Que la política vuelva a los centros de trabajo

  • El municipio con más abstención en la Comunidad de Madrid es Parla, frente a Pozuelo que registra la mayor participación electoral. Y esta desigual participación no sólo se da en el voto

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Carmen Vidal, secretaria de Comunicación de CCOO de Madrid

Próximamente tenemos dos importantes citas electorales. A diario vemos diferentes encuestas electorales pero, ¿qué vota la clase trabajadora? El nivel de renta, tener empleo o estar en paro, el sector de actividad y la valoración política de la realidad determinan cómo se reparte el voto de la clase asalariada de nuestro país.

Los trabajadores y las trabajadoras cuando votan lo hacen mayoritariamente por opciones progresistas, y en la expresión “cuando votan” está la clave. Las personas con rentas bajas y medias tienen un mayor índice de abstención que las de clase alta. El municipio con más abstención en la Comunidad de Madrid es Parla, frente a Pozuelo que registra la mayor participación electoral. Y esta desigual participación no sólo se da en el voto. Según el CIS, los hogares trabajadores hablan menos de política, leen menos prensa generalista y participan menos en asociaciones. Que la desigualdad es el mayor disolvente de las sociedades democráticas es algo que se viene advirtiendo desde hace tiempo.

La mayoría de estudios que se ocupan de la participación de las clases con salarios medios y bajos marcan como punto en común para la desafección política de los mismos que los partidos no hablan de sus problemas.

Y esto es cierto, en parte, porque la capacidad de “crear agenda pública” es algo que está en gran medida mediatizado por el nivel de renta de quien demanda que se encarguen de sus problemas. Los grupos con mayores rentas son más capaces de colocar sus mensajes en los medios de comunicación como principal mecanismo de captación de “las preocupaciones ciudadanas” de los partidos. Uno de los ejemplos más notables es el espacio de debate público y mediático que ocupa la necesidad de regular los vientres de alquiler, en contraste con el espacio que ocupa como contrapartida la pobreza infantil en un país con 2,9 millones de niños en riesgo de exclusión social.  

España se está convirtiendo en un país con varias sociedades que conviven, pero que cada vez son menos permeables las unas a las otras y están menos interconectadas. La creciente inequidad entre las rentas, los estragos de diez años crisis o el debilitamiento de las condiciones laborales han disparado los índices de desigualdad en nuestra sociedad.

Una parte importante de los trabajadores y trabajadoras tienen problemas acuciantes ahora y necesitan medidas inmediatas y tangibles para ver mejoradas sus condiciones de vida, y poder así sentirse representados en la sociedad.

Participar o no activamente en política es una relación que se retroalimenta. Los grupos con una mayor actividad política son vistos por los partidos como grupos prioritarios a los que destinar sus medidas. Por tanto, estar fuera de la vida política de un país supone marginar tus propios intereses. Pero la participación política requiere tiempo, dinero y la capacidad de poder acceder a espacios de reflexión colectiva.

Es aquí donde los sindicatos de clase tenemos una responsabilidad. Los sindicatos somos, de todas las organizaciones sociales, las que contamos con mayor número de personas que participan en ellas. Sólo en Madrid, Comisiones Obreras cuenta con 142.000 personas afiliadas. Por ello, reconectar a “nuestra gente” con la política debe ser una línea prioritaria del sindicato en los centros de trabajo. Lo personal es político, esto lo ha entendido bien el feminismo convirtiéndose quizás en el movimiento con mayor capacidad de crear agenda política estos años. Las soluciones a la desigualdad y la precariedad necesitan soluciones políticas. La “Política”, que no el partidismo, es el campo de batalla de nuestras condiciones de vida, y tenemos que hablar mucho de esto con los nuestros en el espacio que nos es hegemónico, las relaciones laborales.

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