Ser puta no es “un trabajo cualquiera”

  • "Las comparaciones siempre son odiosas. Las que además intentan poner al mismo nivel “ser puta” con “un trabajo más”, causan vómitos hasta más no decir"
  • "Legalizar la prostitución es mantener un sistema que nos trata a todas y cada una de nosotras como ciudadanas de segunda categoría"
  • "Nos toca ser la voz de las que no tienen voz y repetir las veces que hagan falta que la prostitución no se debate. Se combate"

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Las comparaciones siempre son odiosas. Las que además intentan poner al mismo nivel “ser puta” con “un trabajo más”, causan vómitos hasta más no decir. Da igual que provengan de la derecha que derrocha volquetes de meretrices, de la izquierda a la que le parece muy feminista y progre la venta del cuerpo de las mujeres a golpe de billete o de los que se disfrazan de sindicatos cuando son brazos ejecutores del proxenetismo.

Me hartan y enfadan a partes iguales aquellas personas que enarbolan la bandera de la putificación en rotondas, clubs de alterne o pisos, pero solo cuando sea para otras. Lejos de lo que quieren hacer creer puteros, proxenetas y voces regulacionistas, tanta monta…lo cierto es que legalizar la prostitución es mantener un sistema que nos trata a todas y cada una de nosotras como ciudadanas de segunda categoría.

De hacerse caso a las voces regulacionistas seríamos no solo el chollo que mantiene gratis los cuidados del país, sino que además de cuidadoras a familiares y prole, de limpiar casas o fregar escaleras añadiríamos otras “ocupaciones” por contrato a nuestras ya molidas espaldas. “La de chuparle los genitales al anciano, al señorito de turno o al presidente de la comunidad de vecinos”, tal y como describe la ensayista y crítica de cine Pilar Aguilar Carrasco en el libro Debate Prostitución, 18 voces abolicionistas.

Y ¿es igual chupar los genitales de alguien que limpiar una casa? ¿Es igual realizar “un “servicio sexual” que pelar patatas? “Entre quienes afirman que sí, seguro que hay personas amables que no dudarían en practicar felaciones o cunnilingus a pobres ancianos desvalidos”, añade Aguilar.

Pensar que la legalización de la explotación más antigua del mundo es sinónimo de libertad o mejoras para las mujeres prostituidas es vivir en Babia o del lado de los opresores. Solo ayuda a que los de siempre, aquellos que la filóloga y editora Pilar Careaga define como poseedores de una “sexualidad evacuativa”, sigan subyugando que el placer sexual, esta cosa solo apta para hombres y donde la mujer no tiene ni voz ni voto, perpetúe la violencia sexual.

Si se acepta que el cuerpo de una mujer sea objeto de comercio, “si se considera perfectamente admisible que una persona tenga acceso sexual a otro mediante dinero, la violación es un robo. Si la prostitución es un trabajo como otro cualquiera, violar una prostituta es como bajarse de un taxi sin pagar”, comenta Aguilar.

Por eso hay que alzar la voz abolicionista y poner en marcha políticas públicas que tengan en cuenta que no estamos ante un problema individual sino ante la expresión de la desigualdad de género. No podemos perder ni un segundo en no denunciar a aquellos y aquellas que defienden como digno que se trafique con la vida de millones de mujeres para satisfacer la demanda de los compradores de sexo. Tenemos que aspirar, tal y como siempre repite Lars Naumburg a tener “un 50% de mujeres en la morada del poder y ni una sola vendiéndose en la calle”.

Mientras nada de esto acontezca y siga calando el discurso de lo guay que es ser puta podría llegar el momento en el que si se regularizase la explotación sexual se desgrave fiscalmente a empresas que contraten a mujeres con discapacidad en tal nauseabunda categoría laboral. Los burdeles tendrían derecho a las ayudas que se ofrecen a las pymes y los proxenetas contarían con jugosas subvenciones por contratar como prostitutas a víctimas de exclusión social o de violencia machista, tal y como profetiza el escritor, músico y maestro Jorge Armesto. “Cabría pensar también en derogar la regulación del art. 186 contra el acoso sexual. Es decir, el empresario podría adoptar la forma de una ampliación del contrato laboral que te tocaran el culo”, añade.

También pasaría que ese anuncio de un bar de Galicia que en su día nos escandalizó por pedir para un puesto de camarera a una mujer “guapa y un poco puta”, estuviera a la orden del día y que las mujeres tuviéramos que añadir en nuestro curriculum junto a los estudios o los idiomas que hablamos el nivel de destreza como putas que tuviéramos.

“El debate sobre la prostitución no contesta a preguntas sobre si el convenio colectivo incluiría toda casuística de prácticas sexuales o si la prostitución podría asociarse a todas las formas de ocio, monterías de putas, tickets de putas en lugar de comidas, descuentos para las rebajas en enero, blackfridays o semanas fantásticas con putas”, recalca Armesto.

Ya que por desgracia somos el primer país en Europa y el tercero del mundo después Tailandia o Puerto Rico en puteros, tenemos que lograr que el abolicionismo derribe el modelo normativo femenino sobrecargado de sexualidad que forma parte de la industria del sexo y cuya actividad se sustenta sobre la vagina de una mujer.

“La prostitución se ha de entender dentro del marco de la violencia patriarcal”, tal y como recalca siempre la Doctora en Ciencias Políticas y Sociología Rosa Cobo. “El nuevo canon de la prostitución solo puede ser explicado en el marco de tres sistemas de dominio: el patriarcal, el liberal y el racial”, añade dicha profesora. Mientras este canon se mantenga, el número de esclavas sexuales en el mundo será como un trending topic continuo. Por eso nos toca ser la voz de las que no tienen voz y repetir las veces que hagan falta que la prostitución no se debate. Se combate.

2 Comments
  1. Julio Loras Zaera says

    «Nos toca ser la voz de las que no tienen voz» y, a lo que parece, también de las que tienen voz, cuando ninguneáis a las trabajadoras del sexo que deciden hablar por sí mismas.

  2. Helga F Moreno says

    Bueno Nuria, la prostitución, al margen de todo este complemento ideológico que le añadís algunas feministas abolicionistas no deja de ser una mierda, cierto, pero a veces, o mejor dicho, muchas veces, es la tabla de salvación o de supervivencia, guste o no, a otras muchas, muchísimas mierdas que permanecen invisibles, socialmente hablando, en la vida pasada y presente de muchas mujeres.

    Y si, desde una situación de privilegio social-emocional (que no económico, que también), es fácil enarbolar banderas contrarias a ella a cualquier precio. Yo tampoco la quiero ni en mi vida ni en una sociedad como debería ser (que no es) la nuestra, de igualdades y derechos, y no solo igualdades de hombres y mujeres si no de clases, igualdad de clases, esta que aun existe menos que la de género pero que pasa mucho mas inadvertida y con menos interés político-ideológico.
    Pero no es lo mismo nacer aquí que allí, nacer en una familia que en otra, vivir y crecer en unas circunstancias o en otras. Y sí, todas estas versiones de una vida humana hacen que las variables sean infinitas e inescrutables muchas veces, y estos puntos de inflexión no suelen tenerse en cuenta.

    No estoy vanagloriando la prostitución, ni mucho menos. Sabes que abogo por la prevención como primera arma para acabar con la prostitución, prevención de condicionantes, atención social e institucional a esas vidas antes, durante y después, sobre todo, como es el caso de la mayoría, cuando la prevención no ha sido eficaz o ha sido inexistente. Abogo por un seguimiento de esas vidas futuro, puesto que estos condicionantes previos no solo circunstancian una vida cuando llega a la prostitución, lo hacen llegando a muchas mas circunstancias tremendas y lo hacen también después, cuando se sale de ellas (con suerte) y que es cuando ese abandono y marginación social e institucional se hace igual de latente, igual de palpable e infinitamente doloroso.

    Está muy bien, como digo, enarbolar banderas contra «esto» y contra «aquello», pero hay que tener mucho cuidado y ser muy coherentes con las realidades que envuelven a todas estas vidas porque, desgraciadamente, son las que componen todo «esto» y todo «aquello». Y la prostitución no se debate, se PREVIENE.

    Helga F Moreno.

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