público. Aceptar reto tras reto, imprevisto tras imprevisto. Ganar algunas batallas, perder otras. No hay amor que llegue al lustro intacto, pero tampoco parece muy buena idea aferrarse al nerviosismo cargado de incertidumbre de las primeras citas, y al final los aniversarios sirven para rescatar de la memoria cosas que han sido importantes.

Ya ves, si no, el primero: celebrando por todo lo alto, cuando simplemente haber llegado hasta ahí ya era un milagro, sin casi tiempo para el brindis en pleno fragor de las cosas por hacer. ¿Y el segundo? Bueno, más tranquilo. Ya había pasado el tiempo de la vorágine, y era el momento de empezar a construir con calma. El tercero no fue muy alegre, la verdad: era una racha de discusiones y de malentendidos; pero, ¿quién no ha pasado por ahí? Y la cosa es que hubo un cuarto –ese lo pasasteis en Cataluña, ¿te acuerdas?– Decían muchos que no ibais a aguantar mucho más, y mira, ya está aquí la quinta velita de la tarta.

Supongo que al principio todo el mundo cree que su historia es única, que nadie ha sentido eso antes, y que no va a cometer los errores de los demás. Pero tras cinco años, esa idealización ya no la tiene nadie. Y ojo, que eso no es malo: a lo mejor solo es crecer. Tras cinco años, ya hay muchas cosas que no se pueden dejar de saber. Se conocen los errores, los miedos, el daño. En cinco años ya se han vivido momentos de separación y momentos de tedio –hasta momentos, aunque casi nadie lo confiese, en los que se ha pensado “ya no te quiero, me voy de aquí”–.

Lo que no es verdad es lo de que la pasión se apague. Eso lo dicen los que no la sienten, que siempre prefieren que sea un mal general.

Y además, los procesos no solo tienen amargura. En cinco años, también se aprende a entenderse. Se dejan atrás las mochilas de historias pasadas, se pierde pureza para ganar en realismo. Se entrenan la generosidad, la honestidad y la autocrítica. Se aprende que se trata de eso, y no de que vayan a venir a encarnarse mágicamente ideas románticas.

También, a veces, se dice una que estaría mejor sola, ¿verdad? Pasar de todo y hacer tu vida, y de lo de los demás, que se encargue cada cual. O se tiene la tentación de quedarse todo el rato ahí bien cómodamente en el sofá, sin que venga nadie, ¿a que sí? Pero estos años han mostrado –una vez más– que, en realidad, la casa es más casa si está abierta. Han llegado compañeros de viaje que se quedaron para un rato pero fueron importantes y otros que ya tienen llaves y cuidan de las plantas cuando es necesario.

Y a la gente querida también le han pasado muchas cosas, en estos cinco años. Hay vecinas que han recuperado sus casas, y los amigos pensionistas lograron con su pelea que no les recortaran lo que llevan toda la vida ganando. Algunas compañeras han conseguido éxito en sus conflictos laborales, y varios otros y otras están logrando sacar adelante muchas iniciativas interesantes como concejales o como diputadas. Casi todas las mujeres cercanas salieron a la calle en la huelga feminista del 8M de 2018; y el día en que Rajoy se piró... bueno, esa sí que fue una celebración, y no los aniversarios.

¡Ah, y los viajes! Siempre salen los viajes, en los balances. En estos cinco años estuvo el de Grecia, que empezó con tanta ilusión y... bueno, ya sabes. Idas y vueltas a Bruselas, sin parar. Lo de Gran Bretaña... ¡Menudo susto ahí! Igual que en Francia, que también tuvo su emoción, pero que acabó regular. Uf, la verdad es que las fotos de los viajes no son para mostrarlas mucho: EEUU, Brasil, Italia... hay nubes negras en todas. Pero, como siempre se dice en estos casos, lo mejor de los viajes es la compañía, y cada vez hay más gente amiga en tantos sitios, con la que seguir planeando caminos nuevos.

Es curioso: estás celebrando el aniversario, pero más que en recuerdos, en realidad piensas en planes. En cinco años se ha vivido mucho, pero queda tanto por hacer... ¿Qué cosas aún inimaginables habrá para recordar el año que viene?

Ya vas llegando a donde has quedado, al lugar donde empezó todo –aunque la verdad es que el barrio tampoco es el mismo, hay que ver cómo se está poniendo esto con la gentrificación–. Y oye, será cosa de tantos recuerdos, pero al final llegas a la cita con nervios. Es verdad que en el transcurrir de los días se dan muchas cosas por hechas, pero en cuanto lo piensas un poco, vuelven a parecer extraordinarias.

Al fin y al cabo, hace cinco años más un día, nada de esto parecía siquiera posible, recuerdas. Todo era un poco más gris, había como una capa de tristeza por encima de la cotidianeidad, y nada auguraba un cambio. Y mira. Ahora, aunque algunos días se hagan largos, nada es lo mismo, y posiblemente ese cambio ya es razón suficiente para celebrar.

En todo caso, si algo has aprendido en estos cinco años es que la cosa no está en las fechas señaladas y en los días históricos, sino en lo que se va construyendo cada día, aunque suene un poquito a cliché.

Ya estás en la puerta del Teatro del Barrio. Te secas una lagrimilla, aunque la achaques al frío. Y dices para tus adentros: “Feliz quinto aniversario. Seguimos”.

Laura Casielles es periodista y poeta. Entre 2015 y 2018 trabajó en tareas de comunicación en Podemos, primero como jefa de prensa de Pablo Iglesias, y después como coordinadora del equipo de prensa. En la actualidad es directora de contenidos del Instituto 25M para la Democracia.

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