Rechazo a muerte de personas migrantes

  • "Cientos de personas migrantes, rescatadas de un naufragio, han sido violentamente rechazadas, negándoles un puerto seguro"
  • "Hay una puerta abierta para Estados y empresas supranacionales del Norte para depredar hasta el último rincón de África y muro de rechazo para los desposeídos"
  • "Lo ocurrido en este verano en el Mediterráneo sitúa a cada cual en el bando elegido por ellos con su acción o inacción cómplice"

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Jesús Roiz Corcuera

Los políticos profesionales nos tienen envueltos en una especie de apología del humanismo. Nos aseguran que son los adalides de la cultura y de los valores europeos. Todos dicen que su objetivo es la creación de empleo, la desaparición de la pobreza, acabar con las desigualdades, ayudar a las personas migrantes, potenciar los servicios sociales, oponerse a las causas del cambio climático… En definitiva, ostentosamente vienen a decir que firman y rubrican el contenido de la Declaración Universal de Derechos Humanos.

¿Será demagogia? ¿Será realidad aquello que dice la sabiduría  popular: “Dime de qué presumes…”? Lo acontecido en este verano con las personas rescatadas por los barcos Open Arms, Ocean Viking y Sea Watch 3 de Carola Rackete, ha sido piedra de toque para detectar el verdadero posicionamiento del grueso de los partidos políticos europeos y sus Gobiernos: cientos de personas migrantes, rescatadas de un naufragio, han sido violentamente rechazadas, negándoles un puerto seguro aunque luego les fuera ofrecido al filo de la desesperación y la muerte. Previamente se había prohibido  su rescate. ¡Humanamente increíble!

El rechazo venía de lejos. Tenían derecho a no emigrar, pero se vieron obligados a hacerlo para salvar la vida. Si se quiere analizar con rigor, hay que soslayar casualidades y poner el acento en las causalidades, siendo así, quizás descubramos responsabilidades de Europa en el inicio del proceso migratorio, lo cual duplicaría la crueldad de las políticas migratorias.

A un pasado colonial de África, cuyas consecuencias permanecen, le sigue la realidad neocolonial en la que nos encontramos. A los acuerdos leoninos de independencia, firmados con los Gobiernos de las metrópolis, actualmente vigentes, les ha sucedido la globalización neoliberal que ha abierto las fronteras para la circulación libre de capitales, servicios y mercancías, pero las mantiene cerradas para las personas empobrecidas. En definitiva: puerta abierta para Estados y empresas supranacionales del Norte para depredar hasta el último rincón de África y muro de rechazo para los desposeídos.

Así funciona el neoliberalismo, forma actual del sistema capitalista. Su plan: acumular el máximo de riqueza para una minoría a costa del empobrecimiento de una mayoría de personas. Personas, no reconocidas como sujeto de derechos, sino como objeto de explotación.

Las medidas neoliberales para acumular riqueza mediante actividades de extracción de todo tipo, tala de bosques, eliminación de bancos de pesca, moneda colonial, creación y fomento de conflictos bélicos, venta de armas, pago de deuda externa, evasión de capitales, fuga de cerebros… promueven la emigración forzosa contra el derecho a no emigrar.

Pero la emigración también es un derecho, así lo reconoce la Declaración Universal de Derechos Humanos en su art. 13. Sin embargo, antes de iniciarse el tránsito migratorio ya están actuando las políticas migratorias europeas dispuestas a la disuasión y al rechazo, así como negando vías seguras para que, al menos, pueda ejercerse el derecho a emigrar sin menoscabo humano.

Las políticas migratorias actuales son de externalización de las fronteras hasta los países de origen. En los países de origen y en los de tránsito, los potentes Estados europeos, dedican empeño y dinero para comprar voluntades políticas y para que sean ellos, los mercenarios, los que hagan el trabajo sucio de disuasión y rechazo. No importa que la persona migrante pueda morir en el desierto, sufra toda suerte de violaciones y calamidades, tenga que trepar alambradas agresivas y contratar los servicios de mafias sin escrúpulos para atravesar el Mediterráneo con alto riesgo de perder la vida. Resulta insultante que cuando los artífices de esas políticas las valoran, reconocen como éxito el haber impedido  entradas, sin valorar los sufrimientos y quizás muertes de la personas rechazadas.

Llegadas al lugar del naufragio las personas migrantes con su derecho a la vida, políticos italianos y españoles habían prohibido el derecho, internacionalmente reconocido, a ser rescatadas, y fueron ONG las que, por encima de toda prohibición política, salvaron sus vidas, e imponiendo su voluntad, las llevaron en puerto seguro. Para colmo, la solidaridad, valor que dignifica a todo pueblo y a todo ser humano, fue criminalizada por los mismos políticos que la hicieron necesaria.

Lo ocurrido en este verano en el Mediterráneo Central a los cientos de personas rescatadas por las ONG y a las tripulaciones de sus barcos Open Arms, Ocean Viking y Sea Watch 3, sitúa a cada cual en el bando elegido por ellos con su acción o inacción cómplice. Ninguna de las partes tiene que explicar a quién sirve. Ha quedado en evidencia.

Cuando ya había terminado de escribir lo anterior, me encuentro  con que las políticas migratorias continúan y sus consecuencias trágicas también. La ONG alemana Mission Lefeline, es la responsable del barco Eleonore que con 101 personas migrantes, rescatadas de la muerte, se encuentra con la negativa actual a día de hoy de puerto seguro y la amenaza de un millón de euros más la incautación del barco. Por otra parte, la Organización Internacional para las Migraciones (OIM) comunica que en un naufragio ocurrido el martes día 27 de agosto frente a las costas de Libia unas 400 personas migrantes han muerto y unos 600 han sido rescatadas. Y así, ¿hasta cuándo?

Por supuesto, hay responsables. Han quedado en evidencia. Solidaridad con las víctimas, pero es cuestión de JUSTICIA.

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