ENTREVISTA

Albert Noguera: “El capitalismo nos ha robado la soberanía sobre el tiempo y el espacio”

  • Entrevista con el autor del libro "La ideología de la soberanía. Hacia una reconstrucción emancipadora del constitucionalismo"

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Albert Noguera Fernández (Barcelona, 1978) es jurista y politólogo, profesor titular de Derecho Constitucional en la Universitat de València. Acaba de publicar su último libro La ideología de la soberanía. Hacia una reconstrucción emancipadora del constitucionalismo, con la editorial Trotta. Un libro en el que aborda la cuestión de cómo reconstruir una Constitución adecuada para las sociedades de la segunda mitad del siglo XXI capaz de garantizar derechos y dignidad a las mayorías sociales. A raíz de este libro, conversamos con él sobre el concepto de soberanía.

-El libro se titula La ideología de la soberanía. Últimamente se ha puesto de moda hablar de soberanía, ¿a qué atribuyes este hecho?

-Sí, es verdad, supongo que cada época tiene sus contraconceptos y el de soberanía es uno de los de nuestra época. Los contraconceptos no son más que conceptos de oposición al orden vigente, que sirven de elemento movilizador de las masas y que se presentan a sí mismos como creadores de una nueva época alternativa a la que existe.

Durante el siglo XVIII el concepto de “democracia” sirvió para expresar las esperanzas revolucionarias de la burguesía contra la nobleza, creando el Estado liberal. Frente a éste, el concepto de “socialismo” canalizó, en el siglo XIX, la voluntad por parte de los trabajadores de lograr la redistribución de la riqueza. En las últimas décadas del siglo XX, la noción de “autogestión” apareció como un contraconcepto, en este caso, de rechazo a la socialdemocracia y al socialismo burocrático de Estado, convirtiéndose en el único ámbito político en el cual poder imaginar un socialismo en libertad.

Hoy, en el siglo XXI, en un escenario donde la toma de decisiones políticas y económicas se ha desplazado de las instituciones representativas estatales hacia órganos tecnocráticos no electos y opacos y organismos internacionales controlados por los poderes económicos internacionales, como la Unión Europea, el Fondo Monetario Internacional, el Banco Mundial, etc., la recuperación de la soberanía por parte de los ciudadanos adquiere importancia como contraconcepto de oposición al orden capitalista transnacional financiero.

-¿Qué significa recuperar la soberanía? ¿Pasar de un modelo de democracia representativa a uno de democracia participativa?

-No sólo significa esto. Tradicionalmente, se ha identificado la soberanía como un concepto estrictamente político, entendiéndolo como soberanía popular y ésta como un modelo de organización política donde la toma de decisiones corresponde, no a los representantes políticos ni al poder económico, sino a la ciudadanía directamente. Si bien durante mucho tiempo ésta se podía considerar una definición útil de soberanía para democratizar la sociedad, en sociedades como las actuales cada vez es más insuficiente. Vivimos en una época donde las instituciones políticas estatales han sido vaciadas de poder, de fuerte precariedad laboral, con Estados económicamente en quiebra e incapaces de generar crecimiento, una crisis ecológica terminal que conduce a la escasez más absoluta de recursos naturales y con el estallido de la cuarta ola feminista, entre  otros elementos. Este contexto obliga a repensar un concepto mucho más amplio e integral de soberanía que desborde lo estrictamente político y se abra también a lo económico, lo social e, incluso, a lo individual.

-Esto quiere decir, entonces, que la idea de soberanía popular ya no es válida…

"La idea de soberanía popular nos es útil para exigir mecanismos de participación directa en la toma de decisiones"

-No digo que no sirva, la idea de soberanía popular es necesaria en tanto que toda comunidad que quiera perdurar en el tiempo tiene que institucionalizarse en alguna forma de organización política territorializada y debe tener instituciones representativas electas por los ciudadanos. Ningún sistema puede evitar en una proporción absoluta la idea de democracia representativa. En este contexto, la idea de soberanía popular evita que el poder sea secuestrado y ejercido por los representantes en función de los intereses de unos pocos y garantiza la participación directa y el control popular sobre los primeros. La idea de soberanía popular nos es útil para exigir mecanismos de participación directa en la toma de decisiones como pueden ser los referéndums o la posibilidad de revocación ciudadana de cargos electos, así como el control democrático sobre sectores estratégicos como la banca, la energía, las telecomunicaciones o el agua, mediante su nacionalización y gestión pública y comunitaria.

Lo que digo, sin embargo, es que hoy ya no podemos entender la soberanía sólo como soberanía popular, es decir como algo limitado al ámbito político o superestructural, sino que hay que pensarla como una noción que desborda este ámbito.

-¿Y cómo se desborda el ámbito estrictamente político-estatal?

-Pues, hoy en día, solo es posible hablar de soberanía entendiendo ésta como un punto de encuentro entre lo superestructural, lo estructural y lo individual. La soberanía superestructural es la que hace referencia al Estado y a la relación vertical de éste con la sociedad, mientras que las soberanías estructurales son aquellas que se dan, de manera horizontal, en el espacio social de las relaciones de producción.

El intelectual aymara, Carlos Mamani, plantea que la colonización implicó la ruptura de la Pacha, que es una noción a través de la cual los aymaras piensan la articulación del tiempo y el espacio. Con la colonización, dice, los aymaras habrían perdido el control o la soberanía sobre parte del tiempo de sus vidas. Los conquistadores convierten parte del tiempo de vida de los aymaras en tiempos de trabajo para otros, tiempo que tienen que dedicar no a ellos mismos sino a producir valor para los conquistadores. Sin embargo, no habrían perdido el control o soberanía del espacio, de la estructura comunitaria, esto es, el tipo de relación con la naturaleza, que incluye los procesos de producción, de trabajo y de generación de valores de uso y el tipo de concepción del mundo. Durante la colonia, los indígenas estaban obligados a trabajar y pagar tributos en los conquistadores pero mantuvieron su estructura social comunitaria.

En nuestras sociedades occidentales, el capitalismo nos ha robado la soberanía sobre el tiempo, la plusvalía es tiempo trabajado y no pagado. Pero también sobre el espacio, imponiendo una redefinición de las prácticas socio-espaciales, brillantemente estudiadas por autores como Lefebvre o Harvey, así como un desarrollo basado en destrucción de la naturaleza y los bienes comunes.

Recuperar la soberanía, en sentido estructural, implica recuperar el control y articulación sobre nuestro tiempo y espacio. Y esto se hace dejando de insertar nuestra capacidad colectiva de pensar, aprender, comunicar, imaginar e inventar, en el interior de las instituciones del trabajo asalariado capitalista y construyendo formas cooperativas y autogestionadas de producir al margen de ellas.

Proyectos cooperativos en diferentes sectores (cultura, energía, agricultura, etc.) que nos permitan dotarnos de soberanía energética, alimentaria, cultural, etc. y no depender de las grandes empresas ni de las coyunturas económicas de los Estados, así como cambiar radicalmente nuestra relación con la naturaleza, el entorno y el territorio.

-¿Crees que no existe soberanía individual? Seguramente este es uno de los principios básicos que introduce el liberalismo desde finales del siglo XVIII…

-Cuando hablo de soberanía individual no me refiero tanto a la existencia o no de derechos individuales, esta sería otra discusión. El simple reconocimiento de derechos individuales no tiene por qué implicar, necesariamente, su existencia ya que éstos no operan en un espacio social neutro sino en uno donde se dan múltiples formas de violencia que los vacían. Pero como digo, no me refiero a esto. Me refiero a la necesidad de cambiar la forma como la izquierda ha abordado, tradicionalmente, la cuestión individual, excluyéndola del concepto de soberanía.

Ha existido una tendencia en el marxismo a entender negativamente el derecho a la libertad individual, reduciéndola a una facultad sancionada por el Estado para perseguir intereses económicos egoístas con base en la propiedad privada. Ante esta interpretación, se ha entendido que la auténtica libertad solo podría darse como libertad social, no individual. Es decir, a través de la creación de mecanismos cooperativos de organización económica, en el interior de los cuales los trabajadores, con un interés común, hagan efectiva, de manera solidaria, una libertad social. Según esto, los seres humanos no podrían aplicar nunca solos su libertad individual, solo en comunidad.

"Ha existido una tendencia en el marxismo a entender negativamente el derecho a la libertad individual"

Esto ha hecho que el marxismo no se haya tomado, históricamente, de manera seria, las reivindicaciones de libertad por parte de colectivos de base no económica en esferas de relaciones personales, puesto que estaba convencido de que en el futuro la integración de todos los sectores de la sociedad se determinaría únicamente por las exigencias del sistema productivo. Esta concepción puede verse claramente en el texto La cuestión judía. Cuando Marx habla de la lucha de los judíos por la igualdad política diferencia entre dos etapas: En primer lugar, mientras continúe existiendo el Estado capitalista, los esfuerzos de integración de la minoría judía tendrán un claro significado emancipador, puesto que el otorgamiento estatal de igualdad de derechos de libertad representa un avance normativo. Ahora bien, esta reivindicación de integración política de los judíos no tendrá ningún sentido en el socialismo, puesto que, en éste, dice Marx, las tareas político-administrativas se llevarían a cabo en el interior de una asociación de todos los miembros de la comunidad que cooperan, sin necesidad que nadie tenga que reclamar derechos de autodeterminación individual a ninguna instancia superior.

Es por eso que cierto marxismo ha sido, siempre, incapaz de valorar el sentido de las luchas por la realización de las libertades individuales y sociales en otros ámbitos que no fuera aquel estrictamente económico. Ha sido usual ver cómo, en ocasiones, éste se ha referido al feminismo, al ecologismo o a la fiesta del Orgullo, o bien ignorándolos, o bien acusándolos de pequeño-burgueses en cuanto que sus demandas no se ajustan a objetivos económicos.

-¿Y cómo se superaría este déficit histórico de la izquierda?

-Las transformaciones en las sociedades actuales nos obligan a dejar atrás la visión economicista de libertad individual y abrirla hacia nuevas realidades. Asistimos, hoy, al surgimiento de nuevos sujetos y elementos de diferenciación colectiva por razones diversas, que reivindican esferas de libertad propias. Esto nos obliga a dejar de entender la libertad solo como la eliminación de la subordinación y el trabajo alienado en la esfera económica y pasar a hacer nuestras nuevas semánticas de la libertad entendida como autodeterminación individual en el ámbito de las relaciones personales tales como la autodeterminación individual sobre el propio cuerpo (soberanía corporal), sobre la libre elección de identidad sexual (soberanía sexual), sobre mi propia vida (soberanía vital), etc. Es algo que, además, abordo detenidamente en el libro.

1 Comment
  1. Pilar M.L. says

    Muy interesante. Siempre me ha atraído el concepto ‘Soberanía’ y lo considero el significante político más importante, especialmente con el enfoque que se intuye aunque bastante más desde la firma del Tratado de Lisboa. Me apunto el libro para leer. Gracias por la entrevista.
    Soberanía primero: «Con una sólida y perofunda comprensión de la soberanía , quizás lo más importante que cambiaría es que la gente ya no pensaría que está bien manipular los pensamientos de otras personas para sus propios intereses». Caitlin Johnstone

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