El legado republicano de Antoni Domènech

  • El principal legado republicano de Toni Domènech es haber propuesto una lectura del socialismo como heredero del republicanismo democrático plebeyo  
  •  El próximo día 29, tendrá lugar un acto de homenaje al que fue editor general de Sin Permiso  
  

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Este texto que reproducimos a continuación es la conferencia que María Julia Bertomeu expuso el pasado día 21 de noviembre en el marco del postgrado “Análisis del capitalismo y políticas transformadoras”. La conferencia estaba dedicada al legado de la obra republicana de Toni Domènech. El próximo día 29, tendrá lugar un acto de homenaje al que fue editor general de Sin Permiso. Será en el CCCB a las 18 horas.

Estoy feliz de volver a estar en esta tierra, que hice mía tanto como Toni Domènech hizo suya la mía. Ambas tierras pasan por momentos decisivos y difíciles. No hablaré de ésta porque no tengo pericia para hacerlo. La mía, nuestra América, y tomo prestada una frase de Ailyn Torres Santana para expresarlo, es “el hervidero latinoamericano”, “los pueblos en rebelión saben que hacen política y la están haciendo en un ejercicio poderoso, recordando que ellos son los mandantes y los gobiernos son los agentes de ese mandato”. Aunque sabemos que esta lectura fiduciaria de mandatarios y mandantes no prejuzga -en modo alguno- sobre el rumbo político que tomarán los acontecimientos. En Bolivia ha terminado con un golpe de estado.

Pues bien, me han sugerido hablar del “legado republicano” de Toni Domènech , y me alegro poder contarlo porque en estos dos años he pensado mucho en ello. Muchos de nosotros estamos convencidos de que su principal legado republicano es haber propuesto una lectura del socialismo como heredero de la milenaria tradición del republicanismo democrático plebeyo y, además, que se propusiera y nos invitara a continuarla, en las circunstancias políticas, sociales y culturales contemporáneas.

Hoy deseo compartir con todos ustedes una imagen con la que me represento su legado intelectual cada vez que pienso en ello, y lo hago casi a diario. Sólo soy capaz de figurármelo de manera gráfica: como un triángulo con tres vértices que se retroalimentan. En el primer vértice está su obra escrita, por supuesto, pero también los numerosos apuntes y notas que imagino en carpetas y libretas de anotaciones de sus estudiantes de los dos lados del Atlántico, tomados en sus cursos, charlas, y conferencias que Toni –el gran comunicador y excepcional maestro- disfrutaba tanto como lo hacía su auditorio. En el otro vértice visualizo al grupo de sus colaboradores cercanos –la mayoría de ellos también amigos, porque Toni Domènech  fue un gran cultor de la amistad- colaboradores que pertenecen ya a tres generaciones distintas. Y en el tercer vértice está Sin Permiso -desde sus inicios hasta hoy mismo- que es una muestra cabal del legado republicano democrático de Toni Domènech en clave política contemporánea. Les traigo aquí una breve sinopsis de los tres vértices, tal como yo los entiendo.

1. Su obra

Preciso es recordar que Toni nunca fue un publicador compulsivo, incluso teniendo mucho y muy bueno para decir. Sin embargo, su obra es de una fecundidad y originalidad no muy frecuente en la academia. No supo de prisas por publicar y mucho menos por hacerlo en publicaciones del mainstream. Al contrario, algunos de sus textos fueron publicados en editoriales o en revistas que hoy se nombran –despectivamente- como “la ciencia producida en la periferia”. Toni Domènech no se auto-plagiaba, lo que hacía era darle vueltas una y otra vez -desde distintas perspectivas y disciplinas- a los conceptos en los que reflexionó hasta el final. Fue, además, un buen cultor de la buena filosofía en excelente prosa castellana, y por eso le costaba mucho la moda actual de tener que publicar sólo en inglés.

Al hablar de su obra procuro no olvidar –para no contrariar una de sus más profundas convicciones intelectuales- que su producción escrita tiene muchos registros y no debería encuadrarse en ninguna disciplina con exclusividad. Así lo hicieron también Aristóteles, Adam Smith, Mill padre e hijo, Marx, que difícilmente son clasificables con las etiquetas académicas hoy al uso: ¿son economistas? ¿son sociólogos? ¿son politólogos? ¿son antropólogos? ¿son filósofos morales? Son economistas, son antropólogos, son politólogos, son filósofos morales, y algunos, excelentes historiadores, y lo son todo a la vez. Y Toni también lo era.

Claro que Toni Domènech escribió un texto magnífico sobre la tradición del socialismo republicano; y también escribió un primer libro De la ética a la política. De la racionalidad erótica a la racionalidad inerte en 1989. Ambos escritos tocan temas de ética y filosofía política, aunque son textos suficientemente ricos y múltiples como para poder encasillarlos en disciplinas filosóficas compartimentadas. No son libros sólo de ética, de historia de la ética o de filosofía política en el sentido habitual del término, en ellos habla también el historiador por vocación, el jurista y el epistemólogo, el filósofo analítico experto en teoría formal de la racionalidad y el filósofo formado en temas de teoría económica y social, cuando menos. ¡Fue un grande!

Antoni Domènech
Cartel del homenaje a Toni Domènech. /Sin Permiso

De estas capacidades inusuales hablan sus dos libros. El primero es una exquisita reconstrucción de la historia de la ética y de la filosofía política de consuno, porque la razón erótica de la que nos hablaba Toni Domènech -pretendiendo reconstruirla y aún recuperarla para el presente- no entendió a la ética separada de la política. Es la obra de un historiador de la filosofía política, enraizada en la estructura social y material de cada uno de los periodos que visita, y que hace un uso original de la teoría formal de la racionalidad para “reconstruir la racionalidad erótica de la cultura antigua y defender su plausibilidad”, defensa y recuperación que profundizó luego en el Eclipse.

Su primer libro describe de manera ejemplar la pérdida de esa “tangente” ática en la que la búsqueda del bien privado y el bien público se tocan o, lo que es lo mismo, en la que el bien privado (fruto de la automodelación del carácter) es condición necesaria del bien público. Y de esta pérdida, y de sus intentos por reestablecer una posible armonía entre lo público y lo privado, nos habla haciendo uso de las herramientas analítico-conceptuales de la teoría formal de la racionalidad. Como dejó dicho Jesús Mosterín en el prólogo de 1989, Toni Domènech “hace pasar por este poco habitual tamiz hermenéutico a la ética de la polis clásica, a la ética aristotélica, estoica, la de Calicles y de Nietzsche, a la teodicea, a la filosofía del absolutismo político de Hobbes, al estado liberal de derecho, a Rousseau, a Kant y al idealismo alemán”.

En este mismo sentido, El Eclipse de la fraternidad (2004) es un libro original, erudito y multifacético, es el texto de un buen filósofo político, de un historiador por vocación y de un jurista, que abrió un auténtico Programa de Investigación hoy muy vivo a ambos lados del Atlántico. El texto salió a la luz en tiempos en los que la filosofía política académica aún estaba colonizada por un liberalismo académico -más o menos igualitario- y por una teoría de la justicia centrada en criterios de distribución de recursos ex post, de manera a-histórica y a-institucional (o pseudo-institucional). Es un texto a contracorriente de las modas académicas del momento, una forma muy sutil de recuperar la “tangente ática” con una erudición formidable, que logra conjugar la tradición republicana con una propuesta normativa de socialismo republicano que todavía tiene mucho para dar de si.

Esta original interpretación de la filosofía política lo ocupó siempre y de manera sistemática, y ello permitió que nos legara una maravillosa investigación filosófica e histórica de algunos de los conceptos centrales de tal tradición: el de la soberanía (popular), el de la libertad política, el de los derechos de propiedad -privada, común y pública-. Empeñado en hacer visible un pasado invisibilizado y muy necesario para pensar el presente, revivió la vieja teoría republicana clásica -en este caso es ciceroniana- de la autoridad política como tutela, es decir, como un fideicomiso hecho por la ciudadanía, que es el fideicomitente (el “principal”) a la autoridad política, el fideicomisario (su “agente”). Luego sería Locke quien recordara que la autoridad política es el agente del pueblo libre, y después Kant, ambos herederos del republicanismo clásico, a pesar de los reiterados intentos por secuestrarlos para el bando del liberalismo académico.

Lo interesante de sus investigaciones fue también proponernos lo que consideró la mejor manera de explicar histórica e institucionalmente a la propiedad, y muy especialmente a la idea democrática-constitucional de la “función social” de la propiedad. La propiedad privada, entonces, no sería ese derecho exclusivo y excluyente (dominium) al uso y abuso de la cosa, que con frecuencia invocan juristas y politólogos sin haberlo podido demostrar nunca más que en idea. Es un derecho concedido por el soberano –a través de sus agentes e instituciones políticas— en régimen de fideicomiso y motivado por razones de utilidad pública. Y recordemos que la utilidad pública no necesariamente debe entenderse con las connotaciones actuales –instrumentales y particularistas— de la palabra “utilidad”, y que es suficientemente obvio que los antiguos no identifican a la república con una asociación (privada) de individuos que sólo persiguen ventajas particulares mutuas.

Y esto explica –esta visión de la soberanía política y de la propiedad- qué significa hablar de la estructura isomórfica de la libertad política y de la propiedad, porque ambas comparten esa estructura relacional de Principal-Agente. Pero tengamos en cuenta que esta interpretación fiduciaria de la soberanía y del derecho –con una herramienta analítica que proviene del derecho privado- presenta problemas propios y no prejuzga como dije al principio al hablar del “hervidero latinoamericano”, sobre el rumbo político que tomará una sociedad, aunque puede hacerse compatible con el conjunto de derechos inalienables que protege. Traigamos, para explicar el alcance y la limitación de tal estructura fiduciaria trasladada al ámbito de la institución de la propiedad, dos ejemplos que nos dejó Toni Domènech:

“Quien, por ejemplo, sea partidario de privatizaciones masivas, tiene, en esta interpretación que argumentar que esas privatizaciones: 1) Se hacen a partir de la titularidad pública del recurso a privatizar; 2) Que la privatización, dadas las circunstancias, supone una mejora en términos de utilidad pública, también lo tocante a los ingresos que esa privatización reporta al tesoro público; 3) Que quien se apropia del recurso a privatizar es el mejor fideicomisario posible entre todos los candidatos disponibles, prima facie dignos de una confianza publica más o menos regularmente careable”.

“Y quien, por ejemplo, sea partidario de un sector público muy grande o de grandes nacionalizaciones de recursos previamente privatizados, tendrá que argumentar: 1) Que, dadas las circunstancias (por ejemplo, el carácter estratégico del recurso en cuestión), es mejor y más eficaz, en términos de utilidad pública; 2) Que resulta en este caso conveniente reforzar el control fiduciario del recurso en cuestión poniendo su administración en manos de agentes más directamente controlados y vigilados por el soberano; 3) Que los servidores públicos encargados de esa tarea son competentes pericialmente para llevarla a cabo, y plenamente dignos de una confianza pública siempre alerta”.

Obviamente, existe un enorme abanico de posibilidades de apropiación de recursos, y dentro de ese abanico se encuentra el sueño democrático-republicano por excelencia de finales del XVIII y comienzos del XIX que fue, por ejemplo, la sociedad basada en la pequeña propiedad agraria más o menos universalmente distribuida de Jefferson o Robespierre. Pero también –y nos aclaraba que “en su defecto”- una especie de derecho de existencia social públicamente garantizado (Robespierre) o aun de ingreso material incondicionalmente asignado a todos los ciudadanos por el solo hecho de serlo (Tom Paine). La libertad política republicana era eso, y nada menos que eso: no tener que pedir cotidianamente permiso a nadie para poder subsistir.

Y el socialismo del movimiento obrero europeo decimonónico, nos decía, se entendió a sí mismo como continuación por otros medios, y en condiciones económicas y sociales muy cambiadas, de la tradición revolucionaria de la democracia fraternal. Y Toni Domènech agregaba que si algún socialismo anticapitalista ha de tener futuro, será el que sea capaz de poner a la altura de los tiempos el programa pancivilizatorio de la democracia revolucionaria fraternal, el que consiga sostener con mayor resolución y realismo los cuatro frentes de la vieja lucha: 1. contra el despotismo de un Estado incontrolable fiduciariamente por la ciudadanía; 2. contra el despotismo de unos patronos incontrolables fiduciariamente por los trabajadores, por los consumidores y por el conjunto de la ciudadanía; 3. contra el despotismo doméstico dentro de lo que ahora entendemos propiamente por familia (la potestad arbitraria del varón sobre la mujer y aun los niños); y, por último, 4. contra la descivilización de la propia sociedad civil que se produce como consecuencia de la aparición, en el contexto de mercados ferozmente oligopolizados, capaces de desafiar a las repúblicas, de socavar la tolerancia moderna y de disputar con éxito a los poderes públicos su derecho inalienable a determinar el interés público. Este fue su –nuestro- Programa de Investigación que ahora está también en buenas manos.

2. El segundo vértice: la continuidad del legado de Toni, en algunos de sus colaboradores más cercanos

Toni Domènech era muy generoso y sabía compartir casi todo con aquellos a quienes apreciaba: exquisitas comidas, vinos, libros, saberes, escritos, proyectos. Daniel Raventós y Buster –sus amigos entrañables y camaradas, así los nombraba- llevan ahora sobre sus espaldas el peso de ser los Editores responsables de SP luego de su muerte, ese proyecto al que Toni Domènech le dedicó muchísimas horas de trabajo y pensamientos desde sus comienzos hasta los últimos días de su vida. Buster fue su amigo de siempre. No compartieron vida académica, pero lograron tener una amistad casi perfecta, al decir de Aristóteles, aquella en la que hay reciprocidad, en la que se desea el bien del amigo por el amigo mismo, sin que esto (el bien) les sea desconocido (EN, 1155b-1156a). Daniel Raventós sí compartió vida académica con Toni, y también una amistad que sólo es posible entre los “virtuosos” -en el más puro sentido aristotélico que no es moralizante- y significa la excelencia en la realización de la actividad propia.

Daniel Raventós, Jordi Mundó y David Casassas, además de ser amigos también compartieron carrera académica con Toni Domènech, y ya hace años que transitan virtuosamente los caminos abiertos por el Programa de Investigación domenechiano. Ellos han tomado el relevo de la docencia universitaria que Toni Domènech  ejerció hasta su muerte, y que había heredado de su maestro Sacristán.

Jordi hace tiempo ya que nos regala piezas filosóficas para pensar a Locke como heredero de una tradición republicana clásica que se inicia en Aristóteles.

Daniel Raventós fue el iniciador de una interpretación y defensa republicano-socialista de la Renta Básica a la que luego se sumaron David Casassas y Julie Wark, maravillosa y creativa mujer que colabora con el proyecto político cultural que es SP. Los tres batallan por convencer a políticos, ciudadanos y académicos sobre las virtudes de esa potente herramienta social que permitiría garantizar un “derecho a la existencia de todos”, siguiendo las huellas del republicanismo democrático plebeyo que heredó Marx, al decir de Toni Domènech. David Casassas, además, es el gran desmitificador de la leyenda de Adam Smith liberal. Iratxe (Atxe) acompaña la lucha por una Renta Básica democrática con sus maravillosas ilustraciones y videos.

Y la nueva generación que comienza a recorrer el camino abierto. Edgar Manjarín, Julio Martínez-Cava, David Guerrero, Bru Laín, jóvenes, talentosos, comprometidos. Incluyo también a Daniel Escribano y Àngel Ferrero, lúcidos y desinteresados colaboradores en SP.

Del otro lado del Atlántico, Ailyn Torres Santa y Julio César Guanche contribuyen soberbiamente a difundir el republicanismo democrático plebeyo en Cuba y en Ecuador. También compartieron con Toni una hermosa amistad, saberes y luchas.

Dos mujeres -colegas, amigas- recrean el legado socialista y republicano de Toni en Argentina. Alejandra Ciriza en Mendoza -la tierra de los vinos que Toni Domènech tanto apreciaba- ha incorporado piezas del socialismo plebeyo republicano en sus magníficas reflexiones feministas. Fabiana Erazun en Neuquén, el “sur del sur” como le gusta nombrarlo, ha decidido dar batalla académica a favor de una Renta Básica derivada de una teoría de los derechos humanos. Toni Domènech dictó sus últimas conferencias en América Latina en la Universidad Nacional del Comahue, Neuquén, Argentina, por invitación de Fabiana. Estuvo feliz.

Y la vieja amiga de Toni Domènech y mía, Ana Jorge, del comité de redacción de Sin Permiso que desde Málaga traduce y sugiere multitud de artículos.

¿Y cómo no mencionar las maravillosas y cuantiosas traducciones de una competencia fuera de lo común de Pablo Carbajosa?

El legado de Toni Domènech vive, está en muy buenas manos y goza de muy buena salud.

3. Y, por último, Sin Permiso

En enero de 2017 -en Buenos Aires- Toni Domènech tradujo para SP un epitafio que Brecht escribió (y no publicó) en 1946, para el poeta Maiakosky, que se había suicidado tres lustros antes, en pleno auge del estalinismo en la URSS:

Escapé de los tigres

Alimenté a las chinches

Me devoraron

Las mediocridades

En el año 1951, regresado del exilio, Brecht reescribió el epitafio.

Escapé de los tiburones

Me impuse a los tigres

Me devoraron 

Las chinches

Con ésta, su propia traducción de ambas versiones del Epitafio, Toni anunció la segunda década de existencia de SP, lo cito: “Seguiremos siendo un proyecto político republicano laico, socialista, racionalista, amante de la verdad e intelectual y financieramente independiente. Seguiremos pensando autónomamente con nuestra propia cabeza, por el gusto de hacerlo y para lo que pueda servir a nuestros lectores. Seguiremos sin doblegarnos a modas académicas volanderas ni a argumentarios políticos heterónomos. Y en el año del Centenario de la Revolución Rusa trataremos de seguir sobreviviendo a la voracidad de las chinches". Toni Domènech murió en septiembre de ese mismo año, sin que la voracidad de las chinches lograran nunca doblegarlo, y Sin Permiso continúa con su legado, con este posgrado, con los envíos semanales, con SP papel y con las muchas cosas que nos regalarán sus continuadores. No quiero dejar de recordar que Luis Juberías fue quien convenció a Toni y a otros editores de Sin Permiso de organizar un posgrado que llevó por título durante siete ediciones desde el curso 2011-12 “Análisis político-filosófico del capitalismo contemporáneo”, y que desde hace dos cursos se fusionó en el que hoy es “Análisis del capitalismo y políticas transformadoras” del que esta conferencia forma parte.

Sin Permiso sigue siendo hoy “ese proyecto político republicano laico, socialista, racionalista, amante de la verdad e intelectual y financieramente independiente”, con el que Toni anunciaba su segunda década desde Buenos Aires, ocho meses antes de su temprana muerte. Daniel Raventós y Buster llevan sobre sus espaldas el peso de ser los editores responsables de este proyecto al que Toni Domènech le dedicó muchas horas de trabajo y pensamientos desde sus comienzos hasta los últimos días de su vida. Ellos se encargan ahora del trabajo duro y cotidiano -que Toni por lo general comenzaba el martes de cada semana- eligiendo artículos y temas, de fondo y de coyuntura, encargando y realizando traducciones, ordenando los trabajos por su originalidad, temática e importancia para, finalmente, realizar el “envío” que continúa llegando hoy –puntualmente- a decenas de miles de suscriptores.

Sin Permiso nació, creció, maduró y perdura bajo el amparo del Programa de Investigación abierto por el libro de Toni en 2004 y aún antes. Por eso he dicho que SP es la continuación del Eclipse de la fraternidad y que ambos -la obra de Toni Domènech y Sin Permiso- no estarían vivos sin el continuo trabajo teórico, docente, editorial y de traducción de sus colaboradores cercanos, y de numerosos voluntarios que trabajan “gratis et amore” para hacerlo posible. El legado es valiosísimo y no podría estar en mejores manos.

Descansa en paz, mi querido compañero.

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