FOTOCHOP (III)

Candidator

  • "El hijo de mi peluquera ha ideado una aplicación para decir a los ciudadanos a quién 'deben' votar"

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El hijo de mi peluquera, que estudió para programador informático pero que lleva año y medio lavando cabezas en el negocio de la madre, ha ideado una aplicación no para preguntar a los ciudadanos a quién van a votar —“que eso de las encuestas es muy antiguo y además no se las cree nadie”, me dijo el otro día con una sonrisa bajo el bigote y una alcachofa de ducha en la mano—, sino para decirles a quién “deben” votar —precisó enfatizando lo del “deben” —. Lo tiene todo pensado y es capaz de explicártelo en un lavar y cortar las puntas. “Se llamaría el Candidator”, confesó mientras restregaba un buen chorretón de champú de coco sobre mi cuero cabelludo. “Un rastreador de candidatos para las elecciones”, abundó dicharachero.

La APP de Miguelín, que así es como se llama el hijo de mi peluquera, elegiría un tema al azar, por ejemplo, las pensiones, y te presentaría algunas de las declaraciones que han hecho al respecto los distintos candidatos a la presidencia del Gobierno para que escogieras una. La operación se repetiría tantas veces y con cuantos temas estimara oportuno el usuario. Al final, basándose en las respuestas, el sistema te diría, sin margen de error, a qué candidato “debes” votar.

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Miguelín —que según las clientas del establecimiento es “muy gracioso” y que a mí me parece la viva imagen de Ignatius Reilly— me puso un ejemplo. “Elija un tema”, me dijo. “Las drogas”, contesté de inmediato. “Muy bien, señor periodista”, prosiguió, “pues las opciones con las respuestas de los candidatos sobre las drogas podrían ser estas”: A (“Solo fumo porros”), B (“Me pilla usted descolocado”), C (“Los camellos se quedarían fuera del nuevo sistema de la mochila austriaca”), D (“¡Viva el vino!”), E (“El 87% de las denuncias de violencia de género son falsas”), F (“Lucy in the Sky whit Diamonds”)… “¿Y qué pintan ahí las denuncias falsas?”, tercié de inmediato para que viera que le estaba prestando atención. “Esa es la respuesta fija de los de Vox, porque preguntes lo que preguntes siempre contestan lo mismo”, dijo soltando una carcajada mientras agitaba mi cabeza entre sus manos como si se tratara de un maldito sonajero, lo que provocó, de inmediato, el solaz de la concurrencia.

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“¿Y si resulta que no quiero votar a un candidato? ¿Y si resulta que lo quiero es votar a una candidata? ¿Qué me diría tu sistema sobre eso, ¿eh?”, inquirí desafiante a Miguelín mientras me encaminaba desde la zona de lavado hasta la de corte. “Ningún problema. La aplicación le remitiría a nuestro sitio Fake y le volvería a presentar un abanico de opciones. Por ejemplo: A (“Vete a vivir a Canadá”), B (“Dicen que Pedro Sánchez se está metiendo hormonas), C (“El 87% de las denuncias de violencia de género son falsas”), D (“Me llamo Pabla y te voy a bajar los impuestos), E (“Yo soy el otro Pablo, ya sabes; el que se cogió el permiso de paternidad”), F (¡Viva Manuela!).

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Las clientas de la peluquería —digo clientas porque los únicos tíos que andábamos por allí éramos Miguelín y yo— me miraban como si esperaran una respuesta brillante, algo a la altura de un periodista veterano. Pero hay días que uno no está para nada. Así que me mantuve callado frente al espejo mientras la madre de Miguelín me hacía “lo de siempre”. “¿Qué te debo?”, pregunté al programador informático con la cartera en la mano cinco minutos después. “Diez euros por el servicio y otros diez por la información”, me respondió al momento. “Y no se le ocurra ir publicando estas cosas por ahí, que seguro que me joden la patente”.

2 Comments
  1. Luis Díez Álvarez says

    Un placer leerte Paski

  2. Mª Nieves García Arano says

    Genial!!!
    Todo dicho y chorreando humor.

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